12/22/2016

Norberto Rivera, pederastia y sucesión


“No falta quien invente que yo en determinado momento protegí a pederastas, cuando en realidad aquel sacerdote ya está en la cárcel o retirado del ejercicio del ministerio”, sentenció Rivera.
El cardenal reveló un dato sin aportar más detalles: “al menos 15 sacerdotes han recibido juicio o sentencia” por pederastas, pero no mencionó el nombre de uno solo. Según Norberto Rivera, en sus 18 años al frente de la Arquidiócesis hubo “tolerancia cero” hacia los crímenes sexuales y al abuso contra menores. Los datos y la percepción pública indican justo lo contrario.
Fiel a su estilo, el cardenal no volvió a mencionar a ninguna de las víctimas del padre Nicolás Aguilar, ya fallecido, a quien se le acusó de abusar a más de 100 infantes y que fue tratado como un “pobre enfermo” por el cardenal y no como el delincuente que era.
Mucho menos mencionó a las víctimas de Marcial Maciel, su gran protector y protegido. Ahí están los múltiples testimonios de Alberto Athié, quien una y otra vez ha señalado al cardenal Rivera por minimizar las acusaciones de sacerdotes como el padre Fernández Amenábar, víctima como decenas, del fundador de los Legionarios de Cristo, quien pidió justicia antes de morir.
Norberto Rivera siempre consideró las acusaciones de pederastia como un “invento”, “un complot” o una maniobra de alguien que pagaba para afectarlo.
Así se lo expresó en mayo 1997 al reportero Salvador Guerrero Chiprés, entonces reportero de La Jornada, quien publicó los primeros reportajes sobre la historia de las víctimas de Maciel en la década de los 50 que decidieron dar la cara.
Así se lo dijo a Alberto Athié cuando intercedió por el padre Fernández Amenábar. “Que no entendiste lo que ya dije a los medios: todo es un complot. Todo es falso. Y no tengo más nada que hablar contigo”.
A Norberto no le interesan las víctimas, sino las acusaciones. No le interesa “limpiar su nombre” frente a las acusaciones de protector de pederastas, sino allanar el camino para que él pueda decidir quién será su sucesor en junio de 2017, fecha en la que cumple 75 años de edad y deberá presentar su renuncia frente a la Arquidiócesis de México.
Es mantener el poder y no ejercer justicia lo que le importa a Norberto Rivera. Mantener su herencia de intereses políticos, económicos y doctrinales, ante un Papa como Francisco que no es su aliado ni su cómplice, más bien todo lo contrario, como lo demostró Bergoglio en su reciente visita a México, en febrero de este año.
Sucesores y huellas de pederastia
El tema de la pederastia no es menor en la sucesión de Norberto. Quizá porque la pederastia se convirtió en un pacto de poder mafioso y en el secreto mejor guardado en las redes de tráfico de influencias de la jerarquía católica.
Al menos cuatro de los posibles sucesores del cardenal Rivera han sido señalados por proteger a sacerdotes pederastas:
-Carlos Aguiar Retes, exobispo de Texcoco de 1997 a 2009, amigo personal del presidente Enrique Peña Nieto, fue señalado por proteger en su diócesis al sacerdote de Nicaragua, Zenón Corrales Cabrera, según lo reveló el investigador Rodolfo Soriano al periodista Rodrigo Vera en una extensa entrevista publicada hace dos semanas en Proceso. Aguiar Retes es identificado como uno de los más fuertes candidatos a suceder a Norberto Rivera.
-José Luis Chávez Botello, obispo de Oaxaca, está en el centro de otro escándalo por proteger a Gerardo Silvestre Hernández y a Carlos Franco, señalados como abusadores de decenas de niños. Ahí está el documental recientemente estrenado y producido por Cristina Sada e investigado por el periodista Diego Osorno.
-Víctor Sánchez Espinoza, obispo de Puebla, es identificado como el auténtico “delfín” de Norberto Rivera para sucederlo en la Arquidiócesis, pero formó parte de esta red de protección cuando estuvo como obispo auxiliar en la Ciudad de México de 2004 a 2009. Como Norberto, Sánchez Espinoza abanderó las posiciones contra el matrimonio igualitario y de la reforma constitucional de Peña Nieto.
-Ramón Castro, actual obispo de Cuernavaca y exobispo de Campeche (2006-2013), otro de los posibles sucesores de Norberto, también ha sido señalado de encubrir a sacerdotes de Campeche, quienes durante dos años abusaron del misionero Luis Felipe Yzquierdo, cuando tenía 16 años. El caso llegó, incluso, a un exhorto del Poder Judicial del estado peninsular a las autoridades de Morelos para llevar a cabo las diligencias necesarias y emplazar al obispo como acusado.
En otras palabras, ninguno de los actuales obispos que han sido mencionados como sucesores de Norberto está libre de tirar la primera piedra en este tema que constituye la quintaesencia de la crisis de liderazgo moral de la Iglesia católica.
El único de los aspirantes que no se ha vinculado como protector de pederastas es el exobispo coadjutor de Papantla, Jorge Carlos Patrón Wong, muy cercano al Papa Francisco, quien lo nombró como secretario de la Congregación del Clero para los Seminarios, es decir, el principal responsable de la formación de los futuros sacerdotes.
Patrón Wong, de origen yucateco, conoce muy bien las dimensiones del problema humano, político y económico de la pederastia. Participó en 2011 como representante de El Vaticano en un simposio sobre el combate a la pederastia y en mayo de 2012 elaboró un proyecto de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) para evitar los abusos sexuales contra menores de edad.
Según una entrevista que dio a la agencia Notimex en aquella ocasión, Patrón Wong adelantó que este proyecto “se caracteriza por el énfasis que pone en la prevención de posibles abusos y la selección de los candidatos al sacerdocio. Y tiene además en cuenta todos los aspectos de la legislación civil mexicana”.
El documento, afirmó Patrón Wong, menciona las “líneas guía” que asumirá la Iglesia mexicana para enmendar los errores cometidos en el pasado y evitará la “discrecionalidad” con que se manejaban este tipo de abusos.
“Se impondrá la cultura de la transparencia” por encima de la “cultura del silencio”, muy difundida en el pasado y cuyo máximo exponente fue Marcial Maciel, admitió Patrón Wong ante la agencia informativa.
Justo esa “cultura del silencio” y de la complicidad que llevaron al cardenal Norberto Rivera al desprestigio y a dejar su legado de 18 años en la Ciudad de México manchados por su opción preferencial por el encubrimiento.

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