12/19/2016

El affaire Trump y el desastre de la diplomacia mexicana



Carlos Fazio/IV
El invasivo desplazamiento de los profesionales de la diplomacia mexicana por los incorporados −cónsules y embajadores designados políticamente por los sucesivos presidentes de México− se dio de la mano de las políticas neoliberales de las pasadas tres décadas y la irrupción de una tecnoburocracia amaestrada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, como instrumentos del Departamento del Tesoro estadunidense.
Al principio del salinismo, junto con Gustavo Petricioli, profesional de las finanzas y la economía egresado del ITAM y con una maestría en Yale, fueron incorporados a la Secretaría de Relaciones Exteriores otros cuatro ex secretarios de Estado del sexenio de Miguel de la Madrid: el de Educación, Miguel González Avelar, fue titular del Instituto Matías Romero (organismo encargado de la formación y capacitación de los miembros del servicio exterior); el de Agricultura y Recursos Hidráulicos, Eduardo Pesqueira, designado representante ante la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO); el de Relaciones Exteriores, Bernardo Sepúlveda, jefe de misión en Londres, y el de Energía, Minas e Industria Paraestatal y aspirante fracasado a la silla presidencial, Alfredo del Mazo, quien había sido enviado por el propio De la Madrid a la representación en Bélgica, y siguió en funciones.
Otra golondrina sexenal en el servicio exterior que dio mucho de que hablar entonces fue Miguel Alemán Velasco, ex presidente ejecutivo de Televisa y subdirector del diario Novedades, designado por Salinas embajador especial para promover el turismo en el extranjero. El nombramiento se entendió como una concesión a Televisa y al gran capital: Alemán era el principal inversionista en el ramo turístico del país. Otra promoción de afuera fue la del economista Alfredo Phillips Olmedo, opaco ex director del Banco de Comercio Exterior, quien había hecho carrera en Hacienda y fue designado a la embajada en Canadá.
La tendencia no se alteró tras la llegada del PAN al gobierno en 2000. Los ex presidentes Fox y Calderón colocaron a conocidos políticos sin experiencia ni carrera diplomática en importantes embajadas y consulados. A los ya nombrados ex representantes ante el reino de España: Gabriel Jiménez Remus (designado luego a Cuba), Jorge Zermeño y Francisco Ramírez Acuña se sumaron Luis Felipe Bravo Mena, ex legislador y ex presidente de Acción Nacional, enviado por Fox como embajador ante la Santa Sede, y Francisco Barrio, ex gobernador de Chihuahua y ex secretario de Estado, nombrado por Calderón embajador en Canadá.
Entre los políticos sin carrera diplomática designados por Peña Nieto bajo la lógica del compadrazgo destaca Enrique Martínez y Martínez, el ex gobernador de Coahuila que fue secretario de Agricultura en los primeros tres años del actual sexenio, que remplazó en Cuba a Juan José Bremer, a quien le pasaron de noche los 18 meses de negociaciones entre Washington y La Habana con mediación del Vaticano. Un caso similar es el de otro cuate del Presidente, el mexiquense y actual embajador en Colombia Arnulfo Valdivia, quien no figuró ni como testigo en las negociaciones de paz entre el presidente Juan Manuel Santos y las FARC.
Otra designación cuestionada fue la del priísta Fernando Castro Trenti, quien tras perder la elección a gobernador en Baja California en 2014 fue designado embajador en Argentina. En Japón despacha Carlos Almada, quien antes de adquirir experiencia en la embajada de Portugal fue acusado de haber formado parte del Pemexgate. Recientemente fue designado en Singapur el mercadólogo Nathan Wolf Lustbader, protegido de la comunidad judía, quien tras reprobar cinco veces el examen del servicio exterior regresa ahora como… embajador plenipotenciario.
El nuevo paraíso consular. Hasta hace algunos años, la veda al acceso a las embajadas más atractivas no incluía a los consulados. Pero desde los 90, connotados políticos y simples recomendados con poco nivel intelectual −por lo general ex legisladores y civiles desconocidos− comenzaron a aceptar designaciones como cónsules generales en las más importantes plazas de Estados Unidos: Los Ángeles, Chicago, Nueva York, Houston, Denver, San Diego, Orlando.
El fundamento de la irritación que prevalece entre los miembros del servicio exterior no se limita al número o las características de las plazas perdidas por quienes deben desarrollar, en promedio, una carrera de 25 años ascendiendo por el escalafón para ser designados en un consulado medianamente importante, sino que encuentra sustento adicional en el perfil y la personalidad de los seleccionados, algunos con mala fama pública y sin ética como para representar al país en el extranjero.
A casos como los ya mencionados de Agustín Barrios Gómez, Fidel Herrera y el defenestrado Andrés Roemer se suman los de la ex procuradora general de la República Marisela Morales, actual cónsul en Milán, Italia, cuya designación en 2013 llevó al senador Alejandro Encinas a decir que fue una carta de impunidad por su papel en episodios como el michoacanazo y la falta del debido proceso en el caso de la francesa Florence Cassez.
En 2016, el ex gobernador de Chiapas Juan Sabines Guerrero fue designado cónsul en Orlando, Florida, pese a que durante y después de su mandato se le acusó de haber dejado una deuda de 40 mil millones de pesos y un faltante de mil millones por obras públicas no ejecutadas. Otra designación sonada fue la del ex embajador en Inglaterra, el mexiquense Diego Gómez Pickering, quien durante los festejos patrios de México en Londres, en 2015, introdujo en la arenga del Grito de Independencia un ¡Viva Porfirio Díaz!: Peña Nieto lo premió con el consulado en Nueva York. Un caso atípico es el de María de los Remedios Gómez Arnau, cónsul en Raleigh, Carolina del Norte, quien sin ser de carrera desempeñó ese mismo cargo antes en Atlanta y San Diego bajo la protección del embajador eminente Andrés Rozental.

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