Miguel Concha
Durante 2016,
y a la par de los preparativos de la reunión de la 13 Conferencia de
las Partes de la Convención sobre la Diversidad Biológica (CDB), COP 13,
realizada en Cancún, Quintana Roo, del 4 al 17 de diciembre pasados,
diversas organizaciones, comunidades y movimientos sociales comenzaron
una serie de reflexiones y acciones en torno a las implicaciones en esa
deliberación mundial. Para tratar ese trascendental tema se llevaron a
cabo reuniones entre universidades, organizaciones y comunidades
indígenas y campesinas. Destaca, por ejemplo, la del 29 de noviembre
pasado, realizada por el Diálogo Indígena y Campesino de la Caravana de
la Diversidad Biocultural, integrado por un conjunto de comunidades,
académicos y organizaciones sociales que han impulsado la defensa de la
diversidad biológica y cultural. En él se congregan quienes desde
diversos ámbitos han luchado por la conservación y cuidado de la Madre
Tierra y se oponen a la privatización y comercialización de la
biodiversidad cultural.
La Caravana considera que
son las comunidades las legítimas poseedoras de la biodiversidady que
son ellas quienes han creado y resguardado en sus territorios, por cientos de años, la inconmensurable riqueza biocultural. Asimismo, del 9 al 11 de diciembre siguientes se realizó igualmente en Cancún la Cumbre Múuch’tambal sobre Experiencia Indígena: Conocimiento Tradicional y Diversidad Biológica y Cultural, para discutir y proponer medidas locales, nacionales y globales, con el fin de integrar saberes tradicionales de personas y comunidades indígenas en el cuidado de los bienes comunes, así como el bienestar económico y social de los pueblos. Dicha cumbre, gestionada también por comunidades indígenas, académicos y organizaciones sociales, fue convocada casi al mismo tiempo que se realizaba la reunión formal entre estados de la COP 13. Todas estas acciones evidencian la oposición que existe entre las posturas que los distintos espacios sostienen. La COP 13 dejó ver que en razón de la mayoría de acuerdos que sostuvieron, su mayor apuesta es la cooperación internacional a partir de las empresas y la iniciativa privada, las cuales claramente ponen en riesgo la diversidad cultural y biológica, al priorizar el lucro de los bienes comunes y los conocimientos tradicionales, por encima de la libre determinación de los pueblos y su relación ancestral con los ecosistemas que los sustentan.
A decir de las organizaciones y comunidades, se trata de una agenda que impulsa
la mercantilización de la diversidad biocultural. Por otro lado, las organizaciones integrantes de la Caravana por la Diversidad Biocultural, así como la Cumbre Múuch’tambal, entre otras redes de organizaciones que acudieron a intentar participar e incidir en la reunión de la COP 13 –que se caracterizó por su cerrazón ante las demandas sociales–, se posicionaron no sólo por atender la crisis ambiental que se da a nivel global, sino también por hacer frente al sistema neoliberal, causante de estas crisis, mediante la defensa de la autonomía de las comunidades, la legitimidad de los saberes tradicionales, el derecho a la tierra y al territorio, el derecho a la consulta y al libre consentimiento, así como al cuidado y la conservación de los bienes comunes.
La Caravana de la Diversidad Biocultural se constituyó
precisamente para hacer frente a los atropellos de empresas
trasnacionales contra el cuidado de la biodiversidad y el bienestar de
los pueblos indígenas y originarios, teniendo a México entre sus
referentes, por la lucha contra la siembra de soya transgénica por parte
de Monsanto en diversos municipios de Campeche. Caso en el que, como
sabemos, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya falló en favor de
las comunidades afectadas que se detuviera la siembra de dicha planta,
en vista de que los pesticidas y las modificaciones genéticas de los
cultivos afectaron gravemente a las abejas y la apicultura de la región,
que representa una importante actividad económica para las comunidades
mayas de Campeche. Asimismo, por la lucha social y jurídica que desde
hace ya más de tres años han llevado a cabo organizaciones sociales,
campesinas e indígenas contra las siembras de maíz transgénico, y que
gracias a ella se han detenido en su fase comercial. Y por las diversas
resistencias que los pueblos y comunidades mantienen en sus territorios,
contra el despojo de sus patrimonios bioculturales.
Desde la Cumbre Múuch’tambal se expidió una declaración que expresa
la importancia de los conocimientos de los pueblos para la protección de
la biodiversidad, así como la relevancia de su uso libre, para que la
biodiversidad cultural en México y el mundo no se vea vulnerada por los
intereses empresariales. Las organizaciones reconocen también
ampliamente, entre otros puntos, el papel de las mujeres y de las
personas jóvenes en el cuidado de la diversidad biológica y cultural; el
nexo ancestral entre los pueblos indígenas y originarios con la tierra y
los ecosistemas; la importancia de proteger los recursos genéticos de
los seres vivos; la vigencia de los organismos internacionales que
protegen los derechos de los pueblos indígenas, y, para resguardar la
diversidad biológica y cultural, la necesidad de la colaboración entre
las comunidades indígenas y las instancias internacionales. Por su
parte, la Caravana de la Diversidad Biocultural posicionó frente a la
COP 13 que
defender la biodiversidad de manera integral implica entender la profundidad de los sentidos culturales vinculados a todos los elementos de la Madre Tierra, la Pachamama, y los pueblos originarios. Y que es desde allí de donde parte
la defensa de la vida y el bien común, con base en la organización, la
cooperación y la ayuda mutua, pilares de la comunalidad.
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