El 16 de septiembre,
con el levantamiento del Plantón de los profesores de la sección 7 y 40
de la CNTE, en Tuxtla Gutierrez, Chiapas, se cerró una etapa de la lucha
de clases protagonizada por los trabajadores de la educación contra la
privatización de la educación. Con esa Huelga Nacional Magisterial de
124 días, la CNTE le dio un duro golpe a la política educativa de la
oligarquía financiera y dejó con herida de muerte su contrarreforma
educativa.
Al término de la Huelga Magisterial, le siguieron 3 meses y 15 días de calma, la dispersión quiso hacerse presente entre los sectores democráticos, progresistas y revolucionarios del país, los espacios de unidad obrera, campesina y popular se vieron influidos por esta dinámica, pero lograron persistir y remontar el escenario, planteándose un plan de acción mínimo para arrancar el año; ese plan es lo que ahora tenemos como Jornada Nacional de Organización y Movilización, que inicia el 17 de enero con un foro anti-Trump en el Sindicato de Telefonistas en Tijuana, BC.; seguido de la jornada de protestas el 20 con la toma de posesión de Donald Trump, la XXVIII jornada por Ayotzinapa el 26 de enero; la Jornada Nacional de Movilización el 31 de enero y, esta pequeña etapa cierra con los eventos unitarios del 5 de febrero en el marco del Centenario de la Constitución de 1917.
El plan anunciado, no pasaría de ser una serie de movilizaciones que cada principio de año diversas organizaciones realizan, si no encuentra conexión con el gran estallido social que ha significado la lucha contra el alza de precios, que está removiendo los cimientos del México bronco y proletario.
Consecuencia del sometimiento de la economía a la dependencia al imperialismo yanqui a través de las reformas estructurales, y en particular la reforma energética; a partir del 1° de enero, el pueblo mexicano padece de dos hechos económicos letales: el incremento de precios de la gasolina, el gas de uso doméstico y la electricidad; a la par, una depreciación abismal del peso mexicano frente al dólar, producto de un giro nacional-facista en la política norteamericana con la llegada en los próximos días de Donald Trump. Dos hechos que están conduciendo a un espiral de encarecimiento de la vida, sin fin.
Paralelamente, desde el 1° de enero, se vive en todo el país un escenario de movilizaciones espontaneas y legítimas de las masas populares, involucrando a todas las capas de la pequeña burguesía que inevitablemente tiende a proletarizarse e importantes sectores de la burguesía media. Lo que ha generado una gran explosividad, en varios puntos la movilización ha ido tomando un carácter de levantamiento o revuelta popular, Ixmiquilpan y Rosarito, se inscriben en este contexto.
Ixmiquilpan, es un municipio enclavado en la región del Valle del Mexquital, del céntrico estado de Hidalgo; gobernados actualmente por el PRI, ahí, los sectores populares no habían logrado movilizarse fuertemente en las luchas recientes del pueblo mexicano, ahora esa inconformidad contenida estalló, firme, estremecedora, combativa.
Las acciones iniciaron con la toma de las gasolineras, el cierre de las principales cadenas comercializadoras: Chedrahui, Copel, Oxxo, etc.; el acordonamiento de las sucursales bancarias; el pueblo se incorporó masivamente, y las acciones fueron subiendo de tono, se bloquearon las carreteras, entre ellas, la que conduce de México a Laredo; se detuvieron las pipas de gasolina y se distribuyó el combustible a la población. De todas las acciones del país, a partir del 4 de enero, las del Valle del Mexquital se tornaron en las más peligrosas para el Estado mexicano.
El día jueves 5 de enero, el gobierno de Peña Nieto quiso mostrar a México y al mundo su verdadera respuesta a la inconformidad generalizada; mandó policías federales armados hasta los dientes a ahogar en sangre ese levantamiento; la respuesta popular fue de mayor calado y las fuerzas represivas, a las que se sumaron los policías municipales, estatales y el Ejército Mexicano huyeron despavoridos, abandonando equipo y heridos, ante la furia de las masas populares.
Con un saldo de dos jóvenes asesinados: Alfredo Pérez y Alan Giovani Gutiérrez, y miles de heridos, el pueblo de Ixmiquilpan, le dio una lección a la clase obrera y los pueblos; lección que se extiende a la imposición por parte de las asambleas populares, una serie de decisiones para no subir el precio de los productos básicos y evitar el desabasto en los municipios de Tepatepec y Francisco I. Madero.
Rosarito, una población ubicada a pocos kilómetros de Los Angeles, California, también se sumó a esta oleada de protestas; con todo y su inexperiencia en las batallas populares, se convocó alrededor de la estación distribuidora de PEMEX, ubicada a un costado de la carretera transpeninsular, que conecta las tres californias (Norte, Sur y Estados Unidos).
El Estado mexicano, haciendo como que no sabe de los desmanes y actos de saqueo que él mismo mandó ha realizar en la zona centro del país (Puebla, Ciudad de México y Estado de México), prefirió utilizar sus fuerzas policiales, para ejercer otra sanguinaria represión contra el pueblo rosaritense; el día sábado 7 de enero. Todo inició con el aterrizaje de un avión hércules, en el aeropuerto de Tijuana, en el transcurso de la mañana; el aeroplano trasladó a un numeroso grupo de Policías Federales, que con el apoyo de los estatales y municipales, durante todo el día intentó replegar a los manifestantes, estos se resistieron a desbloquear; por el contrario, la respuesta fue reforzar el cierre de la carretera, lo que desató el enojo de los fascistas, quienes buscaron una provocación, utilizando una camioneta para arrollar algunos policías.
Acto seguido, los gases lacrimógenos y la redada policial, dejó como saldo más de 70 detenidos, periodistas golpeados y una muestra más de la verdadera solución que Peña Nieto pretende imponer a la inconformidad nacional. El pueblo rosaritense, desde sus adentros sacó mas fuerza y mantuvo la protesta, logró convocar a importantes sectores de Tijuana, Mexicali, Tecate, Ensenada y los Jornaleros de San Quintín; poniendo de cabeza toda la región, esto obligó a los yanquis a cerrar momentaneamente las adunas que conectan con México en la zona.
Rosarito e Ixmiquilpan, sin duda, son los dos ejemplos a seguir, contra el alza de precios; si la CNTE logró tirar al suelo la contrarreforma educativa con una Huelga Nacional; ahora desde el Valle del Mexquital hasta la región norteña, pasando por todo el territorio nacional, nos toca cavar la tumba de la reforma energética y detrás de ella tirar todas las reformas estructurales y a sus defensores. El quid de la cuestión está en conectar por todos los hilos esta lucha con la que llevan a cabo los padres de los 43, la CNTE, los campesinos, las policías comunitarias, el EZLN, los telefonistas, y otros sectores que vienen luchando contra el régimen; ésto se verá si las jornadas del próximo, 15, 26 y 31 de enero se acercan a las características de un Paro Nacional que tenga perspectiva de Huelga Política General.
Florentino López Martínez es Presidente Nacional del Frente Popular Revolucionario (FPR) y Vicepresidente de Asuntos Exteriores de la Liga Internacional de la Lucha de los Pueblos (ILPS)
Al término de la Huelga Magisterial, le siguieron 3 meses y 15 días de calma, la dispersión quiso hacerse presente entre los sectores democráticos, progresistas y revolucionarios del país, los espacios de unidad obrera, campesina y popular se vieron influidos por esta dinámica, pero lograron persistir y remontar el escenario, planteándose un plan de acción mínimo para arrancar el año; ese plan es lo que ahora tenemos como Jornada Nacional de Organización y Movilización, que inicia el 17 de enero con un foro anti-Trump en el Sindicato de Telefonistas en Tijuana, BC.; seguido de la jornada de protestas el 20 con la toma de posesión de Donald Trump, la XXVIII jornada por Ayotzinapa el 26 de enero; la Jornada Nacional de Movilización el 31 de enero y, esta pequeña etapa cierra con los eventos unitarios del 5 de febrero en el marco del Centenario de la Constitución de 1917.
El plan anunciado, no pasaría de ser una serie de movilizaciones que cada principio de año diversas organizaciones realizan, si no encuentra conexión con el gran estallido social que ha significado la lucha contra el alza de precios, que está removiendo los cimientos del México bronco y proletario.
Consecuencia del sometimiento de la economía a la dependencia al imperialismo yanqui a través de las reformas estructurales, y en particular la reforma energética; a partir del 1° de enero, el pueblo mexicano padece de dos hechos económicos letales: el incremento de precios de la gasolina, el gas de uso doméstico y la electricidad; a la par, una depreciación abismal del peso mexicano frente al dólar, producto de un giro nacional-facista en la política norteamericana con la llegada en los próximos días de Donald Trump. Dos hechos que están conduciendo a un espiral de encarecimiento de la vida, sin fin.
Paralelamente, desde el 1° de enero, se vive en todo el país un escenario de movilizaciones espontaneas y legítimas de las masas populares, involucrando a todas las capas de la pequeña burguesía que inevitablemente tiende a proletarizarse e importantes sectores de la burguesía media. Lo que ha generado una gran explosividad, en varios puntos la movilización ha ido tomando un carácter de levantamiento o revuelta popular, Ixmiquilpan y Rosarito, se inscriben en este contexto.
Ixmiquilpan, es un municipio enclavado en la región del Valle del Mexquital, del céntrico estado de Hidalgo; gobernados actualmente por el PRI, ahí, los sectores populares no habían logrado movilizarse fuertemente en las luchas recientes del pueblo mexicano, ahora esa inconformidad contenida estalló, firme, estremecedora, combativa.
Las acciones iniciaron con la toma de las gasolineras, el cierre de las principales cadenas comercializadoras: Chedrahui, Copel, Oxxo, etc.; el acordonamiento de las sucursales bancarias; el pueblo se incorporó masivamente, y las acciones fueron subiendo de tono, se bloquearon las carreteras, entre ellas, la que conduce de México a Laredo; se detuvieron las pipas de gasolina y se distribuyó el combustible a la población. De todas las acciones del país, a partir del 4 de enero, las del Valle del Mexquital se tornaron en las más peligrosas para el Estado mexicano.
El día jueves 5 de enero, el gobierno de Peña Nieto quiso mostrar a México y al mundo su verdadera respuesta a la inconformidad generalizada; mandó policías federales armados hasta los dientes a ahogar en sangre ese levantamiento; la respuesta popular fue de mayor calado y las fuerzas represivas, a las que se sumaron los policías municipales, estatales y el Ejército Mexicano huyeron despavoridos, abandonando equipo y heridos, ante la furia de las masas populares.
Con un saldo de dos jóvenes asesinados: Alfredo Pérez y Alan Giovani Gutiérrez, y miles de heridos, el pueblo de Ixmiquilpan, le dio una lección a la clase obrera y los pueblos; lección que se extiende a la imposición por parte de las asambleas populares, una serie de decisiones para no subir el precio de los productos básicos y evitar el desabasto en los municipios de Tepatepec y Francisco I. Madero.
Rosarito, una población ubicada a pocos kilómetros de Los Angeles, California, también se sumó a esta oleada de protestas; con todo y su inexperiencia en las batallas populares, se convocó alrededor de la estación distribuidora de PEMEX, ubicada a un costado de la carretera transpeninsular, que conecta las tres californias (Norte, Sur y Estados Unidos).
El Estado mexicano, haciendo como que no sabe de los desmanes y actos de saqueo que él mismo mandó ha realizar en la zona centro del país (Puebla, Ciudad de México y Estado de México), prefirió utilizar sus fuerzas policiales, para ejercer otra sanguinaria represión contra el pueblo rosaritense; el día sábado 7 de enero. Todo inició con el aterrizaje de un avión hércules, en el aeropuerto de Tijuana, en el transcurso de la mañana; el aeroplano trasladó a un numeroso grupo de Policías Federales, que con el apoyo de los estatales y municipales, durante todo el día intentó replegar a los manifestantes, estos se resistieron a desbloquear; por el contrario, la respuesta fue reforzar el cierre de la carretera, lo que desató el enojo de los fascistas, quienes buscaron una provocación, utilizando una camioneta para arrollar algunos policías.
Acto seguido, los gases lacrimógenos y la redada policial, dejó como saldo más de 70 detenidos, periodistas golpeados y una muestra más de la verdadera solución que Peña Nieto pretende imponer a la inconformidad nacional. El pueblo rosaritense, desde sus adentros sacó mas fuerza y mantuvo la protesta, logró convocar a importantes sectores de Tijuana, Mexicali, Tecate, Ensenada y los Jornaleros de San Quintín; poniendo de cabeza toda la región, esto obligó a los yanquis a cerrar momentaneamente las adunas que conectan con México en la zona.
Rosarito e Ixmiquilpan, sin duda, son los dos ejemplos a seguir, contra el alza de precios; si la CNTE logró tirar al suelo la contrarreforma educativa con una Huelga Nacional; ahora desde el Valle del Mexquital hasta la región norteña, pasando por todo el territorio nacional, nos toca cavar la tumba de la reforma energética y detrás de ella tirar todas las reformas estructurales y a sus defensores. El quid de la cuestión está en conectar por todos los hilos esta lucha con la que llevan a cabo los padres de los 43, la CNTE, los campesinos, las policías comunitarias, el EZLN, los telefonistas, y otros sectores que vienen luchando contra el régimen; ésto se verá si las jornadas del próximo, 15, 26 y 31 de enero se acercan a las características de un Paro Nacional que tenga perspectiva de Huelga Política General.
Florentino López Martínez es Presidente Nacional del Frente Popular Revolucionario (FPR) y Vicepresidente de Asuntos Exteriores de la Liga Internacional de la Lucha de los Pueblos (ILPS)
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