QUINTO PODER
Por: Argentina Casanova*
Es el feminismo por sí mismo una forma de protesta, es la lucha de las
mujeres contra la falsa percepción de condición de inferioridad de las
mujeres, que es de las ideas más antiguas que más cabida tienen en el
imaginario colectivo.
En cambio lo que permanece ayer como hoy es esa misma conciencia de
deseos de libertad y de justicia que mueve a las feministas a empatizar
con las causas sociales, con la de obreros y obreras, con las de las
clases más afectadas por las crisis económicas, y por supuesto en
entender desde una óptica de “marginada social” a todas las poblaciones
que habitan las periferias y los sótanos de la sociedad.
Históricamente las feministas han participado en los movimientos
sociales más importantes para la búsqueda del voto, contra las guerras,
en demanda de respeto, contra gobiernos capitalistas y neoliberales, por
la protección al medio ambiente y muchas otras causas, y es mediante la
protesta como se expresa la inconformidad.
No hay otra forma de hacer y de ser feminista si no es con la protesta,
saliendo a las calles, manifestándonos y sumándonos a las realidades del
país. No hay forma de decirnos o enunciarnos feministas si no va de por
medio el cuerpo en la protesta y el activismo para expresar nuestras
ideas, siempre lo fue así y así lo recuerdan las ancestras que lucharon
por el voto, pero también las obreras que demandaban horarios y salarios
más justos.
Fue el feminismo blanco de Inglaterra y Estados Unidos, el que protestó
tomando los espacios públicos para exigir el voto femenino, conquista
que no se lograría si no fuera por medio de la lucha organizada, las
alianzas, las resistencias y memorables aliados. Ha sido el feminismo de
Europa del Este el que luchó contra las guerras, el feminismo
latinoamericano el que se opone al colonialismo y el neoliberalismo.
Es la invisibilización de los asesinatos de las mujeres en todo el mundo
los que hemos tenido que salir a denunciar marchando, tomando calles a
lo ancho y largo, exigiendo justicia y exigiendo que legisladores y
gobernantes de todo el mundo y el país cumplan con su trabajo. No hay
otra forma de decirlo, hemos denunciado al Estado feminicida y sabemos
que es el Estado omiso el responsable y causante de los asesinatos de
las mujeres.
No es solo la muerte a manos del agresor, del esposo, del atacante
desconocido, es la forma pasiva con la que el Estado permite y alienta
la violencia contra las mujeres y las niñas contra la que hemos
protestado y es también ese empobrecimiento que se agudiza contra las
mujeres la que tenemos obligación de denunciar.
La lucha feminista nos lleva a tomar conciencia de que el Estado
empobrece a la población por la corrupción y la impunidad, que es el
Estado con sus brazos opresores de Policía que salen a combatir
ciudadanía armada con piedras pero que es incapaz de perseguir y poner
un freno a los casos de feminicidio y a la narcopolítica que violenta a
las mujeres.
Nos lleva a expresar conscientes que el Estado debería preocuparse por
agudizar la pobreza de su población, en la que son las mujeres y las
niñas las pobres entre las pobres, las que más padecerán de empleos mal
remunerados, de no contar con seguros médicos y de que el dinero de un
trabajo no alcance para la leche de sus hijas e hijos.
Que ese territorio llamado “nación” es la que recorren a diario las
mujeres en calles oscuras sin vigilancia policial, donde no hay un peso
invertido en cámaras y hay lotes baldíos en donde son asesinadas y sus
cuerpos arrojados.
No, no se puede ser feminista sin tomar conciencia que salir a la calle a
exigir justicia para las mujeres asesinadas es también un reclamo
permanente al Estado feminicida que hoy asesta un nuevo golpe contra las
mujeres y las niñas al encarecer su vida aún más con el alza a los
combustibles y los alimentos.
Decir que los incrementos no afectarán a los pobres, tiene la malsana
intención de generar ambientes de separación, separar a los pobres y las
pobres, de quienes aún les queda algo de poder adquisitivo y pagan
impuestos, equiparándolos a estos últimos como poderosos cuando en
realidad los que se han enriquecido impunemente a costa del erario
público son quienes tendrían que devolver el dinero que han robado a la
sociedad.
Sí, es el feminismo y no se puede ser feminista de otra forma, sin el
reclamo de que el empobrecimiento de las mujeres es también resultado de
la corrupción de servidores públicos que se quedan con dinero que debía
destinarse a la prevención de la violencia, y que son tan culpables
estos como aquellas y aquellos que desconocen sus responsabilidades y
las asumen por el pago que recibirán y para mantener posiciones
políticas a costa de la vida de las mujeres y las niñas.
Las calles se quedan vacías para reclamar las injusticias contra las
mujeres, somos pocas y lo sabemos, apenas el 24 de abril y el 25 de
noviembre del año pasado en algunas ciudades se lograron reunir
centenares, pero en general las protestas feministas son cada vez menos.
Porque en teoría hay más feministas pero en las calles luchando y
exigiendo justicia somos las mismas de siempre y cada vez menos.
Estamos solas no solo de los compañeros de izquierda o de otros grupos
que no asumen que la nuestra, la lucha en contra de la violencia, es
también una lucha contra el Estado opresor. Estamos solas porque incluso
hay compañeras que no ven en las calles la lucha sino en un escritorio,
como si ello cortara los pies para salir y hacer nuestras las
protestas.
Necesitamos sí volver a ser como las feministas de antes, las ancestras
que salían a las calles y ponían el cuerpo en la lucha de nuestro
derecho a la educación, al trabajo, al voto, a la vida.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
CIMACFoto:César Martínez López
Cimacnoticias | Campeche, Camp.-
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