Raquel Rosario Sánchez
Si
hay un mensaje que la sociedad le hace saber a las niñas y mujeres
desde que nacemos es el siguiente: que no te violen. No importa lo que
pase, no importa en todos los líos y problemas en que te metas:
asegúrate de no ser una violada más. El mensaje está escrito en los
consejos sabios de “no salgas vestida así esta noche” y “que no se
olvide llamar desde que llegues”. Está en los noticieros cuando reportan
que “fue poco prudente que la víctima caminara por esa zona a esa hora”
y las recriminaciones que te recuerdan el carácter trágico e
irreparable que tiene una violación. “Una vida destruida”, nos dicen
algunos con cara de tragedia irreparable.
La violación sexual
tiene un poder omnipotente en la vida de las niñas y mujeres. El
patriarcado nos construye como unas muñecas de porcelana, desechables y
necesarias para ser explotadas a su conveniencia, pero sea como sea, de
porcelana. Una violación te rompe. Y la sociedad, a veces incluso
aquellas personas bien intencionadas, reproducen el mensaje de que lo
peor que le puede pasar a una niña o a una mujer es que la violen.
Cuando eso sucede ya quedaste bien sucia, indigna, rota.
Pondremos
a un lado el debate que la violación es un acto grave y un trauma
trágico con repercusiones serias. Ahora, ¿hasta qué punto debemos
construir una cultura de duelo irreparable y perpetuar la idea de que si
te violaron ya estas dañada? ¿Hasta qué punto fomentamos la idea de que
las mujeres y niñas somos como un plato y una violación rompe el plato?
Yo
personalmente no sé la respuesta, pero reflexiono sobre esa disyuntiva
constantemente. Es por eso que no me quiero ni imaginar el terror y la
desesperación que sentirán muchas niñas y mujeres ante el fenómeno de no
solo ser violada y cargar con el peso tanto de su trauma como de estas
preguntas que acabo de articular, sino también con la realidad de que
sus violadores documenten sus violaciones grabándolas en video y
vendiéndolas por dinero o distribuyéndola entre sus compinches
patriarcales “para socializar”.
Un violador (o varios) buscándote,
tomándose turnos con sus amigos para decidir quién te viola primero y
quien agarra la cámara es un pastel putrefacto que incluye todos los
ingredientes misóginos más repugnantes: la violencia y agresión por puro
placer machista, la comercialización de la vejación hacia las mujeres y
niñas para aumentar un capitalismo que nunca es, ni será aliado nuestro
y la socialización de la masculinidad tóxica. Y ahí en la grabación
queda ella, la violada, siendo simplemente un instrumento para
mezclarlos todos juntos pero que se vuelve a poner en el fregadero,
hasta cuando otros te quieran volver a utilizar.
Es que yo aquí no
estoy hablando de cosas abstractas. Estoy hablando de realidades
materiales que están violentando y matando mujeres y niñas,
probablemente mientras tú estás leyendo mis palabras. Nos cuenta Al Jazeera
en un reportaje investigativo titulado ‘Un Comercio Oscuro: Vídeos de
Violación A la Venta en la India’ que: “en este estado industrial del
norte (de la India, Uttar Pradesh), puedes comprar vídeos de una mujer
siendo violada por el precio de una comida barata. Al Jazeera
encontró lo que parece mostrar violaciones a la venta. Cuestan desde 20
Rs a 200 Rs (de 30 centavos a 3 dólares) y se transmiten al teléfono
móvil de persona a persona en una cuestión de segundos”.
Y para
que no quede duda de que la razón principal de los vídeos es humillar
para siempre a las mujeres y niñas que desafortunadamente cayeron en las
garras de trogloditas tan sádicos, el reportaje nos aclara: “las caras
de las mujeres son visibles. Sus voces son claras. Las vejaciones son
brutales”. Y para que nadie piense que son difíciles de conseguir o que
los camuflajean, Al Jazeera nos cuenta que los vídeos son bien
claros en su descripción. Se venden como “los vídeos de las violaciones”
pero a veces usan eufemismos y les llaman “los vídeos locales”.
Según
la persona que colaboró con el medio de comunicación proveyendo
información, la intención de los vídeos no es en realidad venderlos al
público, aunque eso existe. La intención principal es chantajear a las
víctimas para que no vayan a la policía. Pero muchas veces cuando los
violadores llevan sus teléfonos móviles a tiendas para repararlos, los
trabajadores de la tienda sacan los vídeos del celular y los venden.
Otro ejemplo del pastel repugnante.
La abogada Mangla Verma, quien
trabaja para la Alta Corte de Delhi, explica que “La violación es vista
como una imposición del poder de un hombre sobre una mujer. Es ese
proceso que se presenta en los vídeos; se muestra que él puede no solo
cometer la violación, sino también grabarla y distribuirla”. Según las
estadísticas oficiales, en la India se reportaron 34, 651 violaciones
solo en el año 2015. Que no se nos olvide cuando leamos esos números
estadísticos, que la gran mayoría de mujeres y niñas nunca reporta una
violación lo cual quiere decir que ese número es en realidad solo una
pizca muy mínima del problema.
¿Y las mujeres y niñas? ¿Qué dicen ella de todo este fenómeno?
Bueno,
las mujeres y niñas que salen en los vídeos siendo violadas pelean y
gritan. Les ruegan a sus violadores que primero, no las violen. Pero
segundo, que si las van a violar que no lo graben con el celular.
Las
que ya han pasado por una violación reflexionan sobre la situación con
desasosiego. Dice Shikha (seudónimo), quien fue víctima de una violación
a los 15 años, que ella “ni se imagina el sufrimiento de las victimas
que han sido grabadas siendo violadas”. Cuando la violaron a ella, ella
tuvo que aguantar la vergüenza social de su comunidad y sus compañeros
de clase. “Estos vídeos van a levantar la moral de los perpetradores
porque ahora ellos saben no solo que ahora pueden cometer esos crímenes
con completa inmunidad, sino también que pueden circular los vídeos del
crimen”, argumenta la adolescente.
Shikha analiza: “Yo no me
imagino lo que tienen que sufrir esas mujeres… yo me pregunto qué les
pasara a ellas ahora que sus vídeos están siendo vendidos en el mercado.
Yo dudo que muchas de ellas no hayan pensado en suicidarse”.
Todo
esto suena verdaderamente asqueroso y no me sorprende si todas en este
punto tuviéramos ganas de vomitar. Pero antes de que alguien piense que
esos son “problemas del patriarcado de por allá” o que “son cuestiones
culturales” analicemos las conexiones que puede tener el asunto más
cerca de nosotras.
De hecho, los incidentes de hombres grabando
violaciones y utilizándolas para extorsionar mujeres y niñas es una
epidemia internacional. Se conocen casos en Suráfrica, Australia, Estados Unidos, Brasil, España…
En
Estados Unidos se da con una variante y es mejor conocido como ‘porno
vengativo’ porque comienzan como vídeos supuestamente consensuados entre
la pareja. El análisis feminista nos puede indicar que, en el
heteropatriarcado, existe una presión ejercida
sobre las mujeres y niñas para que actúen el sexo como las actrices
pagadas del porno. Y los varones, alentados por la normalización del
porno en la cultura, las coercionen a grabar las relaciones sexuales.
Cuando la relación termina, muchos hombres luego utilizan esos vídeos
para chantajear y extorsionar a sus exparejas.
Un estudio
realizado en el 2013 sobre la temática encontró que el 10 por ciento de
los hombres amenazan a sus exparejas con subir vídeos íntimos a las
redes sociales. Y de ese 10% que amenaza, el 60% cumple con su palabra.
El problema se convierte en una bestia para las mujeres y niñas luego de
que esos vídeos caen en el Internet. Estamos hablando de miles de
hombres viendo tus fotografías íntimas, tus vídeos, tu cuerpo, tu
sexualidad… sin tu consentimiento. Una y otra vez. Cuantas veces
quieran. Pueden llamar hasta a sus amigos para que te vean también. ¿No
es eso también una violación? ¿No te están violando todos esos hombres
cada vez que dan un click?
En Brasil se registra una epidemia similar
donde los patriarcales han encontrado una manera bien ingeniosa de
infligir el máximo de dolor a las mujeres y niñas, esta vez aunando
esfuerzos con la tecnología y las redes sociales.
¿Nos olvidamos
ya del horripilante caso de violación de una adolescente de 16 años en
el que 33 hombres se turnaban para violarla… y para tomarle fotos y
grabarla? El espectáculo de la misoginia fue orquestado por el novio de
la muchacha de 19 años quien la invitó a su casa y la drogó. Luego la
llevó a otro sitio donde se la repartieron entre los 33 hombres que
llevaban armas de fuego.
Reporta el Globe and Mail
que antes de que suspendieran las cuentas, los tuits (de las
fotografías y vídeos) tenía más de 550 ‘Me Gusta’ y un diluvio de
caritas felices y felicitaciones. La gente comentaba cosas vulgares,
celebrando el daño aparente infringido en los genitales de la
adolescente y decían que “sin duda, ella se lo buscó”. Hoy la muchacha habla de que se tiene que tomar “muchas duchas” y que siente “basura saliendo de mi cuerpo, de mi boca, de mis ojos”.
Sin hablar también, obviamente, de España donde durante los últimos Sanfermines
5 hombres grabaron la violación de una joven de 18 años y durante la
misma, se reían de ella y alentaban al violador en turno. Ni hablemos
tampoco de las violaciones que son grabadas, literalmente para la gran
pantalla, como la violación de Marlon Brando
a su compañera de escena durante la película ‘El Último Tango en Paris’
ni de las justificaciones de los supuestos grandes genios como Almodóvar
al decir que hablar del asunto era “sensacionalismo” y que “hay
problemas actuales más acuciantes”… como si las indignadas tenemos que
entender que cuando la violación llega al cine deja de ser una agresión y
se convierte en una pieza de arte.
Aquí tenemos que hacernos una
pausa para poder atar cabos y concluir el análisis. Hay que hacer
preguntas de carácter ideológico.
¿Dónde aprenden los hombres que
la violación es muy divertida y que a las mujeres nos encanta que nos
violen? ¿Dónde estarán aprendiendo tantos hombres y niños, a nivel
global, que grabar violaciones y compartir los vídeos entre sus amigos
es una buena idea? Sea consensuado o sea violación, la tecnología y el
patriarcado están conspirando para ubermisoginizar el asunto, pero nos
falta otro elemento…
¿Nos atrevemos a cuestionar el porno? ¿Nos atrevemos a cuestionar que, en la gran mayoría de las películas porno, incluso el “porno feminista”
se presente la violencia contra la mujer como algo excitante y no
denigrante? ¿Nos atrevemos a cuestionar que la pornografía siga
sexualizado la violación? (Como recordaremos, la violación es un acto de
agresión que tiene más en común con el deseo de controlar y dominar que
con el sexo como acto intrínseco). ¿Nos atrevemos a cuestionar que al
final de las películas porno, a las actrices les pagan para que
reaccionen a todas las agresiones (que les causan en su gran mayoría
hombres) con agradecimiento y placer, no con asco ni furia?
Eduardo Aguayo sí se atrevió
a hacer las preguntas difíciles desde la posición de su masculinidad y
entró a Google para analizar qué era lo que el buscador arrojaba cuando
escribía la palabra ‘violadas’. Lo que encontró fue simple: porno que
glorifica la violación.
Escribe Aguayo “Google muestra lo
mainstream, lo relevante para los y las que realizamos las búsquedas. El
buscador es un reflejo de lo que nosotros y nosotras mismas intentamos
encontrar. ¿Qué ocurre cuando ponemos la palabra “violadas”? Lo primero
que nos aparece es una página de pornografía, con nombre que no deja
lugar a dudas, donde al gusto del “consumidor” podemos ver maltratadas y
vejadas a todo tipo de mujeres:
“Madura violada por joven”;
“Flaquita gritona es violada”; “Adolescente inocente abusada”; “Félix
terror: amenazada y violada”; “Violada mientras duerme”; “Rape
mainstream”…
Y es que, aunque nosotras por alguna razón u otra, no
queramos hacer la conexión con el porno, los violadores que deciden
grabar sus violaciones hacen la conexión por nosotras.
Volviendo a la noticia de la distribución de las violaciones 100% reales por menos de $3 dólares en la India, parece que entre los hombres que entrevistó Al Jazeera, existe una confusión entre la pornografía y los vídeos de la violación. Al Jazeera
escribe “un hombre que admite abiertamente que él frecuentemente compra
pornografía -particularmente pornografía con motivos de violación- le
informó a Al Jazeera que él compra los vídeos en la comunidad
vecina”. Los vídeos que compra los compra en tiendas y kioscos a quienes
otros hombres les venden vídeos. El hombre informa que “él tiene una
colección de estos vídeos en su ordenador y describe los vídeos de
violaciones como ‘pornografía’”.
¿Por qué ese hombre mira esos
vídeos de violación? Pues porque según él, los vídeos tanto de la
violación en la pornografía como de la violación en la vida real le dan
“paz mental”.
¿Y las violadas? ¿Qué piensa él de todas esas mujeres y niñas violadas que salen en los vídeos que él compra tan baratos?
No
nos hagamos las tontas, que esa respuesta nos la han enseñado muy bien
desde pequeñas. Según el patriarcado, esa porcelana ya se rompió.
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