Cuando un gobierno como
el de Peña Nieto —que recibe las órdenes directas desde Estados Unidos—
carece de argumentos sólidos para justificar sus acciones, entramos en
la peligrosa fase de la represión abierta e indiscriminada contra el
descontento popular y ciudadano.
Una verdadera rebelión social y
popular se ha desatado desde el 1 de enero de 2017 a lo largo y ancho
del territorio nacional a raíz de la decisión del régimen peñanietista
de incrementar los precios de las gasolinas y del diésel en un 20%. Es
de esperar que, en una primera etapa — que se extenderá hasta el mes de
febrero cuando habrán de registrarse nuevos incrementos a las gasolinas
según lo anunció el gobierno — en esa misma proporción aumenten los
precios de la mayor parte de los productos básicos y de los servicios
públicos como luz, agua y transporte. Sin embargo, ante esta emergencia
social que se ha expresado en el bloqueo de carreteras, de gasolineras,
del suministro energético y toma de alcaldías, marchas, movilizaciones y
mítines, entre otras acciones por parte de la población, la respuesta
gubernamental ha sido la justificación lisa y llana y sin argumentos de
dichos incrementos y, por supuesto, la represión policial que ya ha
causado incluso algunos muertos. Esta es la respuesta de un gobierno
conservador, pro-imperialista y neoliberal que carece de argumentos
sustentables en la realidad, confiables y legítimos, que justifiquen sus
acciones y, lo que es trascendente, revela fehacientemente la total
ausencia de un proyecto nacional alternativo frente a los embates del
imperialismo y el neocolonialismo que, bajo la nueva presidencia que
encabeza el actual mandatario electo de Estados Unidos, serán
inusitadamente mucho más intensos y violentos contra la nación mexicana
y, por extensión, contra los países de Nuestra América.
En un
mensaje el 5 de enero en cadena nacional con motivo del Año Nuevo 2017,
Peña Nieto justificó su decisión de haber decretado el "gasolinazo" que
aumentó el precio de las gasolinas y, por "efecto demostración" incendió
la economía nacional causando aumentos significativos en los productos
básicos que son los que consume la gran mayoría de la población,
situación, por cierto, muy parecida, a la que ocurre en otras latitudes
mediante los tarifazos del gobierno neoliberal del empresario
ultraconservador Mauricio Macri en la Argentina y los del golpista sr.
Temer, en Brasil. Ante esta situación, Peña se cuestionó, como
acostumbra hacerlo con una sintáctica cacofonía: "¿y ustedes que
harían?", para justificar la acción de su gobierno en el sentido de que
"no hay alternativa", como en su momento pontificó la señora Margaret
Thatcher y se inmortalizó con la dramática y demagógica expresión: "There is No Alternative" (TINA) frase que la Dama de Hierro utilizó —y utilizan todos los lenguajes neoliberales cuyo universo, de pe a pa, es el capitalismo a secas— para indicar que "la economía de mercado
es el único sistema que funciona en el mundo". El mandatario pronunció,
así, la Gran Mentira, como también lo hacen los más insignes personeros
de su régimen.
Un día antes, el 4 de enero de 2017 seguramente
por indicaciones de Donald Trump quien de este modo hizo su primer
nombramiento en México, Peña eligió a su amigo Luis Videgaray
—ex-ministro de Hacienda, responsable del desastre económico-financiero,
del incendiario gasolinazo que sacude hasta las entrañas del país y
quien, además, fraguó la visita-injerencia de Trump a México el 31 de
agosto del año pasado cuando aún éste era sólo candidato—, como el nuevo
Canciller el cual, como un auténtico Aprendiz de Brujo, en su "toma de
posesión" declaró con sapiencia: "Yo no conozco la Secretaría de
Relaciones Exteriores, no soy un diplomático; nunca he tenido más allá
de los encargos propios de la Secretaría de Hacienda en su actividad
internacional...vengo a aprender..."
(Subrayados míos). En los momentos en que el país requiere una política
exterior digna y contundente frente a los embates anti-mexicanos del
gobierno norteamericano, la pregunta que cabe hacer inocentemente: ¿por
qué elegir a alguien que confiesa abiertamente su ignorancia? Así
respondería el enciclopedista francés Diderot: ¡Valiente pregunta!
Ambos acontecimientos ponen al desnudo que el gobierno en turno (como
el de las dos anteriores administraciones panistas) carece completamente
de un proyecto nacional alternativo que no sea, por supuesto, el
neoliberal dependiente conservador gobernado desde Estados Unidos y en
el que sus "autoridades mexicanas" son sólo empleados del Poder Imperial
ahora comandado por el sr. Trump. Éste, por su parte, ya ha anunciado
su intención de construir el muro en la frontera entre ambos países con
cargo en el erario mexicano a través de la presión que va a ejercer su
gobierno mediante la próxima renegociación forzada del llamado Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Obviamente la práctica
de los últimos años muestra que las autoridades mexicanas esperarán
sentadas en sus cómodas sillas, con diligencia y sumisión, a que los
instruyan desde el exterior para que les indiquen cómo va a quedar el
nuevo TLCAN, cuál va a ser el costo de la construcción del muro de la
ignominia y de su operación, así como las condiciones y las formas de
pago que habrá de erogar.
Lo grave de esta situación vergonzosa
no lo es tanto para el régimen priista y sus personeros que perciben
multimillonarias dietas (así les llaman) y hacen su trabajo de gazapo a
favor del imperio, sino en primer lugar para los más de 11 millones de
trabajadores indocumentados que ya han sido amenazados con confiscarles,
mediante impuestos, parte de sus salarios que reciben por la impiedosa
superexplotación de su trabajo por parte de la patronal estadunidense
con la consiguiente disminución de los envíos de remesas que hacen a sus
familiares en México para medio sobrevivir ante la crisis económica del
país, la prevalencia de un régimen de bajos salarios, altísimo
desempleo y subempleo, pobreza, miseria extrema e inseguridad galopante.
En segundo lugar, para los millones de trabajadores mexicanos que
tendrán que enfrentar un recrudecimiento de la crisis económica y del
desempleo que por supuesto acarreará la construcción del muro, en el
caso de que se consolide, al tener que retornar del país del norte aun
uno como México inhóspito y repleto de injusticia social.
Los
que dicen que el aumento al precio de las gasolinas no les afecta porque
no tienen coche, hay que recordarles que en teoría económica existe un
indicador que se llama "efecto multiplicador" de los precios, lo que
quiere decir en concreto que todo aumento en el precio de la gasolina,
de los energéticos (energía eléctrica) va a repercutir en incrementar
todos los precios de todos los productos hasta llegar a afectar a
productos como agua, luz, gas, pan, tortilla, leche, huevo, rentas de
casas habitación y departamentos, servicios, salud, educación, el tipo
de cambio peso-dólar, las colegiaturas y todos los productos básicos que
consume la mayoría de la población.
Otro argumento usado por
el régimen para justificar los aumentos de los energéticos supuestamente
porque sirve para "amortiguar" la subida de los precios, es el aumento
del salario mínimo a 80 devaluados pesos, decretado recientemente. Hay
que considerar que el porcentaje de la PEA que en México gana hasta un
salario mínimo es de 15%, o alrededor de 7 millones 850 mil 761
personas, mientras que el 26%, o 13 millones 617 mil 418 personas, ganan
hasta 2 salarios mínimos. En el primer caso con ese monto salarial —aún
sin restar impuestos como el IVA— sólo se logra comprar, al 16 de
octubre de 2016, el 33.5% de la Canasta Alimenticia Recomendable (CAR)
[1] teniendo que conseguir el faltante mediante diversos procedimientos,
por ejemplo, alargando el tiempo de trabajo, duplicando el número de
empleos por obrero ocupado, mediante endeudamiento o, francamente,
dejando de consumir, lo que ya ocurre en miles de familias mexicanas que
han reducido su dieta al calor de la crisis y del aumento del costo de
la vida en gran parte causado por el mismo gobierno y la acción
especulativa de los empresarios y comerciantes.
Es evidente que
con la nueva política proteccionista proclamada por el nuevo presidente
de Estados Unidos esta situación se va a exacerbar pero, en este caso,
no sólo para los trabajadores mexicanos, sino aún para los propios
norteamericanos. De hecho ya se comienzan a ver los estragos que de este
lado de la frontera se están produciendo a causa de las exigencias para
impedir la instalación de nuevas plantas transnacionales de origen
norteamericano en México. Es así como l a transnacional Ford, por
órdenes del sr. Trump, decidió cesar la expansión de su factoría en San
Luis Potosí, México, y habrá que ver cómo van a resolver el problema de
tener que pagar salarios por hora en Estados Unidos muy superiores,
hasta con un diferencial de treinta veces que los paupérrimos tres
dólares que por hora pagan a los trabajadores mexicanos.
Tal
vez sea esta la mejor manera de matar la gallina de los huevos de oro
que explica en buena medida, desde el siglo XIX hasta la actualidad, el
"milagro norteamericano" y su "excepcionalismo". Porque es evidente que
en la actual era de la llamada globalización o mundialización del
capital, la principal ventaja, no sólo comparativa sino también
competitiva, en escala mundial es justamente los diferenciales
salariales, los cuales, en todo el mundo tienden a caer. Porque en esta
era neo-imperialista de alta concentración y centralización del capital
las ganancias extraordinarias constituyen el motor del capitalismo
contemporáneo y se sustentan preferentemente en la superexplotación de
la fuerza de trabajo, por lo que su precio está constantemente
presionado a la baja, para lo que coadyuva el incremento del desempleo,
de la tasa de explotación promedio en el sistema, la flexibilización de
la fuerza de trabajo y su monumental precarización, así como el
deterioro —o desaparición— de los derechos y prestaciones laborales como
jubilaciones y pensiones, sistemas de seguridad social, vales y bonos
alimenticios, programas de vivienda y de salud, entre otros. Otra de las
calamidades detectadas en los últimos años es el incremento de las
enfermedades socio-laborales reconocidas por el Estado en alrededor de
147% entre 2012 y 2015 según el Instituto Mexicano del Seguro Social
(IMSS), con cargo en los padecimientos de cáncer.
A pesar de
todo, nosotros percibimos en lo anterior una muy buena noticia por
varias razones. En primer lugar, porque de ninguna manera, desde una
perspectiva libertaria y crítica, vamos a defender a las empresas
trasnacionales cuya única raison d'être es justamente la de
obtener enormes beneficios y transferirlos a sus centros de origen a
costa de la superexplotación del trabajo y del despojo de sus derechos.
En segundo lugar, por el hecho de que una decisión tomada desde los
altos círculos oficiales y privados de Estados Unidos —como la reciente
amenaza de Trump contra empresas como General Motors de imponerles
impuestos si siguen fabricando sus vehículos en México— afecte y sacuda
de esta manera a un país subdesarrollado como México no hace más que
poner al desnudo la perniciosa dependencia histórico-estructural y su
vertiente neocolonial respecto a Estados Unidos. Por último, se
descubre, de este modo, la imperante necesidad de desarrollar un
proyecto nacional alternativo de desarrollo, no capitalista , democrático y humano
que por primera vez en la historia de México ponga en su centro los
intereses y necesidades populares y resuelva de raíz los problemas
sociales y humanos. Sólo que para que esto ocurra y sea viable en el
mediano y largo plazos es imprescindible deponer al actual gobierno
pro-imperialista y antinacional cuyo horizonte no mira más allá de los
intereses de la burocracia y partidocracia que lo detentan.
Nota:
[1] CAM, Reporte de Investigación
126. "El salario mínimo: un crimen contra el pueblo mexicano. Cae
11.11% el poder adquisitivo durante el sexenio de Peña Nieto", 23 de
diciembre de 2016, disponible en: http://cam.economia.unam.mx/reporte-investigacion-126-salario-minimo-crimen-pueblo-mexicano-cae-11-11-poder-adquisitivo-sexenio-pena-nieto/.
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