Pablo Gómez
CIUDAD
DE MÉXICO (apro).- El gobierno de Peña Nieto es un desmadre pero ahora
se ha enredado, como era de esperarse. Ningún gobierno hubiera querido
“liberar” el mercado de las gasolinas, dijo el presidente, pero el mío
lo tuvo que hacer, agregó, de tal forma que ese gobierno en realidad no
lo es.
El motivo es mantener la estabilidad económica del país,
pero eso es justamente lo que está empeorando con la especulación del
combustible. El principal elemento de la estabilidad son los precios,
otros factores pueden tener importancia pero no tanta.
Peña Nieto
no mencionó en su enredo discursivo que el impuesto IEPS no se paga en
el extranjero sino sólo dentro del pais, pues no es un gravamen a la
importación sino a la producción. Por eso se dice que existe un IEPS
negativo, pero así será siempre que no haya suficiente gasolina
producida dentro del país.
A pesar de que el combustible no está
comprendido en el TLC (NAFTA), su importación no ha estado gravada. Son
otros impuestos los que operan en el mercado de la gasolina de
importación, los cuales pueden armonizarse para lograr la estabilidad y
sobre todo un precio congruente con la economía.
Pero el gobierno
no sólo se niega a aceptar que la mejor forma de estabilizar fiscalmente
a las gasolinas es produciéndolas en México, sino que también regula
mal ya que los incrementos de precios fueron friamente calculados por
las autoridades. Peña-Videgaray-Meade están en la necedad de que los
importadores sean varios y se “supere” de tal manera el monopolio
comercial de Pemex.
Lo que en realidad se busca –lo hemos dicho
desde hace tiempo– es acabar con esa empresa pública aunque tenga que
ser poco a poco, para lo cual puede ser que les falte vida política a
los privatizadores de la industria y los yacimientos. Ya se verá pronto.
El
grupo que ostenta los cargos de gobierno hace las peores cosas en el
peor momento. Esa debería ser una nueva definición de la palabra
desmadre dentro del diccionario mexicano.
Justo cuando se firman
concesiones a empresas extranjeras para explotar yacimientos de
hidrocarburos le imponen al país un sobreprecio a las gasolinas, aunque
éstas no tienen porqué ser más costosas en México que en Texas, lo cual
es parte del enredo de Peña Nieto pues él no ha sido capaz de explicar
cómo es que tal cosa puede ser posible.
Peña no ha podido decir en
pocas ni en muchas palabras (en realidad no explicó nada) de qué manera
se salvará el país pagando más por las gasolinas. Sólo dijo que el
principal autor del gazolinazo, Luis Videgaray, será ahora secretario de
Relaciones Exteriores, pero sin decir que esto se debe a su proximidad
con parte del entorno político de Donald Trump, lo cual convierte la
designación en algo dirigido a satisfacer a un gobierno extranjero.
Para
desenredar la situación se requiere que el pueblo (concepto sociológico
en desuso) le haga entender a Peña Nieto que no puede seguir haciendo
lo que él no quiere hacer pero que ya hizo, es decir, elevar el precio
de las gasolinas, menos aún cuando el incremento empezó hace 10 años y
ya lllevamos 150%.
Pues bien, como se ha colmado la paciencia de
la gente, el gobierno debería detener el proceso de incorporación de las
nuevas empresas o cambiar las reglas bajo las cuales han sido
convocadas a concurrir en un mercado que empieza en el mayor desorden
posible, es decir, con el aumento grosero de los precios.
Ya se
han convocado manifestaciones populares. Lo que la situación requiere es
que éstas se conviertan en algo permanente, es decir, en un movimiento
con acciones pacíficas diarias, grandes y pequeñas, por todas partes. Un
gran movimiento podría ubicar al gobierno en la circunstancia de
detener su ofensiva de precios o irse. Estas cosas así se resuelven o no
se resuelven. Esperemos que todo vaya bien y que si no cede el gobierno
se establezca uno nuevo que sí sepa ceder. Sería lo mejor para México.
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