Madrid, 27 jul. 16. AmecoPress/LaPlata.- Si Hillary Clinton ganara las elecciones de noviembre, el mundo asistiría a un hecho histórico y completamente novedoso. Se convertiría en la primera mujer que llegue a la Presidencia de Estados Unidos, pero formaría parte, además, de un trío de mujeres (de entre 60 y 68 años) que gobernarían simultáneamente las tres principales potencias del mundo occidental: Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos.
Pero
podría ocurrir algo más: si la argentina Susana Malcorra (o alguna otra
candidata) se convirtiera en secretaria general de Naciones Unidas, no
sólo las tres potencias más fuertes sino también los organismos político
y financiero más poderosos del mundo (la ONU y el FMI) quedarían en
manos de mujeres.
No se puede hablar de la mujer en la política y
en el poder como fenómenos nuevos. Hasta el año pasado, en Argentina,
Brasil y Chile había Presidentas mujeres, y cada una había accedido al
cargo por el voto popular. No eran las únicas en el mundo ni tampoco
fueron los primeros casos. Ya en la década del `60 del siglo pasado
Golda Meir e Indira Gandhi ocuparon los cargos de Primeras Ministras en
sus respectivos países (Israel e India). En la década del `80, Corazón
Aquino gana las elecciones presidenciales en Filipinas. Lo que podría
ocurrir, sin embargo, es que -por los próximos años- el máximo poder
mundial se concentre en una mesa de mujeres. Sería, en todo caso, la
consolidación de un cambio social y cultural que ya ha tenido varios
hitos importantes.
El nuevo escenario
“¿Todo
esto es una coincidencia? ¿O que el techo de cristal del bloqueo
femenino en el poder finalmente se quebró?”, se preguntaba recientemente
el diario británico The Guardian. La mayoría de los países no han
tenido a una mujer como líder. De acuerdo a la ONU, hasta agosto de 2015
las mujeres en el mundo representaban sólo el 22% de los
parlamentarios. Hasta esa fecha, 11 mujeres eran jefas de Estado y 10
eran líderes de gobierno. Sólo en Cuba, Suecia o Ruanda, las cifras de
mujeres parlamentarias están cerca del 50%. Ni EE UU, China, Japón,
Italia o España han tenido mujeres al mando. No obstante, este panorama
parece estar redefiniéndose.
En Reino Unido, Theresa May -la
segunda mujer en estar a la cabeza del gobierno de ese país después
Margaret Thatcher-, tendrá que codearse con sus vecinas, la ministra
principal de Escocia, Nicola Sturgeon, y la primera ministra de Irlanda
del Norte, Arlene Foster, y deberá gestionar la compleja salida del país
de la Unión Europea.
En los 70 años de vida de la ONU, nunca una
mujer ha sido secretaria general. Pero eso podría cambiar. Helen Clark
es una de las favoritas para convertirse en la sucesora de Ban Ki-moon.
Primera ministra de Nueva Zelanda por tres períodos (1999-2008), Clark
dirige desde 2009 el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD). Y si no es ella, en la lista también aparece la actual directora
de la Unesco, la búlgara Irina Bokova, además de la cancillera
argentina Susana Malcorra, también en carrera entre los 12 candidatos
para sumir la secretaría general.
Otra líder fuerte a nivel
mundial es la directora del FMI, la francesa Christine Lagarde (60),
primera mujer en acceder a ese cargo. Abogada de profesión y madre de
dos hijos, fue previamente la primera ministra de Economía y Finanzas de
un país miembro del Grupo de los Siete países más industrializados (del
mundo G7).
La oportunidad
De acuerdo al
diario The Washington Post, una investigación sobre liderazgo femenino
determinó que las mujeres tienen su oportunidad cuando existe un período
de crisis, tal como ocurrió en Reino Unido con el Brexit. De hecho,
Thatcher asumió en 1979 tras una crisis económica y del laborismo.
“Luego
de que sus primeros ministros murieran o dejaran el cargo por
enfermedad, los Partidos Laboristas de Israel y Noruega pusieron por
primera vez a mujeres al mando: Golda Meir en 1969 y Gro Harlem
Brundtland en 1981”, destacó el Post.
Según Diana O’Brien,
profesora de la Universidad de Indiana y que ha estudiado el interés de
las mujeres en política, éstas son elegidas para liderar cuando existe
un “alto riesgo de desastre o fracaso organizacional”.
Karen
Beckwith, experta de la competencia de género en liderazgos de partido
de la Universidad Case Western Reserve, asegura en un estudio que es más
probable que las mujeres se conviertan en líderes de sus partidos
cuando un jefe “hombre es removido por un escándalo o una derrota
electoral, o las condiciones son tan inciertas que los aspirantes
masculinos más prominentes se niegan a ser candidatos”. Como sea, parece
ser la hora de la mujer.
Foto: Laplata.com.
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