¿En qué librero, en qué ciudad, en qué país? ¿Los cuidan? ¿Los quieren?
lasillarota.com
“Los insumisos se niegan a ceder ante el adversario, pero también se niegan a ceder ante sus propios demonios”.
Tzvetan Todorov.
El suplemento cultural Laberinto publicó el sábado una excelente
entrevista: “Nada es más creador que decir no a la crueldad”, que Melina
Balcázar Moreno le hizo al historiador, filósofo y lingüista Tzvetan
Todorov, tras la publicación en castellano de su libro “Insumisos”
(editorial Galaxia Gutemberg). Me permito compartirles el link hacia la
entrevista al final de este texto. Me emocionó el tema, y me emocionan
las reflexiones y la escritura de Todorov como una puerta que se abre -
cada vez- hacia la indispensable necesidad de transformar este mundo en
un espacio más habitable y más justo. Todorov ofrece una explicación de
lo que podría considerarse “insumisión”, (según nos transmite Melina) a
partir de ocho experiencias de vida: Elly Hillesum, Germaine Tillion,
Boris Pasternak, Alexandre Soljenitsyne, Nelson Mandela, Malcom X, David
Shulman, Edward Snowden.
No tengo aún en mis manos el libro de Todorov, pero me interesa
muchísimo su propuesta: pasar de la abstracción, a los ejemplos de
vida. Estos “ejemplos de vida”, testimonios, biografías,
autobiografías, son de mis lecturas más entrañables. ¿Cómo se vive y se
sobrevive en condiciones extremas? ¿Por qué una persona tiene la
esperanza de que las realidades más terribles pueden transformarse? Y
se transforman. ¿Cuál es ese motor de vida que permite que un
hombre/mujer sobreviva al gulag y salga de allí con la fuerza para
nombrarlo? Si la transformación es posible en condiciones tan injustas,
deshumanizantes y complejas como las que vivieron en distintas
intensidades: Soljenitsyne, Malcom X y Nelson Mandela, ¿estamos
dispuestos a permitir que nuestra cotidianidad, nuestro país siga su
camino cuesta abajo? ¿Cuál es nuestro granito de arena?
Me sentí llena de esperanza y pensé que mientras conseguía
“Insumisos”, podía releer el libro de Martín Blumenson donde narra las
vivencias de Germaine Tillion y sus compañeras/os en la red de
resistencia del Museo del Hombre (y La Mujer y La Mujer y La Mujer) en
París, libro que en su momento me conmovió muchísimo. Y el Diario de
Etty Hillesum, que también en su momento, me dejó sin aire. Esa
inteligencia fulgurante, ese amor a la vida que se expresaba en su
empeño en mejorar la vida de otros, justo ella, una joven judía de 27
años, en la Holanda ocupada por los nazis. Pero, ¿qué creen? Esos libros
ya no existen en mi librero. No los encontré ni en esa estantería
(segunda guerra mundial, testimonios de los campo de concentración,
dictaduras…) ni en ninguna otra, lo que me sucede con pasmosa frecuencia
cuando las ansias de releer me atacan.
Cada vez que no encuentro un libro me pasa lo mismo: me desilusiono,
me entristezco, me enojo, pienso que alguien lo cambió de lugar (hacia
adentro de mi casa, claro), ¿quizá lo hice yo misma en un momento de
distracción? Busco y busco. Mientras busco se da todo un ejercicio de
memoria: “sí, Etty escribió una última carta a sus amigos desde el campo
de concentración, estoy segura”, pero, ¿qué les decía? No logro
recordar sus palabras. Y sin embargo, sé que a pesar de ese agujero de
memoria consciente, sus palabras me habitan.
En un punto una se deja caer en el sofá con un suspiro largo (el
duelo por los objetos tangibles extraviados), y reconoce la permanencia
de las emociones y reflexiones asociadas a los contenidos del libro (los
objetos intangibles que no se extravían), a partir de todo lo que bulle
por dentro, acepta esta enojosa y a su manera muy afortunada realidad:
el destino errante de los libros. Fue la promesa de la lectura de la
nueva obra de Todorov , y ese intento de regresar a antiguas lecturas –
en lo inmediato inaccesibles, dada su desaparición - lo que me regresó
de golpe a mi desenfrenada pasión por los libros. No por todos los
libros, ciertamente.
Los libros significan cantidad de cosas, pero hay momentos en los que
significan sobre todo: esperanza. Y la necesitamos tanto. Estudié al
Todorov lingüista en la carrera de Letras, pero me arrobó el que conocí
después, ese hombre con una vasta cultura, con una gran acumulación de
conocimiento, con una gran inteligencia y dispuesto a colocar todas sus
herramientas en la búsqueda de respuestas (o preguntas, más bien) tan
fundamentales: ¿qué es la alteridad? ¿Cómo nos relacionamos con ella?
¿Por qué nos sentimos amenazados? ¿Cómo sería deseable y justo colocar
nuestro “yo” ante la existencia tan distinta de ese “otro”?
¿Dónde andarán mis libros? Que me dije, fané y descangayada, como en
la letra del tango. ¿En qué librero, en qué ciudad, en qué país? ¿Los
cuidan? ¿Los quieren? ¿Los sacuden con plumero, o les aplican la
aspiradora? ¿Alguien ya los sustrajo del librero de quien me los
sustrajo? ¿Cuántas personas más los han leído, releído, hojeado? ¿Qué
tantos recuerdos se han ido acumulando entre sus páginas? ¿Les doblaron
las esquinitas? ¿Han sido objeto de felicidad, de dolor, de
transformación, de pasmo? ¿De cuántos colores estarán ya subrayados?
¿Acaso no debería felicitarme porque una manecita pachona y ávida de
entender me expropió - ni más ni menos- que la historia de una red de
resistentes durante la ocupación nazi en Francia? Digo, porque también
tengo el libro de Mary Boquitas. Y la biografía de Marta Sahagún.
Los libros migran -como las aves- de librero en librero. Agradezco
una vida rodeada de lectoras/es, sobre todo de lectoras/es muy jóvenes,
mis principales sospechosas/os. Mis libreros siempre menguantes son un
minúsculo botón de muestra de que los jóvenes en México sí leen, cuando
la posibilidad se les ofrece. Ya iré sin falta por el nuevo libro de
Todorov, ya buscaré en alguna librería (o en varias) los objetos
tangibles extraviados. Les comparto la conversación de Melina Balcázar
con Todorov: “Nada es más creador que decir no a la crueldad”. La
comparto con el deseo de que ciertos libros sigan sembrando reflexión,
conductas y actos distintos: más empáticos, más solidarios, más
eficaces. “Mi querido librero, ya algún muchacho pasó por aquí y te
cortó una rebanadita de aprendizaje y de esperanza. Mira tú qué bonito,
eres la habitación temporal de la más nómada de las tribus”.
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