7/30/2016

El destino errante de los libros


¿En qué librero, en qué ciudad, en qué país? ¿Los cuidan? ¿Los quieren?

lasillarota.com

“Los insumisos se niegan a ceder ante el adversario, pero también se niegan a ceder ante sus propios demonios”.
Tzvetan Todorov. 

El suplemento cultural Laberinto publicó el sábado una excelente entrevista: “Nada es más creador que decir no a la crueldad”, que Melina Balcázar Moreno le hizo al historiador, filósofo y lingüista Tzvetan Todorov, tras la publicación en castellano de su libro “Insumisos” (editorial Galaxia Gutemberg). Me permito compartirles el link hacia la entrevista al final de este texto.  Me emocionó el tema, y me emocionan las reflexiones y la escritura de Todorov como una puerta que se abre - cada vez- hacia la indispensable necesidad de transformar este mundo en un espacio más habitable y más justo. Todorov ofrece una explicación de lo que podría considerarse “insumisión”, (según nos transmite Melina) a partir de ocho experiencias de vida: Elly Hillesum, Germaine Tillion, Boris Pasternak, Alexandre Soljenitsyne, Nelson Mandela, Malcom X, David Shulman, Edward Snowden. 

 No tengo aún en mis manos el libro de Todorov, pero me interesa muchísimo su propuesta: pasar de la abstracción, a los ejemplos de vida.  Estos “ejemplos de vida”, testimonios, biografías, autobiografías, son de mis lecturas más entrañables.  ¿Cómo se vive y se sobrevive en condiciones extremas? ¿Por qué una persona tiene la esperanza de que las realidades más terribles pueden transformarse?  Y se transforman. ¿Cuál es ese motor de vida que permite que un hombre/mujer sobreviva al gulag y salga de allí con la fuerza para nombrarlo? Si la transformación es posible en condiciones tan injustas, deshumanizantes y complejas como las que vivieron en distintas intensidades: Soljenitsyne, Malcom X y Nelson Mandela, ¿estamos dispuestos a permitir que nuestra cotidianidad, nuestro país siga su camino cuesta abajo? ¿Cuál es nuestro granito de arena?

Me sentí llena de esperanza y pensé  que mientras conseguía “Insumisos”, podía releer el libro de Martín Blumenson donde narra las vivencias de Germaine Tillion y sus compañeras/os en la red de resistencia del Museo del Hombre (y La Mujer y La Mujer y La Mujer) en París, libro que en su momento me conmovió muchísimo. Y el Diario de Etty Hillesum, que también en su momento, me dejó sin aire. Esa inteligencia fulgurante, ese amor a la vida que se expresaba en su empeño en mejorar la vida de otros,  justo ella, una joven judía de 27 años, en la Holanda ocupada por los nazis. Pero, ¿qué creen? Esos libros ya no existen en mi librero. No los encontré ni en esa estantería (segunda guerra mundial, testimonios de los campo de concentración, dictaduras…) ni en ninguna otra, lo que me sucede con pasmosa frecuencia cuando las ansias de releer me atacan.

Cada vez que no encuentro un libro me pasa lo mismo: me desilusiono, me entristezco, me enojo, pienso que alguien lo cambió de lugar (hacia adentro de mi casa, claro), ¿quizá lo hice yo misma en un momento de distracción? Busco y busco. Mientras busco se da todo un ejercicio de memoria: “sí, Etty escribió una última carta a sus amigos desde el campo de concentración, estoy segura”, pero, ¿qué les decía? No logro recordar sus palabras. Y sin embargo, sé que a pesar de ese agujero de memoria consciente, sus palabras me habitan. 

En un punto una se deja caer en el sofá con un suspiro largo (el duelo por los objetos tangibles extraviados), y reconoce la permanencia de las emociones y reflexiones asociadas a los contenidos del libro (los objetos intangibles que no se extravían), a partir de todo lo que bulle por dentro, acepta esta enojosa y a su manera muy afortunada realidad: el destino errante de los libros. Fue la promesa de la lectura de la nueva obra de Todorov , y ese intento de regresar a antiguas lecturas – en lo inmediato inaccesibles, dada su desaparición - lo que me regresó de golpe a mi desenfrenada pasión por los libros. No por todos los libros, ciertamente.

Los libros significan cantidad de cosas, pero hay momentos en los que significan sobre todo: esperanza. Y la necesitamos tanto. Estudié al Todorov lingüista en la carrera de Letras, pero me arrobó el que conocí después, ese hombre con una vasta cultura, con una gran acumulación de conocimiento, con una gran inteligencia y dispuesto a colocar todas sus herramientas en la búsqueda de respuestas (o preguntas, más bien) tan fundamentales: ¿qué es la alteridad? ¿Cómo nos relacionamos con ella? ¿Por qué nos sentimos amenazados? ¿Cómo sería deseable y  justo colocar nuestro “yo” ante la existencia tan distinta de ese “otro”? 


¿Dónde andarán mis libros? Que me dije, fané y descangayada, como en la letra del tango. ¿En qué librero, en qué ciudad, en qué país? ¿Los cuidan? ¿Los quieren?  ¿Los sacuden con plumero, o les aplican la aspiradora? ¿Alguien ya los sustrajo del librero de quien me los sustrajo? ¿Cuántas personas más los han leído, releído, hojeado? ¿Qué tantos recuerdos se han ido acumulando entre sus páginas?  ¿Les doblaron las esquinitas?  ¿Han sido objeto de felicidad, de dolor, de transformación, de pasmo? ¿De cuántos colores estarán ya subrayados? ¿Acaso no debería felicitarme porque una manecita pachona y ávida de entender me expropió - ni más ni menos-  que la historia de una red de resistentes durante la ocupación nazi en Francia? Digo, porque también tengo el libro de Mary Boquitas. Y la biografía de Marta Sahagún.

Los libros migran -como las aves- de librero en librero. Agradezco una vida rodeada de lectoras/es, sobre todo de lectoras/es muy jóvenes, mis principales sospechosas/os. Mis libreros siempre menguantes son un minúsculo botón de muestra de que los jóvenes en México sí leen, cuando la posibilidad se les ofrece. Ya iré sin falta por el nuevo libro de Todorov, ya buscaré en alguna librería (o en varias) los objetos tangibles extraviados. Les comparto la conversación de Melina Balcázar con Todorov: “Nada es más creador que decir no a la crueldad”. La comparto con el deseo de que ciertos libros sigan sembrando reflexión, conductas y actos distintos: más empáticos, más solidarios, más eficaces.  “Mi querido librero, ya algún muchacho pasó por aquí y te cortó una rebanadita de aprendizaje y de esperanza. Mira tú qué bonito, eres la habitación temporal de la más nómada de las tribus”.
                 

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