Desde hace largo
tiempo, uno de los proyectos fílmicos más ambiciosos e irrealizables,
tanto en la industria nacional como en producciones extranjeras, ha sido
recrear el episodio histórico de la conquista de México. La desmesura
de las propuestas y el costo muy elevado de una producción concebida en
ocasiones como un gran espectáculo ha desalentado a muchos directores.
Una de las apro- ximaciones más interesantes a semejante empresa ha sido
el estupendo largometraje Cabeza de Vaca (Nicolás Eche-
varría, 1991). Y aunque un número considerable de películas han tomando
de punto de partida la recreación del mundo prehispánico, el episodio
concreto de la conquista sigue siendo un enorme desafío narrativo.
En Epitafio, la cinta más reciente de Yulene Olaizola y
Rubén Imaz, los realizadores y guionistas, conscientes de las
dificultades de un reto semejante, optan por la decisión inteligente y
muy atractiva de restituir en un episodio emblemático algo del espíritu
de aquella épica grandiosa. A partir de algunos textos claves, las Cartas de Relación, de Hernán Cortés; La verdadera historia de la conquista de la Nueva España, de
Bernal Díaz del Castillo, y sobre todo, de las cartas de Diego de
Ordaz, protagonista de la cinta, interpretado por Xabier Coronado, así
como un texto poco conocido (el llamado Requerimiento) que
procuraba legitimar, con una justificación divina, la apropiación
territorial y la conversión religiosa de los infieles, los cineastas
sitúan su película en 1519 y describen la larga marcha de tres
conquistadores para ganar la cima del volcán Popocatépetl, extraer de
ahí todo el azufre posible para la fabricación de pólvora, y contribuir a
una exitosa incursión militar sobre la gran Tenochtitlán.
Alejados de la tentación de dotar al proyecto de un frenético
ritmo de cine de aventuras y de la grandilocuencia, a lo Herzog, de un
titánico enfrentamiento entre la irracionalidad alucinada del
conquistador y el espanto de los indigenas, lo que los cineastas
capturan es el ánimo de los tres españoles convencidos de que más que lo
que mueve sus acciones no es un ánimo de lucro, sino la convicción de
una anhelada trascendencia histórica, el deseo de convertir su gesta
individual en valiosa contribución a la grandeza de la Iglesia y la
Corona, imagen muy opuesta a la representación del conquistador como un
ambicioso aventurero sanguinario. Algo también interesante es la mirada
crítica que uno de los hombres en la misión, Gonzalo de Monóvar (Martín
Román), lanza sobre el pretendido sustento moral y la justicia de un
cometido semejante. En medio de un paisaje inhóspito y grandioso,
capturado con brillantez por la cámara de Emiliano Fernández, asistimos a
una confrontación, breve pero vigorosa, entre la lucidez de un hombre
desencantado y el ánimo encendido de Diego de Ordaz, su interlocutor
alucinado. A su modo, Epitafio sugiere un atractivo resumen
artístico de un viejo debate entre letrados e historiadores a propósito
de la conquista de México. Una creación arriesgada y muy original.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 12 y 17:30 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil
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