CRISTAL DE ROCA
Por: Cecilia Lavalle*
“¿Usted trabaja?” “No, yo soy ama de casa”. ¿Cuántas veces hemos oído esa respuesta?
Veamos, ¿qué se hace en un hogar? Sin que sea una lista exhaustiva,
digamos que implica la realización de tareas de limpieza y cuidado del
hogar como: sacudir, barrer, trapear, recoger tiradero (todo lo que eso
pueda significar), lavar el baño, cocinar (dos o tres veces al día);
lavar, secar y guardar trastes; lavar, tender, planchar, doblar y
guardar ropa.
A eso habría que agregar las tareas que se realizan fuera de casa como:
hacer las compras para preparar los alimentos, comprar lo que se
requiere para la limpieza, hacer pagos de luz, agua, teléfono…
Y también hay que sumar las tareas de cuidado y formación de las hijas e
hijos, que pueden incluir labores como: levantarles para ir a la
escuela, formarles en hábitos de higiene personal, vestirles de pequeños
y luego enseñarles a vestirse; de adolescentes insistir en la pulcritud
y los modales y la disciplina y los límites; conminar, apoyar, vigilar
la realización de tareas escolares; llevarles a las actividades extra
escolares; brindar afecto y apoyo emocional.
Y también hay que sumar el trabajo que ocasiona una pareja que depende de nuestros cuidados porque espera que se le “atienda”.
Y también hay que considerar las tareas que conlleva vivir con
familiares que padecen alguna enfermedad o discapacidad o viven su
ancianidad; y que pueden incluir labores como: comprar y administrar
medicamentos, atenderles y ayudarles tanto como requieran, ofrecer
afecto y apoyo y acompañamiento.
Todo eso y más es lo que se conoce como trabajo doméstico no remunerado.
Un trabajo que en su inmensa mayoría es realizado por mujeres, que es
invisible (excepto cuando no se hace) y que socialmente carece de valor
porque se nos enseña que es un trabajo que deben hacer las mujeres por
amor.
Pero, me dirá usted, cada vez hay más hombres realizando esas tareas.
Pues sí, pero ni con mucho es parejo el asunto. Según la Encuesta
Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) 2014, en México las mujeres
dedican 47.9 horas a la semana en trabajo doméstico y tareas de cuidado;
mientras que los hombres sólo 16.5.
Eso implica que los hombres disponen de tres veces más tiempo que las
mujeres para el trabajo en el mercado laboral. Lo cual significa, claro,
que las mujeres trabajan para el mercado sólo un tercio de su tiempo,
con el consecuente reflejo en sus ingresos.
Hay importantes esfuerzos en el sentido de poner valor económico al
trabajo doméstico, dado que cuando no hay quien lo haga, se contrata ese
trabajo y se paga.
Y también hay importantes esfuerzos dirigidos a la corresponsabilidad;
es decir, a que las personas adultas de la familia compartan en partes
iguales las tareas del hogar y de cuidado. Lo cual no sólo redunda en la
posibilidad para las mujeres de participar más y mejor en el mercado
laboral; sino que también permite que las mujeres dedicadas
fundamentalmente a las tareas del hogar y del cuidado tengan más tiempo
para el ocio y el descanso, algo que, en general, suele ser muy menor
comparado con el que disfrutan sus parejas.
Todo esto sale a cuenta porque el pasado viernes 22 se conmemoró el Día
Internacional del Trabajo Doméstico, fecha elegida para reflexionar en
lo injustamente repartido que está ese trabajo.
Bien haríamos en comenzar a cambiar la situación por una más justa. Y si
usted es ama de casa, piense dos veces antes de responder a la
pregunta, ¿usted trabaja?
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com
*Periodista de Quintana Roo, feminista e integrante de la Red Internacional de periodistas con visión de género.
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Quintana Roo.-
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