El duelo interminable. En Paz para nosotros en nuestros sueños,
película aparentemente hermética y de vigoroso lirismo contemplativo,
el lituano Sharunas Bartas se libra, de modo muy abierto, a la
confidencia autobiográfica.
Tanto es así que él mismo y su hija (Ina Marija Bartaite)
protagonizan la historia, que tiene como punto clave la desaparición de
la madre de familia (la actriz Yekaterina Golubeva), un duelo doméstico
que parece no acabar jamás, y la nueva relación sentimental de Sharunas
Bartas con una joven violinista (Lora Kmielauskaité), a quien vemos, al
inicio de la cinta, abandonar una sala de conciertos después de tocar
una nota falsa.
Los tres personajes (hija adolescente, padre y nueva esposa) habrán
de reunirse en una casa de campo, durante un largo fin de semana, para
librarse a una reflexión sobre el sentido que habrán de encontrar para
sus vidas a partir de una sensación de derrota profesional y de pérdida
afectiva. Entre las muchas maneras en que se ha buscado definir la
experiencia narrativa del realizador lituano, destaca una en particular:
se trataría, por la precisión de sus observaciones puntuales, de un
documental introspectivo.
Algunas imágenes de video remiten a la esposa desaparecida, intérprete de cintas como Pola X (1999), de Léos Carax, o de Twentynine Palms
(2001), de Bruno Dumont. El tributo y evocación nostálgica de Bartas va
por partida doble, tanto a la compañera sentimental como a la estupenda
actriz rusa Yekaterina Golubeva. Quedan como un enigma las razones del
director para elegir una trama secundaria que reúne a dos campesinos y a
un adolescente sin vínculos lo suficientemente fuertes con los tres
protagonistas principales, de no ser el añadir anécdotas triviales,
propias de la vida en el campo, que sirvan de contrapeso dramático y
confieran un poco de ligereza a una situación familiar de otro modo
excesivamente densa.
Queda lo más rescatable de la experiencia: la fusión del mundo
natural con el complejo entramado de los sentimientos. Un duelo y una
difícil redención expresados por medio del paisaje invernal lituano. En
palabras del director:
He buscado el efecto de conexión entre los espacios y las personas, lo que confiere humanidad a los paisajes y salvajismo a los seres humanos.
Esta experiencia artística, tan personal y empecinadamente subjetiva,
capta, en imágenes de gran belleza formal, el tránsito de una pérdida
sentimental a una confusa pero vigorosa afirmación de la vida.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 12 y 17:30 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil
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