Alberto Aziz Nassif
Felicidades a EL UNIVERSAL por sus 98 años

Detrás de cada uno de los acontecimientos violentos nos encontramos una forma de operar del sistema político: en Tlatlaya la información vino de fuera y las presiones son externas, porque aquí el caso pasó de largo. La respuesta es la culpabilización de los niveles más bajos de mando. Dice el secretario de Gobernación que se trata de una excepción, pero hay otras voces que señalan que más bien es una vieja forma de operar (“mátenlos en caliente”) y que los casos son múltiples, pero no llegan a la opinión pública. En Guerrero hay una violencia social que es histórica, pero que vuelve a salir a la luz. Complicidades entre crimen y policías. Asesinatos en Iguala y un grupo de normalistas de Ayotzinapa desaparecidos, que tal vez sean los 28 cuerpos calcinados encontrados en 6 fosas clandestinas que se descubrieron en ese municipio en estos días. Estados que se intoxican de violencia e impunidad y el gobierno federal hace intervenciones diferenciadas: en Michoacán manda a un comisionado y desaparece el poder formal de hecho, pero el fenómeno criminal sólo cambia de fase, pero no se resuelve. En Guerrero el presidente regaña al gobernador, al igual que lo hizo con Sonora (no son de su partido).
Por supuesto que hay jerarquías en las formas de intervenir de la federación en los estados: en Guerrero, que se hagan bolas, mientras no se realicen bloqueos a la Autopista del Sol, que parece ser el único resorte de presión. En cambio, en el caso de Valle de Bravo, la intervención fue inmediata para detener una ola de secuestros, por el peso de los intereses que se mueven en ese resort. De la misma forma, vimos en estos días lo que ha pasado con el movimiento estudiantil del Instituto Politécnico Nacional, en donde el secretario de Gobernación salió a dialogar con los estudiantes en un templete callejero y tres días después regresó a decirles que sí a las diez demandas del pliego petitorio. A la CNTE nunca se le recibió de esa forma durante sus nutridas protestas en la ciudad de México hace un año.
Al lado de la violencia cada semana llegan a la opinión pública escándalos de corrupción y opacidad: en estos días le tocó el turno a César Duarte, gobernador de Chihuahua, quién ahora enfrenta una demanda por enriquecimiento ilícito que presentó el abogado Jaime García Chávez ante la Procuraduría General de la República. Al parecer, el gobernador y su esposa hicieron una inversión de 65 millones de pesos en un fideicomiso familiar, como la punta del iceberg. Además, el publicitado gobierno de Duarte ha triplicado la deuda del estado en cuatro años de gobierno, que ya pasó de 13 mil 549 mdp. a 41 mil 603 mdp. (EL UNIVERSAL, 2/X/2014).
La corrupción es mucho más que una cultura, como considera el presidente Peña, se trata de instituciones que no sirven para la transparencia, la rendición de cuentas, la garantía de los derechos humanos. La intoxicación es una forma de funcionamiento del sistema político; es una distorsión que se multiplican por el velo de la impunidad. El México tóxico contamina e impide “mover a México”…
Investigador del CIESAS
@AzizNassif
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