10/07/2014

Comentario de un egresado del Politécnico



Cuando la UNAM se fue a la huelga en 1999-2000, yo estaba en mi segundo año de estudios en el CECyT 9 “Juan de Dios Bátiz” del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Junto con algunos amigos repartí un volante que informaba de las razones de los estudiantes de la UNAM para irse al paro. Inmediatamente llegaron los prefectos y nos subieron a la oficina del director. A mí me interrogaron por espacio de una hora y me informaron que valorarían la posibilidad de expulsarme. Al día siguiente nuestros padres fueron a la escuela y obligaron al director a olvidarse del asunto y dejarnos en paz. Más tarde supe por una maestra que mi expediente contenía una nota que decía algo así como “este alumno ha incurrido en acciones que, a juicio de las autoridades, contravienen a la patria y al buen nombre del instituto”. (O sea, no mamen.) Cuento esta inofensiva anécdota personal para ilustrar la alergia a cualquier acción colectiva en el IPN, así sea una que en otros lados nadie pelaría. Cuando terminé la ingeniería en 2005, esta alergia no había desaparecido y no me he enterado de que ya lo haya hecho. Las movilizaciones de hoy son, por lo tanto, una verdadera irrupción.
En 2002, cuando yo estaba ya en la UPIICSA, las autoridades del IPN intentaron cambiar la Ley Orgánica (LO). Entre otras cosas, querían remover el artículo 5º que dice escueta pero claramente: “La educación que imparta el IPN será gratuita.” Además, buscaban desmontar el espíritu nacionalista, quitando el artículo 1º que alinea los fines del Poli “con los objetivos Históricos de la Revolución mexicana”.

Los que en ese tiempo estudiábamos ahí, nos movilizamos y paramos ese golpe. Fueron meses de desvelarnos redactando volantes, de pasar a hablar a los salones, de ir a reuniones a otros planteles del Poli en varios puntos del DF. Todos los que participamos con alguna intensidad sacrificamos algo. Yo me atrasé un semestre.

Desde entonces los directivos lanzaron sus planes de reforma sobre la legislación subordinada a la LO, el Reglamento Interno. Hoy por fin se animaron a meter por la ventana una reforma que no pudieron meter hace 12 años por la puerta. El nuevo reglamento convierte al Poli en una estructura mucho más vertical de lo que ya es, dejando a sus autoridades nuevos poderes absolutos para redefinir la identidad y rumbo institucional (es decir, para facilitar lo que en 2002 no lograron).

Además de su autoritarismo 2.0, el nuevo reglamento hace más difícil al estudiante obtener el grado académico. Sobre todo a mujeres y estudiantes de escasos recursos. Una estudiante embarazada, por ejemplo, no podría solicitar su baja temporal, lo cual aún puede hacerse con el reglamento actual. Algo similar ocurriría con los estudiantes que también trabajan y que a veces deben pausar sus estudios para retomarlos cuando vengan tiempos mejores, como muchos de los que fueron mis compañeros.
Sería interesante conocer el tipo de presiones que la SEP ejerce sobre los funcionarios del IPN para llevarlos al suicidio ideológico de la institución que los formó. En este sentido, urge la autonomía del instituto. Hoy sigue siendo el Presidente del país el que designa a cada Director/a General de mi alma mater. El Poli es una de las muchas instituciones que no vivieron la celebrada democratización del país que, según los expertos, ocurrió en el 2000. (Esos expertos deberían intentar meter un volante en una fábrica llamando a los obreros a organizarse por un alza salarial. A ver cómo les va.)
La protesta estudiantil de hoy es tal vez la más grande que ha vivido el IPN desde 1968. Sería maravilloso que esta generación cerrara el paso al viraje neoliberal que desde hace tiempo se le quiere imponer al instituto. Justo cuando México vive una especie de restauración económica del Porfiriato, es alentador (y tal vez no es casualidad) que la primera oleada juvenil contra este ciclo reformista se de en el Poli.
Pero nada es perfecto. El enojo de los estudiantes del Poli se ha concretado en frases como “no queremos ser técnicos” o “no queremos ser mano de obra barata”. ¿Hay algo denigrante en ser del CONALEP? ¿En verdad creen que el título de ingeniero los convertirá en mano de obra cara? En vez de movilizarse contra el temor de acercarse a la clase obrera (de la cual tal vez vienen sus padres), deberían unirse a ella para juntos buscar un orden justo. Al final, el capitalismo nos afecta a todos (excepto a Slim y sus amigos), y el nuevo reglamento es sólo otra pieza orientada a su servicio.
Hasta el día de hoy el lema del IPN es “la técnica al servicio de la patria”. Ahora que en México incluso se han privatizado los campos petrolíferos por venir, la pregunta es: ¿ al servicio de quién quieren poner la técnica? Hasta la pregunta es necia.
PD: Más de 40 estudiantes de Ayotzinapa fueron desaparecidos la semana pasada a manos de la policía de Guerrero. Otro crimen inadmisible. Se ha confirmado ya el asesinato de varios. La revolución vendrá, pero más nos vale apurarla.
Ramón I. Centeno es miembro del Partido Obrero Socialista.
Twitter: @ricenteno
* Columna publicada el 5-oct-2014 en elbarrioantiguo.com 

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