Cuando
la UNAM se fue a la huelga en 1999-2000, yo estaba en mi segundo año de
estudios en el CECyT 9 “Juan de Dios Bátiz” del Instituto Politécnico
Nacional (IPN). Junto con algunos amigos repartí un volante que
informaba de las razones de los estudiantes de la UNAM para irse al
paro. Inmediatamente llegaron los prefectos y nos subieron a la oficina
del director. A mí me interrogaron por espacio de una hora y me
informaron que valorarían la posibilidad de expulsarme. Al día
siguiente nuestros padres fueron a la escuela y obligaron al director a
olvidarse del asunto y dejarnos en paz. Más tarde supe por una maestra
que mi expediente contenía una nota que decía algo así como “este
alumno ha incurrido en acciones que, a juicio de las autoridades,
contravienen a la patria y al buen nombre del instituto”. (O sea, no
mamen.) Cuento esta inofensiva anécdota personal para ilustrar la
alergia a cualquier acción colectiva en el IPN, así sea una que en
otros lados nadie pelaría. Cuando terminé la ingeniería en 2005, esta
alergia no había desaparecido y no me he enterado de que ya lo haya
hecho. Las movilizaciones de hoy son, por lo tanto, una verdadera
irrupción.
En 2002, cuando yo estaba ya en la UPIICSA, las
autoridades del IPN intentaron cambiar la Ley Orgánica (LO). Entre
otras cosas, querían remover el artículo 5º que dice escueta pero
claramente: “La educación que imparta el IPN será gratuita.” Además,
buscaban desmontar el espíritu nacionalista, quitando el artículo 1º
que alinea los fines del Poli “con los objetivos Históricos de la Revolución mexicana”.
Los que en ese tiempo estudiábamos ahí, nos movilizamos y paramos ese
golpe. Fueron meses de desvelarnos redactando volantes, de pasar a
hablar a los salones, de ir a reuniones a otros planteles del Poli en varios puntos del DF. Todos los que participamos con alguna intensidad sacrificamos algo. Yo me atrasé un semestre.
Desde entonces los directivos lanzaron sus planes de reforma sobre la
legislación subordinada a la LO, el Reglamento Interno. Hoy por fin se
animaron a meter por la ventana una reforma que no pudieron meter hace
12 años por la puerta. El nuevo reglamento convierte al Poli en
una estructura mucho más vertical de lo que ya es, dejando a sus
autoridades nuevos poderes absolutos para redefinir la identidad y
rumbo institucional (es decir, para facilitar lo que en 2002 no
lograron).
Además de su autoritarismo 2.0, el nuevo reglamento hace más difícil al estudiante obtener el grado académico. Sobre todo a mujeres y estudiantes de escasos recursos. Una estudiante embarazada, por ejemplo, no podría solicitar su baja temporal,
lo cual aún puede hacerse con el reglamento actual. Algo similar
ocurriría con los estudiantes que también trabajan y que a veces deben
pausar sus estudios para retomarlos cuando vengan tiempos mejores, como
muchos de los que fueron mis compañeros.
Sería interesante
conocer el tipo de presiones que la SEP ejerce sobre los funcionarios
del IPN para llevarlos al suicidio ideológico de la institución que los
formó. En este sentido, urge la autonomía del instituto. Hoy sigue
siendo el Presidente del país el que designa a cada Director/a General
de mi alma mater. El Poli es una de las muchas
instituciones que no vivieron la celebrada democratización del país
que, según los expertos, ocurrió en el 2000. (Esos expertos deberían
intentar meter un volante en una fábrica llamando a los obreros a
organizarse por un alza salarial. A ver cómo les va.)
La
protesta estudiantil de hoy es tal vez la más grande que ha vivido el
IPN desde 1968. Sería maravilloso que esta generación cerrara el paso
al viraje neoliberal que desde hace tiempo se le quiere imponer al
instituto. Justo cuando México vive una especie de restauración
económica del Porfiriato, es alentador (y tal vez no es casualidad) que
la primera oleada juvenil contra este ciclo reformista se de en el Poli.
Pero nada es perfecto. El enojo de los estudiantes del Poli
se ha concretado en frases como “no queremos ser técnicos” o “no
queremos ser mano de obra barata”. ¿Hay algo denigrante en ser del
CONALEP? ¿En verdad creen que el título de ingeniero los convertirá en
mano de obra cara? En vez de movilizarse contra el temor de acercarse a
la clase obrera (de la cual tal vez vienen sus padres), deberían unirse
a ella para juntos buscar un orden justo. Al final, el capitalismo nos
afecta a todos (excepto a Slim y sus amigos), y el nuevo reglamento es
sólo otra pieza orientada a su servicio.
Hasta el día de hoy el
lema del IPN es “la técnica al servicio de la patria”. Ahora que en
México incluso se han privatizado los campos petrolíferos por venir, la
pregunta es: ¿ al servicio de quién quieren poner la técnica? Hasta la
pregunta es necia.
PD: Más de 40 estudiantes de Ayotzinapa
fueron desaparecidos la semana pasada a manos de la policía de
Guerrero. Otro crimen inadmisible. Se ha confirmado ya el asesinato de
varios. La revolución vendrá, pero más nos vale apurarla.
Ramón I. Centeno es miembro del Partido Obrero Socialista.
Twitter: @ricenteno
* Columna publicada el 5-oct-2014 en elbarrioantiguo.com
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