10/08/2014

México fuera de sí

La detonante de Tlatlaya y de Ayotzinapa, tiene un largo antecedente. Es de años. Todos lo veíamos venir cuando dejamos de sorprendernos frente a la muerte violenta de muchos inocentes o presuntos culpables


Digamos que en la vida individual o colectiva hay altibajos; días de vino y rosas o tiempo de tropiezos; de expectativas o fracasos; de triunfos aguerridos y silencios dolorosos. Así es todo esto y que ve el que vive. Ya sabemos por Juan Rulfo: Que la vida no es muy seria en sus cosas... Pero... aun así, como que por estos días a México se le juntaron la pena y el dolor.
Los mexicanos de trabajo nos hemos esforzado hasta la extenuación para conseguir una vida más o menos decorosa para nosotros, para nuestra familia y para todos los que viven alrededor. En general nadie nos puede tachar de holgazanes o baquetones. Ni de no haber puesto de nuestra parte todo lo que está a la mano para construir a un país que fuera nuestra imagen y semejanza...
Pero a pesar de todo ese empeño, de todo ese esfuerzo y de toda esa espera intranquila o ilusionada ¿este país que hoy tenemos es el que queríamos para nosotros en nuestra vida? ¿Este es aquel México por el que nuestros padres estuvieron en chinga todos los días de su vida para dejarnos ‘un lugar mejor donde vivir’? ¿Es este por el que muchísimos de nosotros nos hemos partido el lomo día tras día y minuto a minuto para hacerlo querible y entrañable?
¿Quién se quedó con el resultado de nuestras horas interminables de trabajo, de agobio, de sudor en la frente y de cansancio exhausto? ¿Quién se quedó con el fruto de nuestras  madrugadas urbanas o rurales?... ¿Quién ensució a este alto valle metafísico? –que dijera Alfonso Reyes-.
Hoy México paga las consecuencias de malos gobiernos interminables: en fila, uno a uno, de cualquier partido político. Hoy sabemos que todo estuvo mal y que, lo peor, nadie sabe qué sigue aquí, para todos nosotros... Lo que sí es que estamos como salados, como el perro más flaco al que se le juntan más las pulgas; días estos de mala suerte, mal fario, mala sal, mal de ojo...
La detonante de Tlatlaya y de Ayotzinapa, tiene un largo antecedente. Es de años. Todos lo veíamos venir cuando dejamos de sorprendernos frente a la muerte violenta de muchos inocentes o presuntos culpables; y discutíamos formas de combatir al crimen organizado, pero no discutíamos formas de gobierno y las formas en que ese gobierno debía hacer las cosas: Nuestros representantes aplaudían a su conveniencia y nosotros les dejamos hacer. No hemos sido un país con gobierno demócrata ni ciudadanos democráticos: no estamos acostumbrados.
La tragedia de los guerrerenses es la de todos. Lo de los muchachos de Ayotzinapa duele: Quizá porque son muchachos –casi niños- o quizá porque ignoramos su destino. Se nos ha puesto enfrente el espejo de obsidiana y no queremos reconocernos en él. El pesimismo está a la vista de muchas formas y de distintas maneras entre los mexicanos de todo el país...
El gobierno federal y los gobiernos estatales y municipales no aciertan o no quieren encontrar la solución porque el problema esté en muchos de ellos.
Y así la rueda de la fortuna nos tiene en la parte baja. Y así las malas noticias no son sólo las que tienen que ver con esa demencial locura violenta de muchos que son capaces de causar dolor extremo a otros, con lo que dan muestra de su bestialidad pre humana.
Ya hemos dicho que muchos de los males de hoy en México tienen su origen en la desigualdad, en el desequilibrio social y económico; en la rapiña política y burocrática y en el mal hacer gobierno  para beneficio de unos cuantos... en la corrupción interminable, que no es cultural.
Apenas el lunes pasado a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), cuyo presidente José Ángel Gurría ha sido tan proclive a aplaudir los hechos del gobierno mexicano,  no lo quedó más remedio que anunciar datos obscuros de nuestro presente mexicano.
Según su estudio sobre la calidad de vida en los 34 países miembros de la OCDE, México salió archi reprobado; aparece último en la lista de seguridad con 22.9 homicidios por cada 100 mil habitantes (más de cinco veces el promedio de 4.2 por cada 100 mil).
En términos de ingreso disponible de los hogares, México quedó en el lugar 33 de 34, con 6,554 dólares per cápita, contra un promedio de 18,907 dólares para los socios de la organización.
“La tasa de homicidios, el ingreso disponible de los hogares, el acceso a conexiones de banda ancha y la parte de la fuerza laboral con al menos un título de secundaria son los indicadores de bienestar en donde la brecha entre las regiones de México y el promedio de la OCDE es mayor” informó la Organización.
Que “la economía mexicana, la segunda más importante de América Latina, sufre por bajos salarios y productividad, que limitan su capacidad de expansión”.
Unos días antes, el Foro Económico Mundial (WEF) publicó que México perdió seis lugares en el reporte mundial de competitividad al pasar de la posición 55 a la 61 de una lista de 144 países evaluados. “El retroceso –dice - se debió a que se deterioró la percepción sobre el funcionamiento de las instituciones; no se observa que la calidad del sistema educativo esté a la altura de las necesidades del país y son bajos los niveles de incorporación de tecnologías de la información”...
Sí, las cosas andan mal. Pero también está la fortaleza mexicana. Lo que Balbuena dijera: “La grandeza mexicana”.
Esa grandeza radica en exigir, en recuperar, en ‘girar instrucciones’ los ciudadanos de a pie, la gente de trabajo en la madrugada, la de todos los días, la que sabe que con su esfuerzo se construyen naciones, miles de ellas, las que se nos han quitado pero que todavía podemos recuperar con voluntad democrática. Esa es la responsabilidad de todos hoy, aquí, y ahora: exigir.

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