La
historia no puede repetirse exactamente de la misma forma, existen
muchas variables que cambian permanentemente, sin embargo, la
dialéctica nos enseña que en medio de las variables que cambian en
periodos de tiempo cortos, actúan de manera más profunda y duradera,
otras determinantes; de esta forma, podemos observar en la historia que
en un período determinado, las acciones políticas tienen mucho de
parecido y poco de diferente, dando así la impresión de que en lo
general la historia se repite.
Así mismo, es claro también que
nada ocurre por casualidad, cuando menos un estudioso o analista serio
de la realidad social, no puede partir del supuesto de que un hecho ha
ocurrido única ni principalmente por la fortuna, esto aún y cuando
exista una porción azarosa en los acontecimientos. Es la captación de
las tendencias históricas en sus elementos más constantes lo que nos
permite prever, y lo ocurrido en Iguala con los estudiantes
normalistas, es un hecho en el cual confluyen un sinnúmero de factores
que la clase dominante y el Estado mexicano han venido alimentando en
un período mediano de tiempo. [2]
Esta vez, el Estado mexicano ha cosechado la confluencia de dos
trabajos perversos, por un lado, una campaña sistemática de
criminalización de la protesta social, particularmente en los temas de
educación, y por otro lado, el clima de terror y confusión que se ha
promovido, alimentado y auspiciado, alrededor del contrabando, el
narcotráfico y las matanzas cotidianas relacionadas a estos hechos.
Desde hace años, un sinnúmero de organizaciones políticas y sociales
han venido alertando sobre la probabilidad de que el Estado mexicano
utilizara el clima generado por el supuesto combate al narcotráfico,
con la finalidad de reprimir al movimiento social. No es la primera vez
que ocurre, aunque ahora el hecho es particularmente grave.
La contrainsurgencia y confusión como antesala de la represión
La posibilidad de repetir lo esencial de un hecho represivo, consiste
para el Estado, en la habilidad para modificar las variables
superficiales y así presentarlo como “completamente diferente”,
provocando de este modo confusión incluso entre las propias
organizaciones sociales y retrasando su reacción. Lo ocurrido en Iguala
el pasado 24 de septiembre no es esencialmente diferente a lo ocurrido
en la Plaza de las Tres culturas de Tlatelolco en 1968, ni del
Halconazo del 10 de Junio de 1971, tampoco de la masacre de Aguas
Blancas en Guerrero en 1995 ni la de Acteal Chiapas en 1997; estamos
ante uno de los hechos más sangrientos del Estado mexicano en contra de
un grupo organizado simplemente para resistir a ciertas políticas del
Estado.
Agrupo así estos hechos, pues en ninguno de ellos, el
grupo agredido es en sí mismo una organización que pretenda con su
accionar el derrocamiento del Estado burgués, tanto los estudiantes del
68 como los del 71, la comunidad de “las abejas”, como la Organización Campesina de la Sierra del Sur
y los estudiantes normalistas, son simplemente opositores, no son
ejércitos guerrilleros. Su accionar, si bien puede provocarle algunas
heridas al Estado, es evidente que no pueden amenazarlo por sí mismos
de muerte, aún y cuando en cada uno de esos movimientos actúen
compañeros de convicción y acción revolucionaria, lo hacen desde una
posición política en un movimiento amplio que por lo tanto no estaría
en posición de desafiar al aparato represivo de Estado en su conjunto,
aún cuando éste último sí cuenta con la infraestructura y logística
suficiente para desarticularlos por la fuerza.
Si retomamos
este tipo de hechos, nos daremos cuenta que en cada uno de ellos, la
primera reacción del Estado mexicano y de los medios de comunicación
escritos y electrónicos varía entre negar la participación del mismo,
así como argumentar que los hechos han sido perpetrados por grupos que salen de su control,
con el consiguiente compromiso de investigar los hechos, promesa que
siempre termina por incumplirse o simularse. ¿Acaso no fue eso lo que
dijeron en Acteal? ¿Acaso no fue eso lo que dijeron después aquel
jueves de corpus en el 71? ¿Acaso en 1968, el Estado no intentó
minimizar el hecho y trató de deslindarse de aquellos civiles con un
guante blanco que actuaban en mancuerna con los militares? ¿En verdad
alguien puede creer ahora que lo de Iguala es sustancialmente diferente?
Según la narrativa de los hechos, en Iguala, al momento de la agresión,
estaban presentes elementos de la policía estatal, estaban cerca
agentes de la policía federal y atestiguaban los acontecimientos
elementos del Ejército Mexicano, unos persiguen, otros se comunican por
radio, otros disparan, unos vestidos de civil, otros uniformados, unos
observan, otros actúan. ¿Acaso no son así los operativos? ¿Es necesario
que sea el elemento uniformado del Ejército mexicano quien dispare para
atribuirle responsabilidad al gobierno federal? Para qué tendría el
soldado que usar su arma cuando los mercenarios pueden bañarse con la
sangre de inocentes mientras el mantiene limpio el uniforme.
El
asunto es más preocupante aún, el día de ayer, el procurador de
justicia de Guerrero, agradecía la acción del Ejército y de la Marina
¿Qué pretende con ello? Vivimos momentos muy delicados, la burocracia
política en México está sumamente desgastada y no faltan voces dentro
de la oligarquía quienes de forma más velada o descarada, claman porque
los militares tomen el control del país, contribuyendo simultáneamente
al descrédito de la política y a la acreditación de los métodos
castrenses. Por un lado, el aparato represivo actúa asesinando
inocentes, y por otro aparece otra parte del mismo como salvador de la
situación, un verdadero teatro en donde el que tira al niño por la
ventana es el mismo que lo rescata, pero que se vale del hecho de que
en la memoria aparece más vivo el recuerdo de la última imagen,
produciendo la confusión de ver al héroe en el villano.
LA CONFUSIÓN EN LA “GUERRA CONTRA EL NARCOTRÁFICO”
Estamos ante un fenómeno como el que acabamos de mencionar, ha sido la
burguesía y el Estado en México quienes han promovido, solapado y
alimentado el fenómeno del paramilitarismo, del crecimiento de las
mafias de contrabandistas y del matar como forma de ganarse la vida;
pero simultáneamente se valen de dicha situación para presentarse como
héroes que combaten el desorden, la droga y el crimen; ¡Una tremenda farsa!
En los últimos años, México se ha convertido en el país donde se “mata por error”,
pero se mata mucho. Tan solo el año pasado, se cometieron en el país
cerca de veintitrés mil asesinatos, 62 por día en promedio. [3]
Supuestamente un porcentaje corresponde a mismos contrabandistas,
delincuentes, sicarios o similares, pero se sabe que un porcentaje
también corresponde a inocentes; muertos que supuestamente murieron por
error, por parecerse a alguien, por estar comiendo en el lugar
equivocado, por cruzar por la carretera equivocada, por enamorarse de
la persona equivocada o por defenderse de una agresión ante las
personas equivocadas. Entre tanta violencia, tanto grupo armado, entre
tanta confusión, se ha acostumbrado a la población mexicana,
particularmente en algunos estados, a no prestarle demasiada atención a
los asesinatos o a considerarlo simplemente como algo normal.
Como siempre, el Estado mexicano argumenta ser la solución y no la
causa del problema, aún cuando es un claro beneficiario de la
violencia, claro, sin estar el proceso exento de contradicciones [4]. Un ejemplo paradigmático fue la masacre en San Fernando Tamaulipas, en donde un grupo, presuntamente los Zetas,
asesinaron a más de 193 personas, dentro de las cuales predominaban
migrantes centroamericanos, justo en un momento en que el gobierno
norteamericano urgía al mexicano para que controlara (ojo, no que
detuviera), el flujo de trabajadores centroamericanos hacia Estados
Unidos. El Estado ha prometido investigar el caso, pero como siempre
ofrece respuestas cortas y claramente deficientes.
Como vemos
México es el país donde el Estado mata por error, o deja que se maten
por error a personas a las que convenientemente prefiere que no vivan.
La guerra contra los que se oponen al ajuste educativo
Aquí nos encontramos con un elemento que ha sido tan sistemático que
sólo de manera ingenua nos hará ver la masacre de Iguala como una
casualidad. En los últimos años, el Estado mexicano, ayudado por
instrumentos ideológicos como la Iglesia y los medios masivos de
comunicación, han emprendido una campaña en contra de maestros y
estudiantes que se oponen a las políticas educativas de ajuste
neoliberal en México. Desde el movimiento estudiantil del 1999 hasta la
fecha, los medios de comunicación se han empeñado por crear la
impresión en el conjunto de la población con avanzado grado de
ignorancia, que un estudiante rebelde es un delincuente y merece ser
castigado.
En los últimos años, desde el noticiero matutino de Televisa, el presentador y vocero de dicho grupo empresarial, Carlos Loret de Mola,
cuenta con una sección especial destinada a promover un clima de
linchamiento en contra del magisterio democrático y de los estudiantes
normalistas ¿Se tratará de una casualidad? Difícilmente un grupo
empresarial tan experimentado en política y comercio, invertirá tanto
dinero en una casualidad.
Pero además las cifras son claras, el
siguiente cuadro, nos da una idea del trato que han recibido los
estudiantes normalistas por parte del Estado mexicano desde el año 2000
Detenciones a normalistas en los últimos 14años
Escuela | Año | Cantidad de detenidos |
ENR Luis Villarreal Mexe Hidalgo | 2000 | 272 |
ENR Benito Juárez, Tlaxcala | 2000-2001 | 600 |
ENR Carmén Serdán, Teteles Puebla | 2000 | 362 |
ENR Mactumatzá, Chiapas | 2003 | 207 |
ENR Isidro Burgos, Ayotzinapa Gro. | 200-2011 | 248 |
ENR Vasco de Quiroga, Tiripetío Mich. | 200-2011 | 346 |
ENR Vasco de Quiroga, Tiripetío Michoacán, junto con estudiantes de la Escuela Normal Indígena de Michoacán | 2012 | 120 |
TOTAL | 2195 |
Como
vemos, difícilmente será sostenible la versión de que en los últimos
años, el Estado mexicano, por error ha encarcelado a casi 2200
estudiantes normalistas, en operativos donde no sólo se ha detenido a
los mismos, sino también se les ha golpeado, disparado y torturado en
distintas modalidades, incluso, el 12 de diciembre de 2011, dos
estudiantes de Ayotzinapa habían sido asesinados en un operativo.
A estas cifras podríamos agregar los casi 1000 estudiantes detenidos
tras la huelga de la UNAM en 2000, y los 204 detenidos en 2012 tras los
operativos en las Casas del Estudiante “2 de Octubre” “Estudiante
Nicolaita” y “Lucio Cabañas” en Morelia Michoacán el 28 y 29 de abril
de ese año. [6] Pero además
estas cifras sólo contemplan la represión a estudiantes en
movilizaciones propiamente estudiantiles, por lo que también podríamos
agregar cientos más si contemplamos a los estudiantes reprimidos en
movilizaciones con otro carácter, por ejemplo en los hechos represivos
de Cancún y Guadalajara, durante las protestas antiglobalización, o
bien los estudiantes, heridos, muertos, torturados y detenidos durante
el año 2006 en San Salvador Atenco.
Me parece que no es
necesario seguir abundando en el punto, el asunto es muy claro, la
creciente represión contra los opositores, particularmente estudiantes
de origen proletario-campesino, y particularmente contra los
normalistas rurales, es contundente. A estas alturas no es creíble que
el Estado se equivoque tantas veces en su favor.
La síntesis de la violencia de Estado
Estamos ante un hecho gravísimo, independientemente de la confirmación
de cifras entre desaparecidos y ejecutados, el Estado mexicano promueve
que se prolongue el período de confusión para así evadir su
responsabilidad en los hechos. Por ahora, la postura oficial, secundada
por Televisa y medios afines, es la “teoría de la confusión”, en donde se dice que tal vez los normalistas fueron confundidos con sicarios de un cártel rival [7].
Esta argumentación es una falsedad de la más baja calidad, cualquiera
que viva en Guerrero o en Michoacán, donde el activismo normalista es
muy frecuente, y donde la actividad de los contrabandistas y sicarios
es también cotidiana, puede distinguir perfectamente una cosa de la
otra, estos grupos no son siquiera parecidos. Los normalistas rurales
son inconfundibles, y aún cuando hubiera habido una confusión inicial,
esta se hubiera disipado con facilidad. Los sicarios no llegan con ropa
sencilla y desarmados en autobuses escolares a pedir colectas para ir a
una marcha el dos de octubre a la Ciudad de México.
Además,
suponiendo que los sicarios actuaran contra ellos por tener algo
particular en contra de los normalistas ¿Qué podrían tener contra
ellos, que no sea lo mismo que tiene el resto de la burguesía y el
Estado contra el normalismo rural? Es claro que de una forma u otra lo
provocaron, ya sea que desde arriba dieron la orden de actuar así, o
bien que desde arriba generaron las condiciones para que estos grupos
se sintieran en su total libertad de usar su armamento en contra de
quienes el Estado considera sus enemigos, y contra quienes los medios
de comunicación pretenden presentar como enemigos públicos. ¿Será esto
lo que Oscar Naranjo ex director de la Policía Nacional de Colombia
vino a enseñar a México?
Podríamos preguntar ¿Quién hizo esto?
Y existen muchos nombres, algunos más teatrales y otros más reales, fue
Enrique Peña Nieto, fue el PRI, fue Felipe Calderón, fue el PAN, fue
Angel Aguirre, fue el PRD, fue Televisa, fue Emilio Azcárraga, fue
Carlos Loret, fue Tv. Azteca, fueron los Zetas, los Caballeros
Templarios, el cártel de Sinaloa, Tijuana, del Golfo o del Milenio, fue
el Ejército, la Policía Federal, la municipal, la estatal y la privada,
fue la burguesía legal y la ilegal, en pocas palabras, fue El Estado y
la clase dominante, pero también tenemos que reconocer que una parte es
culpa de quienes por desidia, cobardía o lentitud, han dejado a los
luchadores sociales solos a su suerte, permitiendo que esto ocurra.
No, en la historia no hay casualidades y esta tampoco lo es, son los
grandes intereses que gobiernan y dominan nuestro país quienes han
actuado en contra de la juventud rebelde, proletaria y campesina, es
claro que para el Estado mexicano ese es un enemigo a vencer.
A
los demás, a la izquierda, a las organizaciones sociales del pueblo
trabajador, a los explotados de México y el mundo, nos queda
simplemente tomar cartas en el asunto, es muy peligroso que permitamos
esto, le estaríamos dando un cheque en blanco al Estado mexicano, le
estaríamos dando permiso de matarnos. Sin duda es tiempo de decir ¡Ni
uno más! Es tiempo de exigir justicia para los caídos y presentación de
los desaparecidos, pero también es tiempo de comprender que si no
hacemos lo que tenemos que hacer por nuestra condición histórica,
estaremos anulados en más de un sentido.
Notas:
[2] Tesis defendida por Marx en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
También hago referencia al texto de A. Gramsci Previsión y expectativa. Dentro de: Antonio Gramsci. Pequeña antología política. Libros de confrontación. Serie filosófica 5. Barcelona 1974. Pág. 70.
[3] La Jornada 23 julio 2014. http://www.jornada.unam.mx/ ultimas/2014/07/23/en-2013- hubo-casi-23-mil-homicidios- en-mexico-informo-el-inegi- 1229.html
[4]
Es obvio que en esta situación, el Estado también ha sufrido algunas
consecuencias como pérdida de la legitimidad, y la desconfianza de
algunos empresarios extranjeros, pero en la historia, las tendencias
son así, contradictorias, lo cual no la priva de su carácter tendencial.
[5] Datos de una investigación ordenada por la SEP a la UPN. http://anuario.upn.mx/2012/ index.php/reforma/77571- impera-desorden-en-normales- rurales.html
Completada con información periodística reciente:
[7]
El pasado miércoles en el programa editorial de Televisa, llamado
“Tercer Grado”, los participantes apuntalaban a dicha hipótesis.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario