Lucha AI por mejores condiciones para refugiadas
Es difícil escuchar a Nareen Shammo y no conmoverse. Ella lo busca por
no sentirse sola, pero sobre todo por hacer justicia con la lucha de las
mujeres yazidíes en Irak, y tratar de abrir la puerta de la solidaridad
y el compromiso de quien recibe el impacto de la barbarie a través de
su voz.
La experiodista de 28 años de edad de Bahzani, un pueblo asirio situado
en el norte de Irak, dedica su vida a salvar a las mujeres de la
población yazidí, un grupo etnorreligioso en manos del llamado Estado
Islámico (EI). El lunes estuvo en Madrid, en la sede de Amnistía
Internacional (AI).
“¿Alguien sabe quiénes son las mujeres yazidíes?” pregunta al comienzo
de su intervención. Y se abre el primer silencio. “Son mujeres que
forman parte de una de las comunidades religiosas y étnicas más antiguas
de Oriente Medio y Mesopotamia. Una población que ha sufrido hasta 74
genocidios, el último en el verano de hace dos años”.
El 3 de agosto de 2014 los combatientes del EI atacaron la población de
Sinjar, al noroeste de Irak. Era de noche, la gente dormía; 5 mil
hombres, mujeres y niñas fueron asesinadas. A muchas de ellas las
enterraron vivas.
Doce días después la ciudad de Kojo sufrió igual suerte: 712 hombres
murieron acribillados. A los bebés, las personas mayores y las enfermas
las subieron a una montaña y las dejaron morir de hambre y sed. Sólo
sobrevivieron las mujeres y los niños. A ellas las violaron y se las
llevaron para venderlas como esclavas sexuales, y a los niños los
aleccionaron para convertirlos en integristas y les entrenaron para
matar. En total, 7 mil personas fueron secuestradas aquel mes de agosto
por pertenecer a la comunidad étnico religiosa yazidí.
La vida de Nareen Shammo dio un giro ese verano. Trabajaba para un canal
de televisión en Kurdistán, viajaba y disfrutaba de la vida. Pero ese
agosto de 2014 empezó a recibir llamadas y mensajes de mujeres yazidíes
que habían escapado del ataque, contándole lo que estaba pasando y
pidiéndole ayuda. Desde entonces, toda su energía está puesta en dar
charlas por el mundo para informar lo que el Estado Islámico está
haciendo no solamente con la población yazidí, sino también con las
personas integrantes de la religión cristiana y la comunidad shabak en
las zonas ocupadas por los radicales.
En ese mismo año creó la red “Initiative for Yazidis around the world”
para localizar e intentar liberar a las mujeres yazidíes secuestradas
por el EI. Desde 2014 es integrante del grupo de trabajo de Minorías de
la ONU, y ha expuesto ante las Naciones Unidas y los gobiernos de
Alemania y Bélgica el drama que padece el pueblo yazidí. “El Estado
Islámico está llevando a cabo un genocidio con quienes consideran
infieles”, denuncia Shammo, “quiere pintar de negro el futuro de toda la
humanidad”.
Desde los ataques a Irak del Estado Islámico, 80 por ciento de la
población yazidí ha abandonado sus hogares y se encuentra desplazada por
diferentes lugares. En su exposición, la experiodista lamenta la
inacción no sólo de los gobiernos kurdo e iraquí, sino también de la
comunidad internacional. “¿Os imagináis que mañana no supierais nada de
vuestros familiares, que tuvierais la certeza de que vuestra hija está
siendo violada?”, interroga buscando desestabilizar a la acomodada
Europa representada en las 50 personas que hoy la escuchamos. “Nosotros
tampoco pensábamos que podría pasarnos algo así”.
TESTIMONIOS DESGARRADORES
La voz de Nareen Shammo se convierte en la de algunas de tantas mujeres
que le hacen llegar sus testimonios. Mujeres vendidas hasta nueve veces
en subastas públicas realizadas en un mercado. Madres violadas delante
de sus hijos, que parieron solas después de pasar una semana encerradas
sin comida, violadas nuevamente a los cuatro días de dar a luz. Mujeres
secuestradas, utilizadas como esclavas sexuales, víctimas de matrimonios
forzosos. Madres que vieron a sus hijos adiestrados en la violencia más
cruel. O que fueron obligadas a ver cómo cortaban en trozos a su hija y
a cocinarla. “Pidieron que las mataran porque eran incapaces de
hacerlo, pero ellos quieren usarlas como esclavas sexuales”, narra.
REFUGIO
Quienes logran escapar y sobrevivir a semejante barbarie llegan a unos
campamentos, sin apoyo de ningún gobierno, donde tienen que enfrentar
traumas psicológicos, problemas físicos, en condiciones inhumanas, con
frío, sin apenas comida, sin dinero para comprar medicinas. Y con
violencia. Nareen Shammo afirma que “por cinco dólares (aproximadamente
100 pesos mexicanos) se puede comprar un ser humano en el siglo XXI”,
recordando el negocio de la venta de niñas y jóvenes a manos de las
mafias.
Dar voz a estas mujeres “es un deber humanitario y mi deber con mi
pueblo”, dice al final de la “descripción” del sufrimiento de las
mujeres yazidíes que ha calado en nuestras conciencias y que ella pide
transmitir y dar a conocer en cualquier rincón del mundo. Esa es nuestra
forma de ayudar: divulgar la campaña genocida contra la comunidad
yazidí en el norte de Irak, y pedir el compromiso con las personas
refugiadas.
Con el apoyo de AI, la activista ha recorrido varias ciudades españolas
para divulgar lo que está ocurriendo con la comunidad y las mujeres
yazidíes; es su manera de hacerlas visibles. Es fundamental que millones
de personas tengan conocimiento de una realidad no suficientemente
difundida. Que el mundo sepa de ellas. Tal vez así se pregunte por qué
nadie hace nada.
YO ACOJO
Amnistía Internacional puso en marcha el 25 de noviembre el manifiesto
#YoAcojo para denunciar los atropellos que están sufriendo las personas
refugiadas, en concreto las mujeres, que “son usadas como arma de guerra
y como esclavas sexuales. Son violadas y, cuando llegan a los
campamentos, tienen que ocultarse para no ser acosadas por otros
refugiados, por la policía y las mafias”.
“Quienes firmamos este manifiesto queremos acoger. Y consideramos que
Europa no está dando la respuesta adecuada a las personas refugiadas. Al
contrario, todo su esfuerzo hasta ahora se ha centrado en proteger las
fronteras y convertir Europa en una fortaleza”, expone el manifiesto.
Especialmente trágica es la situación de mujeres y niñas expuestas a
explotación y violencia sexual, y la de las personas en situación de
mayor vulnerabilidad, como por ejemplo, las que tienen una discapacidad.
Todas ellas han visto cercenada la vida que llevaban y se enfrentan a
abusos y violaciones de sus derechos que nunca hubieran imaginado. Por
no hablar de las miles de familias que se han roto y que encima sufren
rechazo en los países que deberían ofrecerles una hospitalidad digna.
“Queremos que los países de la Unión Europea, y España como parte de
ella, garanticen a las personas refugiadas el apoyo que les corresponde,
que den un paso adelante, que escuchen nuestra voz, que acojan”,
reclama el texto de AI.
Las mujeres refugiadas necesitan urgentemente protección frente a la
violencia sexual y de género. “Instamos a los gobiernos de todo el mundo
a que cumplan con su obligación legal de eliminar dicha violencia. Esto
significa tomar medidas específicas como garantizar que la policía
proporcione un entorno seguro y confidencial en el que las personas
refugiadas puedan denunciar los casos de violencia de género,” reza el
documento.
En España, Amnistía Internacional también ha denunciado que las
autoridades no están cumpliendo con sus compromisos de acoger a más de
17 mil personas para los próximos dos años. Por el momento, el número de
personas que han llegado por reubicación y por reasentamiento ha sido
de 398 y 289, respectivamente. Es decir, un total de 687 son las
personas que esa nación ha amparado hasta ahora. De ellas, sólo han sido
reubicadas 76 mujeres y reasentadas otras 63.
Por otra parte, las pocas personas que han sido refugiadas se encuentran
a su llegada con un sistema de asilo que no les da la bienvenida que
merecen. Tal y como denunció la organización en su último informe, se
trata de un sistema discriminatorio, arbitrario, obsoleto e ineficaz que
puede llevar a las personas a la indigencia a medio plazo.
SOLIDARIDAD CON LAS MUJERES YAZIDÍES EN GRECIA
Este año, Amnistía Internacional pide a sus simpatizantes que envíen
mensajes de solidaridad a un grupo de mujeres yazidíes del norte de
Irak, que se vieron obligadas a huir en agosto de 2014 y permanecían
varadas en Grecia en condiciones terribles.
Durante más de 5 meses, las mujeres estuvieron en el campo de Nea
Kavala, donde las condiciones son espantosas: mala iluminación, falta de
retretes y duchas sin seguros o separadas, además de ningún mecanismo
donde denunciar el acoso sexual. Se sentían muy inseguras, así que
formaron un “círculo de protección” para cuidar unas de otras, ante la
ausencia de protección por parte del Estado en el campo. Desde entonces,
se han trasladado a otro campo.
“Grecia y otros países que acogen a refugiados deben actuar urgentemente
para mejorar las condiciones de recepción de las personas refugiadas
que permanecen varadas en el país; entre otras cosas, deben tomar
medidas adecuadas para garantizar la seguridad de las mujeres y niñas
refugiadas”, ha manifestado Catherine Murphy, de la organización AI.
“Como mínimo absoluto, esto significa garantizar que a las mujeres,
niñas y personas LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero)
refugiadas se les proporcionan retretes seguros y zonas de dormitorio,
así como acceso a servicios y atención médica para quienes han sufrido
violencia de género”, expuso Murphy.
Imagen retomada del portal AmecoPress
Por: Gloria López
Cimacnoticias/AmecoPress | Madrid, Esp.-
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