Este primero de
diciembre se cumplió cuatro años de gestión del gobierno de Enrique Peña
Nieto, un gobierno que desde el primer día tuvo el repudio manifestado
en grandes protestas populares por todo el territorio nacional, un
gobierno marcado por escándalos de corrupción bien ejemplificado en “La
casa Blanca”, así como de represión a movimientos sociales, que traen a
la mente la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Como
cada año, en cadena nacional, Peña Nieto da su mensaje a todos los
televidentes y radioescuchas, haciendo un brevísimo balance de su
gestión y señalando lo conducente por un año más; en esta ocasión
tuvimos más de lo mismo, pero lo que causó gran intereses es su llamado a
la unidad de los mexicanos, lo realmente asombroso fue el argumento
fantasioso sobre el porqué de dicha unidad.
El presidente cree que:
“Nuestra historia nos recuerda que cuando no hemos estado unidos, el país ha sufrido desastres que dejan cicatrices dolorosas.
La desunión provocó la pérdida de la mitad de nuestro territorio.
La desunión condujo a la imposición de un emperador extranjero, ajeno a nuestra vocación republicana.
La desunión ocasionó una revolución de años, que causó un millón de muertes y una destrucción que tomó décadas recuperar.”
De
estos enunciados, así construidos a la ligera y sin la mayor pena,
podemos decir que el Presidente no tiene ni idea de lo que ha sido
nuestra historia, y no sólo eso, sino que no comprende en lo más mínimo
cómo se compone o desarrolla una sociedad.
Creer que las
divisiones sociales se engendran por mera voluntad, por simples
discrepancias de pensamientos, o algo peor, por el no entendimiento
entre los individuos, no es más que dejar toda argumentación al
idealismo, a la corriente filosófica que aún permea en el mundo
religioso y como se ve, en las altas esferas del poder público en
México.
Entender la realidad con una visión idealista, sin duda,
muestra la mayor ignorancia que un Jefe de Estado pueda tener, la
ciencia tanto físicas como sociales, ya han dado muestras de que la
naturaleza y la sociedad se desarrollan independientemente de la
voluntad, no es la idea de la unidad la que “nos sacará adelante”, sino
los cambios efectuados en la materia, en lo que causa las divisiones
sociales.
Así entonces, mediante el análisis materialista de la
historia, podemos ver que toda sociedad hasta nuestros días* ha estado y
está dividida en clases sociales, debido al papel que desempeñan dentro
del proceso de producción, lo quieran o no los miembros de una u otra
clase.
Así, las clases sociales están en permanente lucha, debido a
la permanente contradicción de intereses entre ellas, una clase contra
otra clase, una alianza de clases contra otra, variando esa lucha según
cada contexto en el que se dé la disputa de intereses.
En el
contexto de la Guerra entre México y Estados Unidos -en donde perdimos
más de la mitad del territorio nacional- y en la llegada de Maximiliano
de Habsburgo, había en México una clara división, los que buscaban
conservar los privilegios de la Iglesia y volver a la monarquía, y
aquellos que buscaban instaurar un régimen republicano; Conservadores
los primeros, Liberales los segundos.
Esta división no surgió por
malentendidos, sino fue producto de los grandes intereses que cada grupo
representaba, mantener las mismas estructuras e instituciones que tuvo
el coloniaje o barrer todo obstáculo que impidiera el libre pensamiento,
comercio y producción.
Sabemos que triunfaron los liberales, México avanzó y se desarrollaron condiciones económicas capitalistas (un capitalismo periférico, sui generis)
que dieron auge al crecimiento técnico y científico en la producción,
pero aún se mantenían resabios del viejo orden social; la desigualdad en
la distribución de la riqueza era abismal, el 1% por ciento de la
población era propietaria del 95% del territorio nacional, las haciendas
eran el símbolo de ésta situación social. (1)
Ante la profunda
contradicción de intereses surgidos por la profunda desigualdad en la
distribución de la propiedad, era totalmente lógico que surgiera la
Revolución de 1910, mostrando “la desunión” que imperaba en las condiciones materiales de los mexicanos.
Pintar a esta revolución de manera negativa, como causante de un “millón de muertes y una destrucción que tomó décadas recuperar”, es
tener una asombrosa miopía de inteligencia. No señor Presidente, no fue
la “desunión” la causante de ese millón de muertes, si buscamos un poco
más, el causante de ese millón de muertes fueron las condiciones de
semiesclavitud en la que vivían los jornaleros, fue esa oprobiosa
distribución de la tierra la que engendró la división entre los
mexicanos, algo así como la división que engendra la actual situación
económica de México donde el 1% posee alrededor del 43% de la riqueza
total del país (2).
El llamado a la unidad, haciendo a un lado la
reflexión sobre lo que nos desune, no es más que abrazar la máxima del
porfirismo “Paz, orden y progreso”, en una etapa neoporfirista.
Notas
*No incluyo aquí al comunismo primitivo, régimen social en el que la humanidad ha durado más, aproximadamente 190 mil años.
1.- “Carta a la Juventud”, Vicente Lombardo Toledano. México. 1960.
2.- Informe de Oxfam México. http://www.cambialasreglas. org/pdf/desigualdadextrema_ informe.pdf
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