La manipulación. La descalificación, y ese lugar
que es un clásico: no importa lo que haga, el perverso siempre
intentará el lugar de la víctima.
“Mediante
un proceso de acoso moral, o de maltrato psicológico, un individuo
puede conseguir hacer pedazos a otro. El ensañamiento puede conducir
incluso a un verdadero asesinato psíquico… sin embargo, en la vida
cotidiana no nos atrevemos a hablar de perversidad…”
Marie-France Hirigoyen.
Marie-
France Hirigoyen, psiquiatra, psicoanalista y terapeuta familiar, ha
dedicado una buena parte de sus investigaciones a las relaciones de
control, dominio y aniquilamiento moral sistemático de una persona por
otra: en la vida privada, en la vida laboral, en distintos grupos de
pertenencia. ¿Qué sucede cuando una persona comienza a percibir que su
jefe/fa de manera “sutil” desata una campaña en su contra? Y este es un
dato muy importante que la psicoanalista señala: el principio del acoso
suele ser “sutil”, porque su fin es desestabilizar. De manera velada y
sin testigos. Colocar paulatinamente a la persona en una situación en
la que comienza a dudar de sí misma. El siguiente paso por parte de jefe
podría ser dejar caer por aquí y por allá comentarios descalificadores
entre las personas que colaboran con él. Intrigas que no lo parezcan.
Aislar a la persona que elige como víctima. Fragilizarla. Llamar a los
otros a la desconfianza y a una especie de complicidad voluntaria o
involuntaria, que se obtiene en la manipulación.
Colocar
a la víctima elegida en situaciones difíciles: pedirle trabajos muy
complicados en tiempos imposibles de cumplir, exhibirla cuando no los
cumpla, siempre intentado un tono de “paciencia” y “bonhomía” hacia
ella, en público. Se trata de llevar a la persona acosada a un punto en
el que de pronto, la presión subterránea sea tal, que comienza a
“fallar” en su trabajo a fuerza de golpes bajos y demandas imposibles.
No se explica cómo, pero su entorno cada vez la deja más aislada. Más
sola. Para cuando se da cuenta, para cuando está dispuesta a aceptar
–ante sí misma- lo que le sucede, se descubre en una situación
imposible. No entiende cómo sucedió. No entiende cómo fue siendo
conducida hacia esos estados de desesperación. Cuando intente defenderse
la respuesta – ahora sí frente a sus compañeras/os será: “Ya ven, es un
agresivo”. Si estalla en llanto: “Pobre, he intentado decírselos, tiene
serios problemas emocionales”.
Hirigoyen es muy clara en un
punto: en el juego de la perversión narcisista siempre se tratara de que
la victima elegida termine siendo culpable. Se tratará de que cuando el
despido llegue, por ejemplo, todo haga parecer que la persona
despedida: “se lo merecía". ¿Qué pasa durante todo ese tiempo con la
víctima elegida? Es probable que piense que se lo está imaginando, que
exagera, que su jefe/a tuvo un mal día, que no hay nada contra ella,
¿por qué lo habría? Se exigirá más y más. Es muy probable que intente
mantener su confianza, porque el/ la perverso/a narcisista suele atacar a
personas con una tendencia notoria a confiar y a cuestionarse. Es un
hecho, que a pesar de su omnipotencia sabida, el perverso no se atreve
con cualquiera. Ni en el trabajo. Ni en la pareja. Ni en la familia. Es
un experto en detectar en otras personas, lo que él /ella considera como
“fragilidad” y desprecia: las buenas intenciones, el deseo de escuchar y
comprender, la necesidad de negociar, la confianza en el amor, la
ternura y la lealtad.
“Me siento humillada, pero seguro que no fue
su intención”. “Creo que su comentario fue agresivo, pero quizá es un
problema mío”. “Ha sido muy encantador/a y es buena persona, sólo
atraviesa una mala racha, es cosa de ser paciente”. “Estoy seguro que
tenía esos documentos en mi escritorio, ¿cómo desaparecieron? ¿me estaré
equivocando y los dejé en la casa?” El piso se mueve, la persona
comienza a dudar de su memoria, de lo que escuchó, de lo que está segura
que le dijeron o no le dijeron. Con la nueva tecnología se pueden dar
situaciones aún más oscuras: ¿cómo su compañera de oficina que hasta ese
día era su amiga recibió un what’s app ofensivo que sí viene de su
cuenta, pero que ella nunca mandó? No sólo Hirigoyen, todos los
estudiosos de la personalidad narcisista perversa señalan repetidamente
este momento: “la desestabiización”. El proceso paulatino en el que la
víctima elegida deja de entender dónde está colocada, sin tener las
herramientas aún para saber que todo lo que sucede: se lo están
haciendo.
En, “El odio al amor. La perversión del vínculo”,
Maurice Hurni y Giovanna Stoll escriben una introducción al tema que es
muy dura: la mayoría de las personas estarían indefensas ante un
perverso narcisista, no sólo porque el perverso en un comienzo se
muestra como muy generoso y encantador, sino porque a cualquier persona
relativamente sana le sería imposible siquiera pensar que esos niveles
de cálculo y frialdad existen. Esos niveles de crueldad. ¿Por qué
alguien usaría a los demás de esa manera? ¿Por qué alguien querría dañar
tanto a otra persona? Y la respuesta es todavía más increíble: porque
lo necesita, porque no le importa, porque así prueba su poder. Porque
allí nutre ese motor que lo sostiene: su omnipotencia. En el camino
pueden existir otros “móviles”, sí: colocar a un amigo en el lugar de la
persona a la que despide, por ejemplo, pero no es lo mismo ser
perverso, que “sólo” muy ruin. El perverso va por la sensación de
“poder” que le produce el hecho de aniquilar moramente a otro.
El
grado de utilitarismo del perverso narcisista es difícil de superar y
está inscrito en una continua necesidad de reforzar su imagen grandiosa,
a costa de los otros. Su “móvil”, más hondo y constante es probar que
vive en un mundo de seres inferiores a los que puede controlar a su
antojo. Va por todo y “se lo merece todo”. ¿Por qué? Porque es
él/ella. Así nada más. También los especialistas analizan el inmenso
desamparo interior de una personalidad así, el desamor en el que vivió
su infancia, su vacío, su falso “yo”, su lucha constante contra
“mecanismos” interiores que siente podrían desarticularlo. Las demandas
excesivas de un padre y/o una madre demasiado narcisistas que
convirtieron a su hija/o en un objeto, al que no fueron capaces de amar
en su existencia real y en su singularidad. Intentar entender, nunca
podrá ser justificar, ni permitir.
El perverso va así creando su
laberinto de espejos. El laberinto puede ser amplísimo, podemos
constatarlo en el caso de políticos “grandiosos” que de veras se sienten
triunfantes “porque son Ellos”, aunque tengan clarísimo que el lleno
del estadio es pagado. Con el dinero de otros, claro. Qué importa, a
condición de escuchar el ruido de ese “poder ilimitado” que corresponde a
sus indispensables fantasías y que le inyectan los aplausos. Los mismos
que no tienen el menor empacho en desviar recursos de educación y salud
para adquirir bienes que consideran como lo mínimo que les corresponde
en la vida. ¿Por qué? Porque son Ellos. Así de grandiosos. ¿Beneficiarse
desamparando a otros, abusándolos? Para que ese trámite moral exista,
esos “otros” tendrían que existir para ellos en tanto que personas. Pero
no existen. Lo que podría quedarnos claro en esos escenarios de lo
público donde las pruebas son avasallantes, no es tan fácil de entender
cuando llegamos a los espacios laborales o de la vida personal. Allí, a
menos de haberlo vivido muy de cerca, con toda la carga que tiene de
intransmisible, nos volvemos más “ingenuos”, o más “románticos”. En
todo caso: muy permisivos.
No creo que el mundo esté lleno de
perversas/os narcisistas, sólo está probado que existen, que pueden
causar muy serios estragos y que es indispensable reconocerlos, y
detenerlos. Defenderse. No dejar pasar el tiempo porque el desgaste es
enorme, y en la medida en que ese oscuro “empoderamiento” avance,
avanzarán los grados de crueldad y de violencia, que tenderán a ser
soterradas. La manipulación. La descalificación, y ese lugar que es un
clásico: no importa lo que haga, el perverso siempre intentará el lugar
de la víctima. Su labor de desestabilización es sobre todo, un ataque
psíquico, moral. Romper el silencio es una de las maneras más eficaces
de lidiar con ellos, siempre y cuando a persona acosada haya reforzado
su seguridad personal. Una puede no encontrarse nunca a una/o en a vida,
una/o puede encontrarse a más de una/o en la vida. Y si así sucediera,
sería muy importante – en aras del futuro- preguntarse por qué. No para
justificar a nadie, sino para detectar a tiempo.
Me
parece importantísimo para las persona que se sientan colocadas en
situaciones imposibles (artificialmente creadas para ellas, hasta que se
convierten en su realidad), no sólo que soliciten ayuda de inmediato (y
dejen para después esa pregunta: “¿me estará pasando o no?” “él/ella
jamás sería capaz de hacerme esto”, “¿acaso no le importa destruirlo
todo?”) y que conozcamos trabajos en los que podemos ir entendiendo, que
sí pasa, que quizá –cuando es el caso- sí está pasando.
El libro
“Acoso moral” de Hirigoyen que incluye apartados específicos: “Acoso
laboral”, “Acoso sexual” está accesible en PDF y de manera gratuita en
internet. Editorial Paidos ha publicado la traducción de otras de sus
obras: “El abuso de debilidad”, “Todo lo que hay que saber sobre el
acoso moral en el trabajo”. Para abrir los ojos bien abiertos, cuando
sea necesario.
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