Carlos Fazio /III
Casos como los de los cónsules
Fidel Herrera, Tarcisio Navarrete y otros nombramientos políticos
efectuados por el Poder Ejecutivo −una práctica que debería ser de
excepción pero que se ha convertido en regla abusiva, en muchos casos
saltando por encima de los mecanismos establecidos para los ascensos
previstos en la ley del SEM−, han generado sentimientos de enojo,
descontento, frustración, burocratismo y desidia en las filas del que es
considerado en México el único verdadero servicio civil de carrera.
El mayor grado de conflictividad y causa de irritación entre los profesionales de la diplomacia, tiene que ver con la
invasiónde designaciones por razones políticas y los intentos por convertirlas en permanentes. Pero siempre hubo nombramientos políticos y en el ejercicio de atribuciones perfectamente legales; en algunas ocasiones se recurrió a ese expediente para exiliar a personajes molestos al régimen, como hizo José López Portillo con los ex presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, responsables de la matanza de Tlatelolco. El primero fue enviado a Madrid, España, y el segundo fue nombrado embajador ante los gobiernos de Australia y Nueva Zelanda, concurrente en las islas Fiji, ubicadas en las antípodas de México.
Otro motivo de encono ha sido el bloqueo de ciertas embajadas a los
funcionarios de carrera. Un ejemplo: salvo Roberta Lajous, quien entró
al servicio exterior en 1979, alcanzó el rango de embajadora en 1995 y
desde 2013 es la representante de México ante los reinos de Juan Carlos I
y Felipe VI, desde que se reanudaron las relaciones diplomáticas con
España en 1977 ningún miembro de carrera había ocupado la misión en
Madrid. Por allí desfilaron el ya citado Gustavo Díaz Ordaz; banqueros
como José Gómez Gordoa (Banco Internacional/Aseguradora Hidalgo) y
Francisco Alcalá Quintero (Bancomext); los ex gobernadores Alfredo
Baranda, Ignacio Pichardo Pagaza y Enrique González Pedrero; ex
secretarios de Estado y connotados políticos priístas, como Rodolfo
González Guevara, Jesús Silva Herzog, Rodolfo Echeverría Ruiz y Juan
José Bremer en la época del viejo partido de Estado. Tras la llegada de
Acción Nacional al gobierno, los ex presidentes Vicente Fox y Felipe
Calderón designaron como representantes en Madrid a los ex legisladores
Gabriel Jiménez Remus, Jorge Zermeño y Francisco Ramírez Acuña,
considerado este último como el hombre que
destapóa Calderón como candidato a la Presidencia cuando era gobernador de Jalisco y el futuro titular del Ejecutivo ocupaba la cartera de Energía con Fox.
Otro caso paradigmático es la misión diplomática de México en Estados
Unidos. Entre 1959 y 1993, los embajadores en Washington habían surgido
en la Secretaría de Hacienda: Hugo B. Margáin, Antonio Carrillo Flores,
José Juan de Olloqui, Bernardo Sepúlveda, Jorge Espinosa de los Reyes y
Gustavo Petricioli. Y si bien desde los prolegómenos de la firma y
entrada en vigor del TLCAN, la embajada en EU ha sido ocupada por
algunos
políticos-diplomáticoscomo Jesús Silva Herzog Flores y Juan José Bremer, y experimentados funcionarios de carrera, como Jorge Montaño, quien fue además dos veces representante de México ante Naciones Unidas; Carlos Alberto de Icaza, distinguido en 2005 como embajador eminente, y Arturo Sarukhán, asesor de los ex secretarios de Relaciones Exteriores Fernando Solana, Rosario Green y Jorge G. Castañeda, siendo un tiempo además cónsul general en Nueva York, por la misión han pasado también algunos personajes polémicos.
Es el caso de Jesús Reyes-Heroles González-Garza (hijo del
político Jesús Reyes Heroles, considerado ideólogo del PRI), quien antes
de ser nominado al cargo por Ernesto Zedillo se había desempeñado de
secretario de Energía en su gabinete, y quien a juzgar por sus
actividades actuales, supo sacar provecho de sus encomiendas y del
erario: hoy es presidente ejecutivo de StructurA, organización que
agrupa a las empresas GEA (Grupo de Economistas y Asociados), PROA, MBD y
EnergeA, así como miembro de consejos de administración y de los
consejos consultivos para América Latina del Deutsche Bank y del Energy
Intelligence Group (EIG).
Otra figura polémica que ha despertado pasiones encontradas es
Eduardo Medina-Mora, quien durante el foxismo fue director del Centro de
Investigación y Seguridad Nacional (Cisen, la inteligencia civil del
régimen) y secretario de Seguridad Pública tras la muerte de Ramón
Martín Huerta, siendo después procurador general de la República con
Calderón, cargos desde los cuales fue un interlocutor privilegiado de
Washington para el aterrizaje de la Iniciativa Mérida (2007), que derivó
en la militarización y paramilitarización del país. Hacia finales del
calderonismo fue enviado de embajador ante Reino Unido y en enero de
2013 Peña Nieto lo nombró representante en Estados Unidos. En 2015 el
Senado lo ratificó como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación.
Tras la virtual acefalía en la estratégica embajada en Washington de
marzo a septiembre de 2015, en momentos en que despuntaban las críticas
racistas, xenofóbicas y misóginas del entonces precandidato republicano,
Donald Trump, Peña Nieto designó a un académico poco experimentado en
los menesteres diplomáticos, Miguel Basáñez Ebergenyi. Pero al amigo de
la adolescencia del Presidente le quedó grande el encargo y duró sólo
siete meses en el puesto, exhibiendo de paso la falta de oficio, la
improvisación y el descontrol de la política exterior del régimen en
manos de los cancilleres José Antonio Meade y Claudia Ruiz Massieu
Salinas de Gortari.
En abril de 2016, el remplazo de Basáñez por Carlos Manuel Sada,
funcionario con una amplia experiencia en el trabajo consular (estuvo al
frente de las oficinas en Los Ángeles, Nueva York, Chicago y San
Antonio), no pudo impedir la desastrosa visita de Donald Trump, mediada
por el entonces secretario de Hacienda y eminencia gris de Peña Nieto,
Luis Videgaray.
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