Carlos Bonfil

Considérese el abanico de su diversidad creadora: sus primeras cintas (El beso del asesino/The killer’s kiss, 1955; Casta de malditos/The killing, 1956)
revitalizan, con ritmo vertiginoso, tono documental y una narración
vigorosa, un cine negro que parecía languidecer a mediados de los años
50. Kubrick ofrece también películas de temática bélica (La patrulla infernal/Paths of glory, 1957; Cara de guerra/Full Metal Jacket, 1987),
que son comentarios muy mordaces sobre el frenesí patriótico llevado a
la irracionalidad. La descripción descarnada de la violencia en el
frente y las ejecuciones de los soldados franceses a finales de la
Primera Guerra Mundial hicieron que la película fuera prohibida por
largo tiempo en Francia. La exposición yuxtapone, al respecto, un
tríptico elaborado con fotografías de La patrulla infernal, y el célebre tríptico llamado La guerra, del
pintor alemán expresionista Otto Dix, algo que subraya el desencanto y
pesimismo radical con que el cineasta abordó ese género popular. Viene
luego la adaptación de Lolita (1962), novela de Vladimir
Nabokov, quien colaboró con el director ofreciéndole un primer guión de
400 páginas, mismo que habría de suprimir finalmente el contenido de
erotismo explícito en la relación de un hombre de 40 años y una ninfa de
12, situación que sería imposible de abordar, de ese modo, en el cine
de estos tiempos nuestros de pánico sexual, pero que en los años 60 era
ya explosiva y muy perturbadora, como lo atestiguan las cartas de
protesta dirigidas a Kubrick por diversas iglesias y que son presentadas
en la exposición. A pesar de ese escándalo, o por ello mismo, la
película fue todo un éxito de taquilla.
Un caso curioso fue también la filmación de Dr. Insólito o cómo aprendí a no preocuparme y amar la bomba (Dr. Strangelove…, 1964), divertida sátira política realizada en plena guerra fría
sobre el furor anticomunista y la carrera armamentista de las dos
grandes potencias mundiales. Entre las secuencias suprimidas figura una
costosísima guerra de pasteles que el director decidió eliminar por
miedo a que el tono de la cinta fuera finalmente el de una farsa. Sin
duda, una de las decisiones más prudentes en su carrera. Del episodio,
la exposición ofrece fotografías reveladoras. Una película menos
personal fue Espartaco (1960), superproducción en la que
Kubrick debió remplazar a Anthony Mann por los conflictos de ese
director con el protagonista, Kirk Douglas. A pesar de sus claras
connotaciones políticas (guión de Dalton Trumbo, escritor perseguido por
el macartismo), la cinta dejó insatisfecho a su realizador, quien sólo
le aporta su solvencia técnica. Las producciones ulteriores serán
emblemáticas y consagratorias: 2001, odisea en el espacio (1968), Naranja mecánica (1971), Barry Lyndon (1975), El resplandor (1979), Cara de guerra (1987) y Ojos bien cerrados (1999),
todas de inventiva formal y audacia narrativa tan complejas que bien
ameritan un nuevo artículo. Son las películas más conocidas de un
público joven y las que seguramente abarrotarán las taquillas de la
Cineteca. Cada título tiene en la exposición un complemento documental y
una atractiva glosa iconográfica. Si de recomendaciones se trata,
convendría apreciar este día, en pantalla grande, el cine menos
difundido de Kubrick: el talento desplegado en El beso del asesino y la maestría absoluta de Casta de malditos, dos
obras clave del cine negro. Y por supuesto visitar la exposición
complementaria para que ese doble placer, y los que le siguen, sea casi
perfecto.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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