En
México, como en el mundo, las mujeres son quienes realizan la mayor
parte del trabajo no remunerado, doméstico y de cuidados, que sostiene
la reproducción social. A nivel nacional, las mujeres dedican
semanalmente 19 horas más que los hombres a actividades no remuneradas
(Enigh, 2016). En términos monetarios, de acuerdo con el Inegi, en 2016
el valor del trabajo no remunerado de las mujeres en cifras netas (sin
el componente de prestaciones sociales) tuvo un valor equivalente a
51mil 952 pesos, mientras que el de los hombres fue de 18 mil 943
pesos.
Una de las implicaciones de la asimetría en la distribución del
trabajo no remunerado es que las mujeres no tienen la misma
disponibilidad que los hombres para integrarse al mercado laboral, ya
que cargan con un trabajo adicional no valorado. En México 43 por ciento
de las mujeres participa en el mercado laboral, en comparación con el
78 por ciento de los hombres, siendo de las tasas de participación más
bajas en América Latina y el Caribe, donde las mujeres destinan a las
actividades no remuneradas entre el doble y hasta 5 veces más del tiempo
que los hombres (Bonaffé, 2017). Esta es una forma de discriminación,
comúnmente invisibilizada, que impide la autonomía económica de las
mujeres, limita sus derechos y merma sus libertades (ONUMujeres, Inegi,
Cepal, Inmujeres; 2011).
Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural ha desarrollado el Observatorio de Género Mujeres y Territorios (OGMT),
una plataforma web cuyo objetivo es visibilizar las amplias
desigualdades que enfrentan distintos grupos de mujeres de la población
Latinoamericana, con un enfoque regional. El OGMT da cuenta de
reflexiones conceptuales e investigaciones que Rimisp ha ido generando
sobre brechas de inter e intragénero, principalmente en lo que respecta a
la autonomía económica de las mujeres y su bienestar.
En el marco del lanzamiento de dicho Observatorio, Rimisp organizó un
ciclo de diálogos virtuales que dio inicio en México, con la
participación de Celeste Molina, representante de Rimisp en México y
Centroamérica, y Ximena Andión, directora del Instituto de Liderazgo
Simone de Beauvoir (ILSB).
La evidencia acumulada por Rimisp muestra que las experiencias de
desigualdad que viven las mujeres son heterogéneas entre los territorios
de América Latina. En particular, en los territorios rurales de la
región coexisten distintos sistemas de exclusión que establecen mayores
barreras para el pleno ejercicio de los derechos de las mujeres.
La información recabada en el OGMT muestra que las mujeres de
distintos grupos dedican entre 49 y 53 horas semanales al trabajo no
remunerado, pero la mayor brecha de género se observa para la población
joven que vive en territorios rurales, donde las mujeres trabajan
semanalmente 23 horas más que los hombres (Enigh, 2016).
Las investigaciones realizadas por el Instituto de Liderazgo Simone
de Beauvoir (ILSB) constatan la condición de mayor vulnerabilidad en que
se encuentran las mujeres rurales en el país. Ximena Andión señaló que,
debido al contexto de alta migración nacional e internacional, la
transición de las familias de productoras a consumidoras y los
crecientes niveles de violencia que han implicado la reducción de la
población masculina, la carga de trabajo no remunerado de las mujeres
rurales ha ido en aumento por asumir tareas como la economía de
traspatio y la participación en espacios comunitarios para la toma de
decisiones.
A esto se agregan las actividades establecidas por los programas
sociales, pues a cambio de recibir el apoyo deben cumplir con ciertas
actividades, como por ejemplo la asistencia a talleres.
En este sentido, el ILSB ha identificado una demanda social para el
reconocimiento de la importancia de las tareas domésticas y de cuidado
como un trabajo indispensable para la reproducción social y que aporta a
la economía, y a partir de ello, una forma más equitativa de
distribución del trabajo no remunerado, a partir de un esquema de
corresponsabilidad que involucre a distintos actores (gobierno, sociedad
civil y sector privado).
De cara al nuevo gobierno, el ILSB considera de suma importancia
poner al centro de la discusión la idea de transformar los programas
sociales, para que transiten de un enfoque asistencialista hacia uno de
derechos y de género, con el fin de evitar aumentar la carga de
responsabilidades para las mujeres, sobre todo en el medio rural, y que
se piense en otros medios para lograr una mayor corresponsabilidad en
este tipo de actividades, tanto en los hogares como en la sociedad en su
conjunto.
Por otro lado, advierten que no debe perderse de vista el hecho de
que hay retos también desde la perspectiva cultural para atender esta
problemática. Si bien en la agenda pública ya hay propuestas más o menos
concretas para el diseño de un sistema público de cuidados, se deben
considerar además acciones que fomenten un cambio cultural para dar
mayor importancia a las actividades necesarias para la reproducción
social.
Y finalmente, en lo relativo a los contextos rurales, invitan a la
reflexión en torno a cuáles son las mejores formas de generar espacios
de cuidado más comunitarios y colectivos, que atiendan a las propias
dinámicas y decisiones de las comunidades rurales. Un aspecto muy poco
estudiado y que requiere enfocarse en la opinión de las mujeres que
viven en contextos rurales, respecto a las demandas que sería adecuado
hacer al Estado y a la sociedad, para atender esta cuestión.
Sin duda, los retos para avanzar en la resolución de esta
problemática son diversos. El análisis de las desigualdades de género
relacionadas al trabajo no remunerado es un paso crucial para
posibilitar el diseño de políticas públicas destinadas a lograr un mejor
y más igualitario reparto de las tareas de cuidado y domésticas, como
parte de una estrategia amplia para fomentar el empoderamiento económico
de las mujeres. Y, en este sentido, iniciativas como el OGMT de Rimisp
contribuyen al cumplimiento de tal objetivo, generando conocimientos
útiles para visibilizar el problema y formular propuestas de
transformación.
* Investigadora del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp)
CIMACFoto: Gabriela Mendoza
Por: Nataly Hernández*
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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