Los dos gobiernos panistas (Fox y Calderón, en la docena trágica blanquiazul)
casi lo lograron, pero a final de cuentas el Legislativo impidió la
fusión del Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext, fundado en
1937) con Nacional Financiera (Nafin, en 1934), con todo y que la recomendación
de proceder en tal sentido provenía del Fondo Monetario Internacional y
del Banco Mundial, con el objetivo de fortalecer a la banca privada.
A tal fusión Fox le llamó
reinvención total de la banca de desarrollo en México, pero se le apestó; Calderón lo denominó reforma, e insistió en dos ocasiones, pero de todas maneras no pasó. Y ambos personajes entregaron el manejo de ese par de instituciones a dos banqueros privados, provenientes de Bancomer: Mario Laborín (yerno del extinto Eugenio Garza Lagüera y cuñado del ex gobernador de Sonora Eduardo Bours, el de la guardería ABC de Hermosillo) y Héctor Rangel Domene, acérrimos enemigos de la banca de desarrollo (propiedad de la nación).
La ley orgánica del Bancomext establece que esta institución tiene
por objeto financiar el comercio exterior del país, así como participar
en la promoción de dicha actividad. Y la de Nafin detalla que
promoverá el ahorro y la inversión, así como canalizar apoyos financieros y técnicos al fomento industrial y, en general, al desarrollo económico nacional y regional del país.
El mandato es muy claro, pero, como fue lo cotidiano durante sus
respectivas estancias en Los Pinos, Fox y Calderón confundieron la
gimnasia con la magnesia y decidieron que lo mejor era fusionar
a las dos instituciones del Estado: una que promovía y financiaba el
comercio exterior, y otra que hacía lo propio con la industria nacional.
Ese par desvalijó aL Bancomext (brutal recorte de personal
especializado, cierre de consejerías en el exterior, lo borró del
presupuesto federal, le cargó abultadísimas deudas privadas por salvamentos ordenados desde Los Pinos y mucho más). Y todavía Calderón inventó un elefante blanco que denominó Proméxico, en donde las becas para los cuates son de lujo, para clavarle la puntilla.
Fox y Calderón no fueron los únicos, aunque si los más vehementes en eso de extinguir aL Bancomext (
fusiónle llamaron, cuando en realidad la intención era limpiar el camino a la banca privada). Desde tiempos de Salinas y Zedillo, esta institución carga con onerosos rescates (WTC, Gutsa y Juan Diego Gutiérrez Cortina, familia incluida, así como inversiones privadas de mexicanos en telefonía cubana, carreteras en Chile y aerolíneas, sólo como ejemplo) por capricho del inquilino de Los Pinos en turno.
Por instrucciones de la residencia oficial, en todas las crisis recientes que ha vivido el país este banco del Estado debió rescatar
a los empresarios cercanos al poder, por mucho que prácticamente
ninguno tenía que ver con el comercio exterior. A pesar de ello, de
muchos de estos rescates el citado banco logró salir airoso con recursos
propios.
Como se ha comentado en este espacio, también ha sido utilizada para
todo tipo de negocios turbios, pero lo cierto es que desde su creación
la banca mexicana de desarrollo, propiedad de la nación, se convirtió en
uno de los pilares del desarrollo y el crecimiento del país. En tiempos
de sacudidas funcionó como factor de estabilidad, y en temporada de
vacas gordas financió el fortalecimiento y avance de no pocos sectores
productivos (empleo incluido), hasta que un día a cierto grupo de
iluminados se le ocurrió transformarla en una suerte de lacayo al
servicio de la banca privada.
Las rebanadas del pastel
Con Fox y Calderón al acecho, un ex director del Bancomext resumió la intentona como
una mezcla de problema ideológico, combinado con ignorancia y arrogancia. Entonces, valga todo lo anterior para preguntar: ¿por qué AMLO quiere fusionar Bancomext con Nafin? ¿Tal vez por una asesoría interesada?
Twitter: @cafevega
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