Diego Petersen Farah
No es una caravana, es un éxodo. Cada día, al paso por cada pueblo o
comunidad se suman más y más migrantes que, al ver a otros en el camino,
toman fuerza y se suman al sueño de buscar una vida digna en otro
lugar. No son solo hondureños, también hay ya salvadoreños y
guatemaltecos. Trump responde a su estilo, arrebatado, desafiante,
poniendo en juego incluso el nuevo tratado de libre comercio y
amenazando con militarizar la frontera. México está en medio; una tapa
de sándwich es la pobreza, la otra la indiferencia y la prepotencia del
presidente estadunidense. La frontera sur de México es porosa: 200
policía federales no podrán hacer nada frente a miles de migrantes que
no tienen nada que perder porque ya perdieron todo.
Lo que está en el horizonte es una crisis humanitaria y posiblemente
una crisis diplomática. Nunca es un buen momento para ninguna de las
dos, pero si hay uno peor que los demás es este, con un gobierno
saliente, torpe y débil y otro entrante, disperso y divagante. La mezcla
puede ser fatal. Aquí hay lugar para populismo, pero ceder a las
presiones del gobierno estadunidense y cerrar la frontera sur sería no
solo una claudicación a los principios de política exterior, sino y
sobre todo condenar de miles de familias cuyo pecado original es haber
nacido pobres, en países pobres dentro de un sistema económico en crisis
que lo que más produce es pobres.
Las crisis migratorias no son exclusivas des este lado del mundo.
Europa sufre una situación parecida, donde los países mediterráneos
-Italia, España y Francia- son los que reciben el golpe migratorio
primario, pero el destino es toda Europa. Allá han intentado, con pocos
resultados aún, respuestas conjuntas a problemas comunes, pero el dilema
es complejo pues los recursos fiscales no alcanzan para responder a las
necesidades de los ciudadanos, mucho menos para ayudar a los migrantes.
El círculo perverso se cierra cuando los ciudadanos molestos se
convierten en electores y castigan a los gobiernos abiertos a la
migración. Este es el caldo de cultivo ideal para la ultraderecha y el
neofascismo. La migración divide opiniones y está desbaratando a la
Unión Europea; acá amenaza con terminar los acuerdos de Norteamérica
La postura de López Obrador de abrir las puertas a los migrantes
centroamericanos y darles visa de trabajo es política y humanitariamente
correcta, pero concretarla será sumamente difícil y sobre todo, me temo
que no tienen el consenso ni siquiera de sus votantes. Si no se logra
un acuerdo con Estados Unidos y Canadá para dar una respuesta conjunta a
este éxodo de la pobreza lo que tendremos en los próximos meses la peor
crisis humanitaria en la frontera sur desde los años de la guerrilla
centroamericana.
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