Trump: usar a México
En el sur, garrote tricolor
Pompeo: Venezuela y migrantes
Petroleros: elecciones limpias
Está en campaña y utiliza a México. Busca exhibir a los legisladores del partido demócrata como culpables de una permisividad en materia migratoria que él, con mano dura, y con la vista puesta en las elecciones de noviembre, está dispuesto a enfrentar con base en tuitazos y con amagos militares.
Es el Donald Trump de siempre. El destemplado tuitero temprano. El peleador sucio, dispuesto a provocar, exagerar y amenazar. Ya ha usado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte para hacerse de unos puntos electorales en la contienda electoral por venir. Ahora toca el turno al expediente migratorio.
En la frontera sur, lo que queda del gobierno peñista rompe tradiciones humanitarias y monta a toda velocidad el verdadero muro migratorio de Trump. El comisionado en jefe de la Policía Federal encabeza el emplazamiento de centenares de agentes dispuestos a impedir que una caravana de hondureños y centroamericanos de otros países intenten ingresar a México (como lo han hecho tantas veces, durante tantos años) para tratar de llegar a Estados Unidos, al dizque sueño americano que cada vez es más una pesadilla explícita.
La decisión de cerrar el paso a los centroamericanos no es ni puede ser un producto autónomo de la administración peñista. Quien todavía ocupa Los Pinos está dedicado a tejer la impunidad de la banda que le acompañó durante el sexenio y a cerrar los últimos negocios de la temporada. Si por Peña fuera, lo mejor sería el paso del tiempo y el paso de migrantes de cualquier índole.
Pero Trump necesita dar pruebas de fuerza ante su electorado que es de fácil efervescencia contra los migrantes. Y el gobierno mexicano se doblega ante esas presiones. Hasta ahora, el gobierno entrante, el de Andrés Manuel López Obrador, ha ido acompañando algunas de las acciones o decisiones peñistas que tendrán impacto en la administración futura. El ejemplo más claro se dio en la negociación de lo que ahora es el acuerdo comercial trinacional.
En ese contexto de transición política mexicana, Trump ha lanzado un disparo tuitero de mañana: En adición a detener todos los pagos a estos países (Guatemala, Honduras y El Salvador, según había precisado en anterior tuit: nota de la redacción astillada), que parece no tienen control sobre su población, debo, en los términos más enérgicos, pedir a México detener este ataque y si no pueden hacerlo, llamaré al ejército y cerraré nuestra frontera sur. Más tarde, el picapleitos imperial celebró que México hubiera enviado a la Policía Federal a Tapachula (aunque, en realidad, dicha policía ya estaba ahí desde mucho antes que Trump lo tuiteara).
La crisis en el sur mexicano puede ser de consecuencias muy importantes y duraderas. Trump desea usar a México como su policía de patio trasero, el oportuno garrote tricolor desde la frontera con Centroamérica. Con Peña y con Luis Videgaray se vivió un vergonzoso y dañino entreguismo a los intereses estadunidenses, y en el primer círculo del obradorismo hay personajes proclives al entendimiento pragmático con el disparatado ocupante de la Casa Blanca de Washington.
Hoy estará en México el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, para reunirse con Peña Nieto, Videgaray y el futuro secretario de relaciones exteriores, Marcelo Ebrard. Dos temas centrales se abordarán: la insistencia del gobierno de Trump para que México siga presionando a Venezuela y eventualmente acompañe una decisión de fuerza tomada desde El Pentágono y la Casa Blanca, y la exigencia plena, sin atenuantes, de que México se comprometa a ser el muro policiaco y militar ante la migración centroamericana.
En otro tema: tal como, durante décadas, los institutos y tribunales electorales juraron que en México había comicios libres y democracia, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje ha declarado que fue respetado el voto libre y secreto en las recientes elecciones de comités sindicales petroleros que ganaron los grupos alineados con el cacique Carlos Romero Deschamp.
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