Hernán Gómez Bruera,
Un gobierno de composición como el que integrará López Obrador tendrá
inevitablemente luces y sombras. Veo luces en la futura Secretaría de
Gobernación: un compromiso con los derechos humanos, con las víctimas,
con la pacificación del país y con estrategias innovadoras para reducir
la violencia. La próxima Secretaría de Seguridad, sin embargo, genera
dudas que no se disiparán hasta tener claridad sobre la estrategia que
pondrá en práctica.
En particular, un personaje del equipo que se ha integrado a la
futura secretaría causa extremo desasosiego: Manuel Mondragón y Kalb.
Aunque se ha dicho que el ex Comisionado Nacional de las Adicciones
únicamente funge como asesor, su presencia despierta señales de alarma
tanto en materia de política de drogas como de seguridad. Es una amenaza
de continuidad en una política militarista y prohibicionista que ha
probado su fracaso y solo puede agravar la crisis de violencia por la
que atravesamos.
Mondragón personifica todo lo que es necesario cambiar en el país en
materia de drogas. La suya es una perspectiva anacrónica que tiende a
estigmatizar a los consumidores de drogas, a discriminarlos como
“mariguaneros” y volverlos sujetos de escarnio. Representa una corriente
que ve a los usuarios de drogas como “enfermos mentales” o débiles
morales, donde se utiliza indistinta y equívocamente los conceptos de
adicción y consumo.
Mondragón ha sido calificado por activistas como “un cruzado del
puritanismo nacional, cuyos ‘argumentos’ se inscriben dentro de la más
rancia estrategia del miedo y del catastrofismo”. Su visión sobre las
drogas es maniquea, desinformada, alarmista y caricaturesca. Tal es su
extremismo que, para justificar sus convicciones, llegó a magnificar
datos del simple consumo de drogas “como evidencia de un problema de
salud pública que no es todavía un problema”, según asegura Lisa
Sánchez, directora de México Unido contra la Delincuencia y experta en
política de drogas.
Si bien Mondragón tuvo una gestión exitosa como secretario de Salud
de la Ciudad de México, donde promovió una avanzada regulación anti
tabaco, sus gestiones como secretario de Seguridad Pública en la capital
y a nivel federal dejaron mucho que desear (en este último caso un
“desastre”, según Eduardo Guerrero https://goo.gl/EZuEz1) y nunca logró concretar la creación de la gendarmería nacional a la que se comprometió el gobierno de Peña Nieto.
Como titular de Conadic, Mondragón se dedicó a promover una política
basada en prejuicios, más que en la evidencia, y llegó al absurdo de
“militarizar la prevención” del uso de estupefacientes, al utilizar en
estas tareas a jóvenes que realizaban su servicio militar, como explicó
para este artículo Alejandro Madrazo, investigador del CIDE y una
autoridad en la materia.
A Mondragón le debemos también la existencia de una campaña de
desinformación, promovida actualmente por la Comisión Nacional contra
las Adicciones. Esa campaña reproduce la vieja idea –carece de solidez
científica– de que el consumo de mariguana lleva casi inevitablemente al
de otras sustancias más nocivas como la cocaína y la heroína.
Es sabido que nueve de cada 10 consumidores de mariguana no tienen un
problema en su manera de consumir mariguana, mucho menos se convierten
en adictos por hacerlo regular u ocasionalmente (que me pongan en la
lista). Los argumentos de Mondragón son insostenibles. Para justificar
sus posturas, sin embargo, el ex comisionado recurre a ese típico
recurso chantajista de los conservadores: su presunta preocupación por
“nuestros niños”.
Celebro que Alfonso Durazo se haya manifestado a favor de una
liberalización de las drogas para el consumo lúdico y médico. El próximo
secretario de Seguridad también ha señalado que “la incorporación de un
asesor, no define el rumbo de las decisiones del gobierno”. Esperemos
realmente que así sea. Que el próximo gobierno escuche a Mondragón, pero
como un referente de lo que no debe hacerse en materia de seguridad y
política de drogas.
NOTA: Como alguien que votó por Andrés Manuel López
Obrador, siento una gran incomodidad frente al despliegue de ostentación
que implicó la boda de César Yáñez, uno de los mas cercanos
colaboradores del presidente electo. Permitir que este acto haya sido
publicado en la revista Hola, además, atenta contra las transformaciones
que queremos ver en el país. Yáñez está obligado a hacer una
autocrítica. Conductas como estas no pueden ni deben repetirse.
Investigador del Instituto Mora
@HernanGomezB
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