No puedo dejar de cuestionarla porque tergiversa la figura y diluye
un par de derechos al mismo tiempo. Pero sobre todo, porque en mi
opinión su realización conlleva una violación a nuestra Constitución. Y
así como en el debate en torno a las remuneraciones en el sector
público, lo primero que no comparto es que se dejen de lado las
disposiciones constitucionales que no convienen a quienes abogan por
conservar el actual estado de privilegios, en este otro tema tampoco
puedo ignorar los derechos humanos reconocidos que deben regir a las
consultas.
Cada vez que nos apartamos de la Constitución complicamos nuestra
vida democrática, cada vez que olvidamos las más esenciales normas que
regulan nuestra convivencia en sociedad abonamos a que sea la ley de la
fuerza la que impere y en cada ocasión que hacemos de lado aquel texto
constitucional y nada sucede, la impunidad gana terreno. Por esa razón,
debo afirmar que desde mi perspectiva, la consulta anunciada se
encuentra al margen de la ley de leyes y por si fuera poco coloca en
jaque dos derechos que ha costado mucho hacer respetar.
Si alguien piensa que lo del nuevo aeropuerto es una cuestión de
trascendencia nacional –como sí lo es conservar nuestros recursos
naturales–, entonces debe necesariamente postular que si se ha de
consultar, se consulte como la Constitución manda en su artículo 35,
fracción VIII, y después lo que la ley detalle.
Lejos de eso, no se va a consultar a toda la población, porque aunque
cualquiera pueda acudir a esta consulta improvisada, ella no será
accesible para todo mundo. Solamente en algunas plazas públicas de
algunas poblaciones se instalarán sitios de consulta. Esta circunstancia
priva en la práctica del derecho a la consulta popular a ciertas
personas y eso no es algo que constitucionalmente esté avalado.
Con todo, eso no es lo más grave. El tipo de consulta que se quiere
inaugurar tiene un problema mucho mayor. Ninguna consulta popular puede
restringir derechos humanos. No hay más. No se puede poner a consulta el
derecho de las mujeres a interrumpir un embarazo no deseado, no se
puede poner a consulta el que las víctimas de graves violaciones a
derechos humanos puedan obtener verdad, justicia y reparación, y tampoco
se puede poner a consulta el desconocimiento de los derechos de las
personas y comunidades afectadas por el nuevo aeropuerto. Es algo muy
simple, y de nuevo, así lo ordena la Constitución.
Lo cual me lleva al otro motivo de confusión alrededor de la figura y
el derecho a la consulta. Quienes tienen derecho a que se les consulte
sobre el nuevo aeropuerto son esas personas y comunidades a las que se
puede afectar con este proyecto. Si se identifican como indígenas o
pueblos originarios, la consulta siempre ha debido de ser previa,
informada, libre, culturalmente adecuada y llevarse a cabo de buena fe
de principio a fin, cuando menos. Si no se identifican como indígenas,
la consulta debe ser sinónimo de su derecho a participar de manera
informada y directa en la decisión de asuntos de interés público como lo
es dicho aeropuerto.
Pero ahora resulta que una mayoría en una consulta muy singular puede
imponerles un proyecto en menoscabo de múltiples de sus derechos
humanos, más allá de si quieran y puedan participar en aquélla. Las
mayorías no pueden aplastar los derechos de las minorías en un orden
constitucional y democrático de derecho digno del nombre. Y si alguien
quiere argüir que todo México puede beneficiarse del nuevo aeropuerto y
que en esa lógica, cualquiera puede participar en la consulta, habrá que
refutarle que estas decisiones deberían ser adoptadas por las personas
afectadas, no las interesadas en aprovecharse de este proyecto.
Los intereses de un sector privilegiado nunca deberían de ganarle a
los derechos de una sola persona. De eso se ocupa nuestra Constitución
cuando nos reconoce derechos humanos. Ya para finalizar, habría que
volver a reflexionar sobre lo que está detrás de los derechos de
consulta y participación. No se consulta ni se participa como parte de
una simulación, no se consulta ni se participa para legitimar proyectos
que se han decidido desde antes y que no se piensan cambiar. Se consulta
y se participa para defender nuestra libertad, al menos esa parte de la
libertad que se entiende incompatible con la imposición de cosas que
nos atañen y que no queremos. Vivir en libertad, sin dominación, sin
imposición, así de sencillo, así de complejo. Por todo eso, esta
consulta recién anunciada es inconstitucional.
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