Por: Teresa Mollá Castells*
La
sociedad capitalista en la que vivimos nos indica que, con el dinero
necesario, todo se puede comprar o vender porque todo tiene un precio.
Voluntades políticas incluidas como ya hemos visto con los casos de
corrupción que nos inundan en los últimos años.
Además, esas voluntades políticas pueden llegar a ser necesarias para
continuar explotando y expoliando y que, de ese modo el sistema no se
rompa.
Como además el capitalismo ya no entiende de fronteras, es
internacional y lo abarca todo porque, en su perfecta alianza con el
patriarcado, ya no quedamos al margen de su imperio ni las personas.
Tenemos claros ejemplos de lo que digo cuando hablamos de personas en
general con la compraventa de órganos humanos en donde, en algunos
lugares del mundo, es legal.
Pero cuando hablamos de mujeres y no de personas ya la cosa cambia y,
en demasiados casos, se mira a otra parte. No podemos olvidar que la
prostitución es una relación en donde una parte, generalmente hombres,
compran su placer. Y para satisfacerlo necesita un cuerpo humano que es
la materia prima básica para la satisfacción de ese placer. Y ese cuerpo
humano, generalmente es de mujeres. Pero si a esa relación comercial le
añadimos, la explotación sexual que sufren las mujeres por parte de
otros hombres que las han comprado y vendido a su antojo como si fueran
reses, podremos entender que la asimetría de la relación comercial es
total. Y que, por tanto la satisfacción de un deseo como el sexual tiene
claras connotaciones políticas que se han de afrontar.
Cuando se consume prostitución se va más lejos de esa simple relación
física. Se establece y se refuerza el sistema de poder masculino frente
a la sumisión femenina. Porque los prostituyentes hacen suya aquella
frase que dice "que quien paga manda" y el hecho de pagar les "autoriza"
a hacer lo que quieran con las mujeres prostituidas. Y se dibuja
perfectamente la férrea alianza entre el capitalismo y el patriarcado.
Las mujeres compradas y sumisas frente los deseos de quien paga. Las
mujeres con la voluntad anulada y sin poder elegir si quieren o no
quieren tener ese contacto físico con ese hombre. Las mujeres reducidas a
un mero objeto de placer sin voluntad y sin voz propia. Reducidas a un
mero objeto sexual.
En el libro "Un tros de cel" (Editorial Bromera. 2012), su autora,
Isabel Clara-Simó expone perfectamente esta alianza y también expone la
desigualdad entre niñas y niños. Pero narra perfectamente la venta de la
protagonista, el maltrato que sufre en su viaje desde Hong Kong a
Valencia en donde la obligan a prostituirse, siendo todavía una menor de
edad, y en cómo, un tiempo después es llevada a un prostíbulo y narra
la vida de allí dentro bajo la "protección" de un proxeneta "bueno" que,
al final cumple su palabra.
Pero la prostitución no es la única situación en la que los cuerpos
de las mujeres son usados como materia prima por parte del patriarcado.
La situación de los vientres de alquiler es otra muestra de esa potente
alianza. Reducir el cuerpo de las mujeres a vasijas gestantes, sin
derechos sobre su propio cuerpo durante el tiempo que dure el embarazo y
la posterior retirada del bebé para venderlo a otras parejas, demuestra
de nuevo, que todo se puede comprar y vender, en este caso el bebé
nacido por vientre de alquiler.
Además aquí el patriarcado, refuerza su poder al negar a la madre,
cualquier derecho sobre el recién nacido, puesto que se trata del "pago
de unos servicios prestados". Y por supuesto deja al bebé sin filiación
materna y reducido, también, a un producto de mercado que alguna gente
puede permitirse el lujo de comprar.
Negar la evidencia de que la madre actúa como materia prima y el bebé
es el producto final, es negar la existencia del día y de la noche. De
nuevo la necesidad de satisfacer un deseo convierte a la madre gestante
en materia prima y al bebé en el resultado de la satisfacción del
deseo.
Si las formas de satisfacer el deseo a través de la cosificación y
utilización del cuerpo de las mujeres es ya, en sí mismo, aberrante,
peor lo es la de querer regular la satisfacción de esos deseos en leyes
que protejan a la parte, llamémosla, explotadora. Y lo es porque
consolida la asimetría de las relaciones. Consolida la trata y la
explotación de personas. Consolida la venta de niñas y niños. Hace más
fuertes a los poderosos porque da carta blanca a que sus deseos sean
convertidos en derecho sobre la base del sufrimiento humano.
Y, al mismo tiempo, convierte a las mujeres en más vulnerables puesto
que lleva implícita la conversión en objetos a los que poder usar según
los deseos del capital. Mujeres tratadas y prostituidas, convertidas en
objetos sexuales sin derechos, al servicio del deseo sexual. Mujeres
embarazadas con el fin de satisfacer el deseo de paternidad de algunas
personas que consideran que deseos han de ser satisfechos a cualquier
precio. Niñas y niños comprados y vendidos por mercaderes sin escrúpulos
que dejan sin derechos a esos bebés y a sus madres.
Los lobbies de estos dos florecientes mercados intentarán (y en
algunos casos lo conseguirán) las voluntades políticas necesarias para
que sus negocios sigan siendo lucrativos. Y quienes se dejen comprar
tendrán que explicar sus votos ante quienes exigimos que los cuerpos de
las mujeres dejen de ser considerados materias primas para satisfacer
deseos previo pago de su importe.
Dice la frase que "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda" y
esto es lo que están intentando, vestir con seda el sufrimiento de las
mujeres y las humillaciones a las que las someten, con el fin de
convertir en leyes la satisfacción de sus deseos.
Y lo que es peor, en el Parlamento hay lobos con pieles de cordero
que habrán de votar esas normas y que se consolide el dolor de las
mujeres y su conversión simbólica en ciudadanas de segunda que siempre
han de estar dispuestas a satisfacer los deseos de otros, porque lo
habrán convertido en ley.
Esos lobos con piel de cordero, son todos aquellos y aquellas
ciudadanos y de otros partidos que pretenden regular los vientres de
alquiler. Y, también, todas aquellas y aquellos que pretenden regular la
prostitución.
En ambos casos su discurso regulacionista lleva implícita la
conversión de las mujeres en ciudadanas de segunda. También en ambos
casos, se degrada a las mujeres a meros objetos que se pueden usar,
cambiar e intercambiar con una simple contraprestación económica. Y como
no, esa transacción también permite comprar los derechos de esas
mujeres.
Los deseos nunca podrán ser derechos si se basan en el sufrimiento de
tantas mujeres, niñas y criaturas. Quien defienda lo contrario hace más
fuerte la alianza entre el capitalismo y el patriarcado.
Estos dos temas (y algunos más) no pueden ser tratados como si de ir
al estanco se tratara. Porque estamos hablando de esclavitud en pleno
siglo XXI. Una esclavitud que se quiere regular con el discurso
neoliberal de la "libre elección". Y no se puede hablar de libre
elección cuando hay abuso de una de las partes. Y en estos dos casos hay
un claro abuso sobre las mujeres tratadas, y explotadas sexual y
reproductivamente.
Estaremos atentas a los lobos y lobas con piel de cordero y en cómo
su discurso político es refrendado por capitales interesados en seguir
lucrándose.
* Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent
Imagen retomada del portal Indymedia.org
Cimacnoticias | Ontinyent, Esp.-
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