Luis Linares Zapata
Dos alcaldesas de distintas
ciudades y una jefa de Gobierno declaran, como sólida intención de sus
respectivos gobiernos, luchar contra la desigualdad imperante. Sostienen
velar y responder al mandato de sus pueblos y no al imperio de los
grupos de presión. Tanto Ada Colau como Manuela Carmena, actuales
alcaldesas, casi han cumplido su periodo completo y pueden ahora hacer
la evaluación de sus administraciones. Y lo están haciendo de la mejor
manera posible: con creíble honradez. Barcelona y Madrid, sus
municipios, pueden dar cuenta de la entrega e inteligencia con que han
cumplido sus deberes. Las dos españolas se preparan, después de una
prolongada fase de reflexión, para intentar, cada una con sus
particularidades, la demandante relección para otros tres años. Las
normas establecidas lo permiten de manera indefinida. Ambas aseguran
requerir de otro periodo adicional para consolidar los beneficios del
exitoso conjunto de programas que han puesto en marcha.
Claudia Sheinbaum las visitó en días pasados para compartir
experiencias y los propios planes futuros. Con seguridad, la mexicana
encontró información de primera mano sobre los logros de esas
articuladas políticas al frente de las ciudades más importantes de su
país. Tanto Manuela (74 años) como Ada (44 años) fueron electas tras el
fenómeno causado por la emergencia de Podemos, el movimiento-partido de
izquierda. Éste las impulsó debido a la rebelión de buena parte de la
juventud, amplios sectores de las capas medias y trabajadoras que no se
sintieron representadas por ninguno de los partidos prevalecientes en
esos días. Las dos mujeres iniciaron sus periodos en medio de presiones
del conservador sistema dominante que les recetó un manojo inacabable de
predicciones negativas. El fracaso y hasta el ridículo era el futuro
que, según los dogmáticos opositores, les esperaba. Una, Ada, porque no
tenía experiencia alguna en el manejo de una gran ciudad. Procedía de
aguerrida lucha por los derechos de los afectados durante la crisis de
las hipotecas bancarias. Manuela porque, a pesar de ser juez emérita
durante años, tampoco tenía carrera política ni gerencial. Su misma
edad, la hacía aparecer como digna de retiro, incapaz de atorarle al
enorme reto de la capital del país. El mismo partido que las cobijaba,
con arranques radicales en sus posturas ideológicas, las predestinaba,
según sus férreos críticos, a un sonoro fracaso.
Tanto Colau como Carmena han probado la falsedad de todas las
premoniciones de anegarse en tal fracaso. Los resultados que muestran
ahora hablan por sí mismos. Manuela presume que 75 por ciento de los
madrileños están satisfechos viviendo en su ciudad, un hecho insólito.
Ha logrado bajar la contaminación hasta ser la capital de Europa con el
aire más limpio. Sus negociaciones con toda clase de intereses creados,
entre ellos los de los automovilistas, desarrolladores de vivienda y
transportistas, ahora le reconocen sus habilidades y transparencia.
Carmena afirma que su filosofía se basa en tres postulados: solidaridad,
participación y creatividad para avanzar en su cometido. Para ella,
negociar es hacer política y a eso se dedica. No resiste la evidencia de
la desigualdad existente entre los distintos rumbos (barrios) citadinos
y de las personas que en ellos habitan respecto de otros que gozan de
variados privilegios. Trata, por ello mismo, de promover equilibrios
para amortiguar las diferencias. Ha reducido la voluminosa deuda
heredada de los anteriores cuan dispendiosos y corruptos alcaldes del
partido popular (PP) que, todavía, mantiene la presidencia de la
comunidad de Madrid. Esta situación, compartida entre ambas, le presenta
dificultades adicionales en su ejercicio presupuestal pues, como
afirma, se negocia mejor con aquellos que sostienen posiciones
similares. Durante los años pasados las dos tuvieron, como duro enemigo,
al poderoso ministro de finanzas, asunto ahora arreglado con la entrada
del PSOE a la presidencia. Carmena pretende neutralizar la desatada
especulación inmobiliaria al ofrecer construir 10 mil viviendas de
interés social.
Ada, por su parte, ha priorizado atacar similar problemática, agudo
problema de los barceloneses de menores ingresos. Los alquileres de
pisos y cuartos para el turismo ha desatado una espiral de alzas en las
rentas, creando dificultades extremas a las clases medias y bajas. Hoy,
sin embargo y a pesar de las limitantes presupuestarias, ha logrado
alcanzar la mayor inversión por habitante registrada, una de las mayores
del mundo. Clausuró los contratos con las empresas de luz y se surte ya
de manera autónoma. Claudia, sin duda, constató tales éxitos y le
servirán de referente para su venidera administración. Establecer esta
clase de contacto entre mujeres al mando de complejas ciudades será de
valiosa y solidaria ayuda para las tres.
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