Quinto Poder
Por: Argentina Casanova*
Tenemos
por delante la tarea de construir discursos propios para el diálogo
feminista desde una nueva apuesta con la construcción colectiva, por la
paz y no el conflicto entre nosotras, que los debates feministas por
momentos llegan a esos tintes a partir de la simpleza dicotómica de
“ganar o perder”, “tener la razón o no tenerla”, “chingarnos a la otra” o
“soy más feminista que tú”.
En ese camino feminista hay ejercicios previos, hay debates desde
abajo, hay diálogos comunitarios, escuelas feministas y espacios de
reflexión, por eso me atrevo a considerar que un diálogo feminista ha de
ser deconstruido desde las formas hasta la estructura del discurso
mismo, necesitamos incorporar nuestras participaciones desde el
cuestionarnos el lenguaje con el que hablamos, las referencias y los
significados que le damos a las palabras que utilizamos, el discurso
académico occidental, las posturas victimistas, centralistas (y aquí
incluya todo lo que se les ocurra).
No sólo hablamos el lenguaje del opresor sino que lo hacemos desde el
significado dado por el sistema de símbolos patriarcal; incluso cuando
como mujeres indígenas o mestizas hablamos y pensamos nuestras palabras
serán escuchadas-interpretadas-comprendidas desde un sistema de
referencias de significados del sistema patriarcal. Ejemplo toda la
carga genérica que implica la palabra “verga”, “pene”, “falo”, etcétera.
Esto forma parte del “orden simbólico” que tenemos para cifrar y
descifrar el mundo y nuestra forma de relacionarnos con él, con la
realidad, aprehender la realidad propiamente.
Pero también se trata de los temas sobre los que discutimos, ¿de
dónde vienen? Hay una imposición de temas desde lo ajeno, la
colonización del pensamiento empieza por imponernos una “mordaza
sonora”. Frente a esto conviene reflexionar antes del diálogo ¿qué temas
son los que nos preocupan? ¿Por qué nos preocupan? ¿Desde qué realidad y
contexto? ¿Es una prioridad en nuestra realidad o en la de las demás
compañeras? ¿Es una “urgencia” o constituye una distracción de temas de
vida o muerte? ¿En qué contextos y quién fija las prioridades para ser
temas de diálogo? ¿Qué palabras estamos utilizando? ¿Desde qué
significado, el que construimos en una mirada feminista o el que hemos
“heredado” del sistema social patriarcal?
Para construir el diálogo feminista podemos asomarnos a los espacios
en los que hablan las mujeres de nuestras comunidades y aprender a
escuchar cómo lo hacen. Por ejemplo, en Campeche tenemos la costumbre de
que las mujeres de las familias aprovechan a hablar mientras hacen los
“preparativos” para los pibipollos en el Hanal Pixa´an. En ese espacio
las mujeres hablan por turnos, se escuchan, se aconsejan y toman
decisiones en colectivo para resolver juntas el problema de una,
finalmente todo queda en ese espacio y no se vuelve a tocar el tema a
menos que la interesada así lo exponga en otro espacio y oportunidad.
Entonces, creo que para construir un diálogo feminista no sólo es
repensar las formas, las posiciones físicas –las mujeres en la cocina
ocupan sus manos con tareas-.Busquemos la serenidad.
A partir de esta reflexión, pienso que el diálogo feminista es un
camino haciéndose, en el que todas abonamos, como un tejido que nos
revelará a todas pero que necesita de todas, un bordado en el que
podemos participar todas aportando nuestras experiencias dentro de lo
colectivo y con el reconocimiento del trabajo de cada una.
Renunciemos a ganar y a tener “la razón”, esa es la herencia
patriarcal más evidente en los debates, no en los diálogos, nosotras
apostamos por la polifonía, por la polisemia y reconocer que no existe
una dicotómica verdad que gane sobre la otra, sino una diversidad de
voces que hablamos desde la experiencia propia, pero también aprendamos a
despojarnos de la idea que esos contextos nos validan o nos asisten
para imponernos a las otras, ni ser indígena, ni ser lesbiana, ni ser
pobre nos dan la verdad, nos dan una experiencia y dependerá de nuestro
orden simbólico si podamos aportar esa experiencia a la reflexión
feminista.
Mejor escucha para la otra durante el diálogo y aporte de ideas desde
las experiencias. Reflexionar pensando en lo que aportamos considerando
nuestras realidades y las de las demás.
Fluir en la otra, es decir, recordar que todas somos parte de una
comunidad y que sólo escuchando podemos aportar desde donde estamos para
resolver las problemáticas de la otra, no imponiendo ni suplantando.
Y es aquí justo donde me detengo en la reflexión acerca del cómo
llegar a un diálogo feminista deconstruido de ese orden simbólico
patriarcal y sus discursos hegemónicos, sus discursos de guerra y
confrontación. Para darnos la pauta a dialogar sobre cómo construir un
espacio de diálogo que no esté permeado por los modelos patriarcales
violentos.
*Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche.
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Campeche, Cam.
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