La Jornada
Luis Linares Zapata
El meollo de la disputa, entre la prevalencia del modelo todavía vigente y la exigencia de su transformación y finiquito, (4T) ha mudado de enfoque y sustancia. Antes fueron los diferendos por las consecuencias negativas de cancelar el aeropuerto de Texcoco con toda su escandalosa cauda de bonos e inversiones perdidas. Luego la atención se trasladó al propuesto en Santa Lucía. Ahí, de pronto, se descubren carencias de agua o cerros vecinos elevados. Se añaden, también, oposiciones de labriegos y líderes locales. Situación semejante se le adjudica al Tren Maya. Para este proyecto, se insiste, se ha ignorado a los pueblos originarios. El delicado subsuelo y el precario balance ecológico, se afirma, será destrozado. Lejos van quedando delicados asuntos de niños sin guarderías o mujeres en riesgo que, alegan, quedarán desamparadas. En todos estos casos la rijosidad entre los proponentes de dichos proyectos y sus críticos, va en rápido aumento.
Ahora, auxiliado por las noticias provenientes de fuentes degran confiabilidad, se reducen anteriores expectativas de crecimiento del PIB. Con ese motivo, la atención se centra en contenidos básicos del Plan Nacional de Desarrollo. Ahí se promete que la economía del país crecerá a un promedio de 4 por ciento o más, durante el sexenio del gobierno actual. Frente a esta presunción se ha levantado toda una ola de estudiosos, expertos y críticos especializados que ponen en tela de juicio las posturas presidenciales. La insistencia de López Obrador de negarse a reconocer las devaluadas ofertas de sus opositores (menores de 2 por ciento para este año y el que viene) aumenta la dureza del debate. El crecimiento que otros sitúan en órdenes menores, 1.7 por ciento o incluso lo bajan a 1.5 por ciento o a 1.3 por ciento hasta llegar a 1.1 por ciento, forma el grueso de la numerología en suerte. La resistencia de AMLO se basa, según se aprecia, en su observación directa, recogida en sus innumerables recorridos por el país que revelan el ánimo ciudadano. A ello también puede que sume las cifras que algunos consejeros le han de estar acercando. Por tanto, se ha establecido una especie de competencia para dilucidar quién tiene la bola predictora más cercana a la realidad.
Si toda la disputa en asuntos anteriores es mutable, la trascendencia de esta nueva, en materia económica, implica distintos niveles de rivalidad. Aquí sí se está echando toda la carne al asador por parte de los afiliados al modelo, todavía vigente en varias de sus partes. El régimen anterior y su esfera de poder establecido intuyen que ha llegado la hora de definir partidas para las apuestas. Atisban que la hora ha llegado porque los ingredientes esenciales, que condicionan el crecimiento, estarán en la palestra: la inversión (pública y privada), el consumo agregado (ingreso disponible y confianza), las exportaciones, los motivos de la inseguridad (violencia, estado de derecho) y otros. Uno adicional, que ha salido a relucir con el futuro del T-MEC, se centra en las derivaciones laborales de la reforma en vías de aprobación. Todo este universo de elementos son cruciales para apreciar, de manera más cercana, el crecimiento de la economía. Será, entonces, el centro de disputa para apreciar los posibles cambios prometidos al modelo vigente.
La repetida confianza del Presidente en crecer 2 por ciento este año y durante el sexenio 4 por ciento tiene múltiples vertientes de sustento. Una, muy poderosa, para intentar influir en la tranquilidad colectiva acerca del futuro. Pero si tal postura fuera una repetición de lo hecho en el pasado, por las diferentes administraciones, se tienen que usar argumentos adicionales. Otro, central y posiblemente decisivo, será mostrar que se sabe usar el presupuesto de manera eficiente. Es decir, los dineros del pueblo serán aplicados en lo urgente y lo importante evitando el dispendio, la tontería o el error. Gastar los ingresos fiscales con honradez e inteligencia son dos motivos para, después, exigir mayor recaudación. La desconfianza actual del contribuyente se radica en el despilfarro, la corrupción y los negocios de una ralea de funcionarios ineficientes. Son esos los argumentos esgrimidos por el contribuyente para rehusarse a contribuir con lo debido. Son esos tópicos, también, los que, según se cree, justifican la evasión o la misma elusión que tanto se usa en las llamadas contabilidades ingeniosas.
La discusión apenas se inicia pero ya apunta hacia su objetivo: la seguridad de un ralo crecimiento y el escaso margen de acción del gobierno. No se consideran elementos adicionales como la tendencia decreciente ya instalada de años atrás. Tampoco lo que sucede en Estados Unidos y el resto del mundo. Pero lo más relevante para AMLO y su gobierno estriba en la importancia de su prioridad para fijar el bienestar colectivo como medida totalizadora de eficiencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario