Una emoción que casi todos conocemos muy bien: esa mezcla de sorpresa, anhelo, incredulidad, vaga inquietud. Una cierta oleada de angustia
ante el deseo que se realiza o podría realizarse. Está en frente. O ya
casi. ¿El desasosiego ante un deseo que se cumple? ¿por qué? Cada año en
verano, Freud y su hermano menor
Alexander realizaban un viaje juntos. En su carta al escritor francés
Romain Rolland (homenaje por sus 60 años) a quien admiraba
profundamente, Freud hace un análisis de esa emoción que lo habitó de golpe cuando él y su hermano
decidieron no visitar la isla de Corfú, como tenían planeado en esas
vacaciones, sino viajar a una ciudad que ninguno de los dos conocía y
que hasta llegar a Trieste, no había estado en sus planes. "Hace mucho
calor en Corfú", dijo el amigo triestino de Alexander, "viajen a
Atenas".
Sin conversarlo demasiado (la inquietud
provocó un cierto silencio entre los hermanos), cambiaron de planes y
compraron sus boletos para visitar Atenas. Es una vez estando allí- ante
la Acrópolis- que Freud se reconoció invadido por una intensa sensación de incredulidad. ¿La Acrópolis existía realmente? ¿acaso era posible que su hermano y él estuvieran frente a ella? Sorpresa. ¿Alguna vez se le había siquiera ocurrido pensar que la Acrópolis no existía? Claro que no. ¿Qué sucedía entonces? ¿qué provocaba esa sensación de irrealidad en él?
Antes ya Freud había analizado el: "demasiado bueno para ser cierto" que todos reconocemos. Cuando nos sucede algo bueno, bello, generoso... y la angustia nos invade con murmullos: "no me lo merezco", "¿cómo me va a cobrar la vida esto tan bueno que ahora me sucede?" "De verdad está sucediendo?" ¿Por qué ese extraño negar lo que nos es bueno? Freud escribió: "no nos asombraría que un intento así (negación) fuera dirigido contra un fragmento de realidad que amenaza producir displacer; nuestro mecanismo psíquico está, por así decir, montado para ello. Pero, ¿por qué tal incredulidad respecto de algo que, por el contrario, promete elevado placer?"
¿Nos resistimos al placer? ¿a lo que nos es grato y noble? Freud nunca había dudado de la existencia de la Acrópolis, lo que descubrió que le era casi imposible de creer, es que un espacio considerado tan mágico desde la infancia, le fuera accesible. A él, hijo de un padre modesto que no accedió ni a los viajes, ni a la educación formal. Pensó entonces en el análisis que había hecho antes: "los que fracasan cuando
triunfan" y escribió a Rolland este párrafo extraordinario: "En efecto,
como sabemos desde hace mucho, el destino del que uno espera un trato
tan malo es una materialización de nuestra conciencia moral, del severo
superyó dentro de nosotros en que se ha precipitado la instancia
castigadora de nuestra niñez".
¿La culpa? Sí. A veces honda, a veces devastadora. Releía la Carta a Romain Rolland, cuando me recomendaron una película danesa dirigida por Bille August: "Pedro el afortunado"
(está en Netflix) cuya historia tiene todo que ver con los flujos y
reflujos de "la instancia castigadora de la niñez". Es muy interesante y
es tremenda. El hijo que abandona la casa paterna. El hijo para quien
su talento y su "buena fortuna" se convierten en su culpa y en su
desgracia. A Pedro el padre quiso regalarle un reloj de bolsillo que él no aceptó, porque el padre
le exigía repetir su historia. El tiempo de los deseos del hijo era
otro: la ciudad, la ingeniería, los grandes proyectos. Pero no pudo
Pedro. La culpa lo llevó de regreso hacia la infelicidad. El reloj del padre terminó –tan a pesar suyo- marcando su tiempo. El tiempo del desamor y la precariedad.
Freud
explica: "Viajar tan lejos, llegar tan lejos, me parecía fuera de toda
posibilidad. Esto se relaciona con la estrechez y la pobreza de nuestros
medios de vida en mi juventud. La añoranza de viajar también expresaba
sin duda el deseo de escapar a esa situación oprimente, deseo similar al
que a tantos adolescentes esfuerza a largarse de su casa". Y le
preguntó a su hermano en esa colina, ¿recuerda la
antigua repetición de los días? Las mismas calles, el mismo paseo, el
mismo campo. La repetición que parecía decir que no tenían derecho a
soñar con nada más. A vivir distinto a lo caminos de los orígenes. "¡Y
ahora estamos en Atenas, de pie sobre la Acrópolis! – le dijo a su hermano Alexander- ¡Realmente hemos llegado lejos!"
Freud
tenía entonces 48 años. Era un genio que ante un espacio
(imaginariamente) "prohibido" descubría que "había llegado lejos". ¿No
es increíble? Nació el 6 de mayo de 1846. "La piedad filial", ese
conflicto que es un acto de amor y de memoria: el miedo a "superar" al padre.
A la madre. El miedo a traicionar los orígenes. El derecho a la
diferencia, a pesar de todo: "viajar tan lejos. Llegar tan lejos". Feliz
cumple, Segismundo Schlomo.
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