En un Zócalo lleno de esperanza, Cuauhtémoc Cárdenas anunció el nacimiento del PRD, el 5 de mayo de 1989. |
Tres décadas después de nacer como la gran esperanza de
la izquierda mexicana de finales del siglo XX, el Partido de la
Revolución Democrática (PRD) se debate hoy en una disyuntiva atroz:
escribe su epitafio o se queda en mera presencia testimonial en la
escena política del país.
Hoy carece de registro en la tercera parte de los estados. En su
apuesta suicida por el candidato presidencial Ricardo Anaya (2018)
consiguió sólo un millón 600 mil votos.
Además, multimillonarias multas y deudas penden como otro clavo en su ataúd.
El PRD es hoy oposición de quien alguna vez fue su dirigente y dos veces candidato presidencial: Andrés Manuel López Obrador.
Modificados a lo largo de los años sus principios, estatutos y hasta
programa de gobierno en aras del pragmatismo electoral, los actuales
líderes del PRD llevarán hoy a la ceremonia del 30 aniversario, la
oferta de su frágil registro a las agrupaciones y membretes que no
alcancen a cubrir los requisitos del Instituto Nacional Electoral (INE)
para convertirse en partidos políticos. Será una oferta por la cual el
PRD estaría incluso dispuesto a cambiar de nombre.
Lejos de la consolidación soñada por sus iniciadores para cuando
alcanzara su mayoría de edad como opción política, múltiples razones
explican la catástrofe perredista: la salida de sus filas de la mayoría
de sus líderes fundadores, el éxodo de militantes tras la defección de
López Obrador en 2013, las eternas pugnas entre sus dirigentes,
corrientes y los señalamientos de corrupción hacia algunos de sus
prominentes militantes cuando ocuparon cargos públicos...
Hay también análisis que ubican la aceleración de su declive en 2012:
el respaldo al proyecto reformador de Enrique Peña Nieto a través del
Pacto por México.
Ante esto, hoy el PRD tiene muy poco qué presumir en cuanto a puestos
de elección popular: un solo gobernador (Silvano Aureoles, en
Michoacán, quien apoyó al aspirante presidencial del PRI en 2018), 11
diputados federales y cinco senadores.
En la escena local las cosas no son mejores: carece de registro en
Nuevo León, Tamaulipas, Colima, Yucatán, Aguascalientes, Coahuila,
Durango, Chihuahua, Sinaloa y Quintana Roo. Esta última entidad
representa una paradoja cruel, porque el PRD apoyó al actual gobernador,
Carlos Joaquín González. En los congresos estatales sólo alcanza 62
diputados locales en todo el país: en ocho no tiene un solo
representante y en otros nueve, nada más uno. Gobierna apenas 10 por
ciento de los ayuntamientos (263).
En materia financiera está quebrado. Sus prerrogativas oficiales para
este año se redujeron a la mitad; recibirá 389.5 millones de pesos. A
cambio debe encarar 36 millones 347 mil 949 pesos de multas en firme,
más otros 54 millones aprobadas por la autoridad electoral en febrero
que aún puede impugnar. Recién liquidó una multa de 83 millones que
arrastraba desde los comicios de 2012.
Ante la debacle de 2018, el partido terminó su relación laboral con
175 de sus 193 empleados sindicalizados. Recontrató a varios con régimen
laboral distinto, pero muchos interpusieron querella ante la Junta
Local de Conciliación y Arbitraje. Igual sucede con el personal de
confianza. El recorte fue proporcional a la compactación de su máximo
órgano directivo, que pasó de 25 secretarías a sólo cinco integrantes en
la llamada Dirección Nacional Extraordinaria.
Al mismo tiempo, el PRD debe hacerse cargo de los gastos de las
entidades donde perdió el registro como partido. Debe al fisco 284
millones 855 mil pesos. Tiene cuentas por pagar por 23 millones y más
de 25 millones de cuentas por cobrar.
Precisamente por sus problemas financieros, y aunque sus líderes se
dicen optimistas de poder solventarlos, el partido evalúa dejar su hoy
semivacía y rentada sede nacional de la calle Benjamin Franklin y
regresar al histórico y mucho más pequeño edificio de Monterrey 50.
Quién lo dijera de ese partido del sol azteca que, orgulloso y casi
sin contrapesos, gobernó por 21 años la capital del país (1997-2018), el
que se quedó en el umbral de la Presidencia de la República en 2006. En
ese año, las cifras oficiales dieron ganador a Felipe Calderón
Hinojosa, sólo con 62 décimas de punto (243 mil 934 votos) sobre Andrés
Manuel López Obrador.
En su mejor etapa, entre 2006-12, el PRD llegó a gobernar con
candidatos propios, Baja California Sur, Zacatecas, Tlaxcala, Morelos,
Chiapas, Michoacán y Tabasco.
También, y en diferentes momentos y variados resultados en el reparto
de posiciones e incidencia en la gestión gubernamental, se acreditó a
los candidatos ganadores a los gobiernos de Guerrero, Oaxaca y Sinaloa.
Son así 30 años ya desde la construcción de un proyecto que concitó
grandes expectativas y al que hoy muy pocos además de sus líderes, le
conceden posibilidades de sobrevivir.
Foto Luis Humberto González
Rosa Elvira Vargas y Georgina Saldierna
Periódico La Jornada
No hay comentarios.:
Publicar un comentario