Miguel Concha
La Jornada
Las declaraciones del
presidente López Obrador sobre las organizaciones de la sociedad civil
(OSC) han causado revuelo y confusión. Aunque también son la oportunidad
para reflexionar acerca del aporte que han hecho y sobre el papel que
podrían tener en la construcción de la vida pública de México.
Un grupo numeroso de personas que han participado desde décadas atrás
en las organizaciones civiles del país, constituyeron con esta
pretensión una plataforma a la que llamaron las cuatro D, en referencia a
los valores fundamentales que orientan a una posición de izquierda
contemporánea: la democracia, los derechos humanos, el desarrollo
sustentable y la diversidad, a partir de la cual elaboraron un
pronunciamiento que denominaron
Las Organizaciones Civiles en el Futuro de México, La Jornada 2/5/2019, página 16.
No es propósito de ese pronunciamiento convencer al Presidente,
aunque sería magnífico que éste fuera uno de sus resultados. Lo que sí
se quiere es contribuir a un profundo proceso de reflexión, en
interlocución con los diversos sectores sociales, entre las propias OSC,
para responder a la interrogante sobre lo que a cada quien le toca
hacer para lograr el tan anhelado cambio verdadero del país.
El manifiesto aclara que las OSC no son toda la sociedad civil, pues
ésta es diversa. “Una parte de ella –dice–, muy amplia, y que se
manifiesta a través de múltiples organizaciones, desde hace décadas ha
sido defensora de innumerables causas populares, de los derechos
humanos, de la democracia y de los intereses nacionales”. El recuento
que realizan es breve, pero en cada uno hay sin duda una parte de la
historia contemporánea del país que hoy todos vivimos, como lo fue el
apoyar el diálogo, contribuir a la construcción de la paz e impedir el
genocidio en Chiapas como respuesta al levantamiento del EZLN; oponerse
al despojo de tierras de indígenas y campesinas; apoyar a las víctimas
de los sismos del 85 y de 2017, e iniciar la observación electoral, de
la que por cierto el primer caso fue en Tabasco.
Lo anterior y mucho más como parte de un sentido histórico más
amplio. Por ello afirman: “De esa manera hemos combatido al
neoliberalismo; también lo hemos hecho pugnando por políticas económicas
que dejen de ser concentradoras del ingreso y promotoras de la
desigualdad, y por políticas sociales que no se limiten a distribuir
dádivas entre ‘beneficiarios’, sin que se atiendan las causas
estructurales de la desigualdad y la pobreza”.
Eso llevó a las OSC a promover lo que es aún un pendiente de
importancia. Vale decir, recuerdan, la democracia participati-va, esto
es,
la obligación de abrir a la participación ciudadana el diseño, ejecución y evaluación de políticas públicas. También por ello para estas OSC la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo y su posterior aprobación en la Cámara de Diputados
son la ocasión obligada para abrir los asuntos de interés fundamental a la opinión del público y tomar realmente en cuenta las propuestas que de él surjan.
Los planteamientos anteriores, disponibles en la página http://bit.ly/lacuatrod,
invitan a las OSC a participar en el debate de estos temas, a los que
añado. ¿Durará todo el sexenio de AMLO su malestar con las OSC? Parece
poco probable que eso ocurra, aunque para estas organizaciones no sería
nuevo actuar sin la
autorizacióndel poder político, pues esa ha sido su experiencia desde hace décadas. Lo que de cara al futuro, y a las propuestas que ha reiterado el Presidente, queda en duda, es si los programas sociales que pretende llevar a cabo serán posibles sin el concurso de la sociedad civil. No para recibir recursos a través de ellos, sino para generar las capacidades organizativas de la población que les permitan desarrollar sus capacidades productivas.
Si se pensara que tales propósitos serían alcanzados sólo con la
participación de la burocracia, esto conllevaría el riesgo del fracaso
económico o, peor aún, del intento de reconstruir el corporativismo
estatal, contra el cual han luchado las organizaciones civiles y
sociales, y cuyo resultado ha sido la apertura de caminos democráticos.
Si no se pretendiera la confrontación permanente, entonces habrá que
pensar cómo podría realizarse –con autonomía– la colaboración entre
gobierno, organizaciones civiles y los múltiples actores de la sociedad.
Su punto de partida deberá ser el diálogo, y para ello hay que crear condiciones; la primera es el reconocimiento mutuo. El diálogo deberá ser en torno de las prioridades del país –el Plan Nacional de Desarrollo es una estupenda ocasión– y por lo mismo sería también sobre la democracia, los derechos humanos, el desarrollo y la diversidad. México tiene ahora la oportunidad de cambiar, pero nadie puede lograrlo solo con los actores políticos. Se requiere también de la sociedad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario