Es cierto, tenemos un Presidente atípico, provocador y más rijoso de
lo que quisiéramos, usa las estadísticas a su antojo y le cuesta aceptar
la crítica. Pero antes de ponerse un “chaleco México” y salir a la
calle a pedir su renuncia o darle un like a los hashtags
virales que vomitan en su contra, pongamos un poco las cosas en
perspectiva. Primero, porque nada se ha roto, para decirlo rápido. A
estas alturas con Ernesto Zedillo el peso se había devaluado y la
economía había entrado en una debacle que obligó a Estados Unidos a un
rescate tan humillante como misericordioso. El dólar y la inflación se
mantienen sorprendentemente controlados y las perspectivas económicas no
están para fiestas pero tampoco son alarmantes. No tendremos una
recesión de menos nueve por ciento en el PIB como sucedió en 2009 con
Calderón, ni locuras como la nacionalización de la banca con López
Portillo. Por lo demás, está claro que el desempeño de la economía
mexicana depende más del entorno internacional y las veleidades de la
globalización que de las decisiones de su presidente. Rijoso o no, la
enorme prudencia con la que ha llevado la relación con el intempestivo
huésped de la Casa Blanca revela que en las cosas que en verdad pueden
dañar a México, López Obrador es mucho más presidencial de lo que
sugieren sus exabruptos y refranes desgastados. Pelear con Trump en
nombre del orgullo mexicano, habría sido la vía idónea para exaltar a la
masa y reforzar su popularidad en la calle. Sería lo esperable de un
populista nacionalista e irresponsable como el que nos pintan sus
adversarios en las redes sociales. Pero en el fondo AMLO no come lumbre
ni comete locuras, pese a su folclórico estilo.
Vayamos a lo que en verdad importa. En cinco meses introdujo nuevas
leyes en el ámbito laboral que rompen el control de las élites
sindicales y constituyen un misil en contra del dañino corporativismo
del viejo régimen. Una medida histórica, por donde se le vea, a la que
no se atrevieron los gobiernos de “la apertura” de Fox y Calderón. En
cinco meses redujo a diez por ciento la ordeña de los huachicoleros, un
cáncer salvaje y violento que creció frente a la pasividad, si no es que
con la complicidad de los gobiernos anteriores (y sí, hay detenidos,
pese a que diga lo contrario la propaganda de sus adversarios). No sé si
la Guardia Nacional sea la solución contra la inseguridad pública que
va devorando región tras región de nuestro país, pero pago por ver. Lo
que está claro es que no podíamos seguir por donde íbamos.
Pero, sobre todo, me parece que habrá un antes y un después con AMLO
en lo que toca al dispendio y la corrupción de la clase política. La
apropiación del patrimonio público como un derecho adquirido por los
funcionarios ha recibido un tiro de muerte, espero. Muchas de las
medidas de austeridad del nuevo Gobierno parecen anecdóticas, incluso
imprácticas y en más de un caso perjudiciales (la pérdida de talento,
por ejemplo). Puede ser un exceso someter las jornadas presidenciales al
caos de los aeropuertos y al desgaste de la clase turista en cabinas de
avión abarrotadas, pero en conjunto, eso, los zapatos desgastados y
todas las normas, usos y costumbres que se están imponiendo, entrañan un
cambio radical del saqueo al que se sometía a la administración
pública. Antes de execrar el siguiente “me canso ganso” habría que
recordar los excesos faraónicos y multimillonarios de una clase que
creció bajo la consigna de político pobre es un pobre político.
Cuando veo la intensidad con que se repudia en algunos círculos a
López Obrador, la vehemencia biliosa que provocan los dislates y
defectos del Presidente, las redes de odio que se han construido en su
contra, me pregunto ¿qué hay en el fondo de esta reacción?. ¿Por qué
antes no encontraban el aire irrespirable? Supongo que tampoco les
gustaba la corrupción, el saqueo, la pasividad ante la inseguridad
galopante o la frivolidad del Gobierno, pero más allá del chiste inocuo
por las torpezas verbales de Peña Nieto, no parecía provocar urticaria,
como ahora, lo que hacía y decía el presidente.
Me parece oportuno llamar la atención sobre los desaciertos de la
nueva administración, pero sería conveniente apuntar también sus
aciertos; eso se traduciría en un mejor Gobierno. Habría que evitar
nutrir el ambiente intoxicado que provoca la eterna cantaleta unilateral
de algunos medios sobre los negros del arroz de la 4T o los memes y
videos de odio que circulan en la redes. Habría advertir que muchos de
esos videos, pese a la calidad de producción que ostentan, son
propaganda disfrazada de noticia y plagada de información falsa o
distorsionada.
En suma, sugiero bajarle dos rayitas porque será una travesía larga;
no hundir el barco cuando apenas va saliendo del puerto, sobre todo
porque todos vamos en él.
@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net
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