José Antonio Rojas Nieto
Los motivos esenciales de la migración en el mundo –a decir de los especialistas– son cinco búsquedas: 1) de empleo, sea porque no se tiene o se anhela uno mejor; 2) de mejoría de ingreso, cuando no satisface el que se deriva del empleo que se tiene –cuando se tiene– o porque francamente no se tiene ni trabajo ni ingreso; 3) de igualdad económica y social; 4) de equilibrio o balance demográfico; 5) finalmente, de mayor bienestar ecológico y ambiental.
¿Qué buscan los migrantes? Empleo de superior calidad y de mayor remuneración; un ambiente económico y social más justo y menos desigual, y una situación demográfica menos conflictiva. Finalmente, un entorno más limpio, con menos problemas de contaminación y naturaleza más sana.
En este marco, esos mismos especialistas internacionales –algunos brillantes mexicanos entre ellos, en lo fundamental de El Colegio de México, el Colegio de la Frontera Norte, la Universidad Autónoma de Baja California, y de nuestra doliente Universidad Nacional Autónoma de México, entre otras– analizan las tendencias en cuanto a origen y destino de los procesos migratorios, montos de remesas involucrados, condiciones de vida de migrantes, precariedad.
La lectura de varios artículos y diversos reportes internacionales subrayan que a escala internacional algo sorprendente pasó a partir de 2005. ¿Por qué? Porque las remesas recibidas por China ese año se elevaron de 4 mil millones de dólares en 2004 a 22 mil 742 millones. Hasta 2004 el principal receptor de remesas en el mundo era India, con 18 mil 753 millones de dólares, monto muy similar, por cierto, a las que México recibió también ese año. Sin embargo, a partir de 2005 China e India se fueron
muy parejosen cuanto a ingresos provenientes de nacionales en el exterior. Y son, sin duda, las dos naciones con mayor dinamismo en el mundo en ese sentido.
China, por cierto –comentémoslo–, elevó tres veces en términos reales su producto interno bruto de 2005 a 2019. Sorprende, sin lugar a dudas, que entre 2006 y 2016 México permaneciera con ingresos muy estables, que no registrara el sorprendente dinamismo de los dos países asiáticos. Y que esos años, por cierto, fuera superado por Filipinas, que hoy ha vuelto a ser el cuarto lugar en cuanto a remesas, luego de que México recuperara cierto dinamismo y ocupara –como lo hace hasta hoy– el tercer lugar, aunque con un monto que apenas alcanza la mitad de lo que India recibe actualmente. Un factor fundamental que también observan los especialistas es el costo implicado en las remesas. A escala mundial el costo promedio de envíos por oficinas postales y transferencias monetarias ( money transfer operators) registrado en 2018 fue del orden de 6 por ciento (5.5 y 6.2, respectivamente).
En el caso de las transferencias monetarias que realizan las oficinas postales ( post money transfer operators), casi 8 por ciento. Y, finalmente, las transferencias bancarias electrónicas cerca de 10 por ciento. Terminemos recordando algunos datos preliminares de 2019 para México. De un volumen total de envíos de mexicanos en el exterior de 111 millones, 98.9 por ciento correspondió a transferencias electrónicas. Y el monto involucrado en éstas fue de 35 mil 600 millones de un total enviado próximo a 37 mil millones. Y de este monto, los bancos se quedan con un promedio de 9 por ciento. ¿Cuánto es eso? Ni más ni menos que más de 3 mil millones de dólares. ¡Qué sangría para los migrantes! ¡Sin duda!
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