José Cueli
En política los amigos son de a mentiritas y los enemigos, ésos si son de verdad.
De la vasta obra del filósofo francés Jacques Derrida (1930-2004) quisiera destacar hoy su libro Políticas de la amistad, que
comienza con este apóstrofe paradójico atribuido a Aristóteles: ‘‘¡Oh,
amigos, no hay ningún amigo!”, que le servirá de hilo conductor para
transitar y recorrer las aporías y los laberintos desde el Lisis platónico, la Ética a Nicómacio aristotélica o el De amícitia, de
Cicerón, hasta la modernidad atormentada de Georges Bataille y Maurice
Blanchot, pasando por Michel de Montaigne, Immanuel Kant, Friedrich
Hölderlin, Friedrich Nietzsche, Carl Schmitt y Martin Heidegger.
En ese texto, Derrida se propuso desarrollar un análisis político de
la amistad o de ‘‘aquello que vincula todo modelo de amistad con una
determinada configuración de la ciudad” y, asimismo, logra un
replanteamiento novedoso y original tanto de fondo como de forma de la
‘‘genealogía de lo político”.
El capítulo cinco, ‘‘De la hostilidad absoluta (La causa de la
filosofía y el espectro de lo político)” empieza con esta cita de
Sigmund Freud:
‘‘Los dos principios fundamentales de Empédocles –pillia y neikos–
son, tanto por su nombre como su función, el equivalente de nuestras
dos pulsiones originarias, Eros y Destrucción, esforzándose la una en
juntar lo que existe en uniones cada vez más grandes y la otra en
disolver esas uniones y destruir las formaciones que han nacido de
aquéllas (…) Y nadie puede prever bajo qué vestidura se presentará en
las visiones ulteriores el núcleo de verdad contenido en la doctrina de
Empédocles.”
En el entendido entonces de que, tanto la política, la amistad y la
vida están regidas por estos dos principios fundamentales, lo que
quisiera plantear es la relectura de ambos autores como punto de apoyo
para ver si es posible revertir la ‘‘hostilidad absoluta” en la que
vivimos.
Ya sólo nos falta regresar al canibalismo para ver al ser humano convertido en una bestia depredadora de su propia especie.
Este país que se descompone y desmorona frente a nuestros ojos
embargándonos de una terrible sensación de impotencia y de paranoia
agregada, mientras nuestros dirigentes se ocupan de pleitos, corruptelas
y prepotencia que no consigue sino perder todavía más tiempo y
perjudicar más a México.
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