Las imágenes no pueden
otra cosa que hacernos sentir una real sensación de horror, la reciente
noticia del brutal asesinato de Ingrid Escamilla, conmueven a cualquiera
con un poco de sentido común, pero desafortunadamente como suele
ocurrir en estos casos, la violencia tan normalizada en la sociedad
mexicana en contra de la mujer, hace que pasados unos días y en algunos
casos unas horas, todo se diluya y lo que fuera una sensación de pesar,
sea dirigida a otro lado mediante las estrategias del mercado que nos
ofrece consumir mercancías desechables a cambio de nuestra dignidad
humana.
La violencia contra las mujeres es tan real como lo es la
resistencia del machismo a reconocer su papel en ella, la
constitudianaria violación de los derechos de la mujer en nuestra
sociedad es una constante histórica arraigada a patrones culturales que
la sostienen, la justificación cínica recurrente que culpa a la víctima
de la violencia ejercida sobre ella y niega el carácter estructural del
machismo es la defensa que de sí mismo hace el sistema para continuar
siendo machista, pero es algo mucho más complejo, no es únicamente una
respuesta automática, es en realidad, una estrategia comprobada para
mantener el statu quo, ello significa, que la estructura
sistémica está basada justamente en la opresión, en este caso, en la
opresión de la mujer por el hombre o incluso por otras mujeres que han
aceptado ser parte de la dominación.
Nótese la propia defensa
del asesino, Érick Francisco, al pretender justificarse diciendo que
había consumido drogas y fue poseído por el demonio, alegato
desvergonzado para declararse sorprendido ante los hechos, exponerse
psicológicamente incapaz y así buscar una pena menor a la
correspondiente, el problema es que el sistema lo permite, no sería la
primera vez y mientras sea posible no será la última, Ingrid había
denunciado meses atrás a su agresor y como es costumbre nada se hizo al
respecto. Lo anterior no es otra cosa que la ejemplificación de que la
violencia contra la mujer no sólo es negada mientras se ejerce, es
muestra de que todo el sistema está constituido para oprimir, por eso la
justa crítica del feminismo al patriarcado, es decir, a la lógica
estructural del sistema. Claro, lo anterior no significa que hombres no
opriman a otros hombres y no ejerzan violencia sobre ellos, pero sí
significa que además de la violencia natural del sistema, la mujer es
doblemente violentada por el simple hecho de ser mujer, algo así como el
pecado original que tanto gusta a los sacerdotes recordar.
En
este contexto tan adverso, todos y todas tenemos responsabilidad, el
feminismo ya desde hace décadas ha tomado su responsabilidad activa
generando una amalgama de caminos para transformar la realidad social y
otorgar a las mujeres su lugar, sus derechos y su dignidad. Por el lado
de los hombres no puede decirse que estamos en cero, poco a poco se
diversifican y socializan grupos, ideas y acciones a favor de la
generación de una nueva masculinidad, aunque claro, la violencia reitera
en todas sus manifestaciones contra la mujer de manera constante, deja
en claro que nos falta muchísimo.
Necesitamos la generación de
conciencia generalizada para procurar el replanteamiento de la idea del
hombre y la masculinidad, requerimos romper el eterno condicionamiento
del ser masculino representado por el macho, una creencia sostenida que
deber ser desnaturalizada, requerimos poner fin a todas las formas
opresivas ejercidas de manera consciente e inconsciente por el hombre
sobre la mujer y también sobre otros hombres.
Repensar la
masculinidad para cambiar el mundo es una de las tareas urgentes para el
movimiento progresista, hacer de este siglo XXI, el tiempo de la
emancipación total, superando la dominación sistémica en todos sus
ámbitos y, con ello, dejar atrás al machismo y la violencia contra la
mujer. Los hombres tenemos que reconocer nuestra responsabilidad en la
reproducción del patriarcado y de la opresión violenta sobre la mujer.
Una nueva conciencia para un nuevo mundo, la idea de humanidad necesita
también una nueva interpretación en conjunto, mujeres y hombres,
construyendo ese mundo soñado donde “quepan todos los mundos”. Dejemos
atrás la explotación, la discriminación, la desigualdad, la violencia y
opresión contra la mujer y contra otros hombres, pongamos fin al
feminicidio; erradiquémoslo de nuestra cultura y sociedad. Hagamos del
mundo un lugar realmente justo, superando las arcaicas estructuras
patriarcal-capitalistas.
¡Ni una menos!
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