Gabriela Rodríguez R.
A partir de esta semana
estoy al frente de la Secretaría General del Consejo Nacional de
Población, el Conapo. Se trata de una institución técnica y política,
conformada por un conjunto de secretarías y entes públicos que preside
la Secretaría de Gobernación. Por mucho tiempo, el Conapo ha sido clave
para la estimación y planeación, a mediano y largo plazos, de las
políticas públicas, para que los programas de desarrollo y bienestar se
basen en cambiantes características de las población: su volumen,
estructura por edad, diversidad, así como su movilidad territorial. La
institución surgió en 1974 cuando la tasa de crecimiento de la población
estaba en el pico más alto, aquellos tiempos en que cada mujer tenía
seis hijos/as en promedio, nacían 134 morían 76.7 niños/as por cada mil
nacidos, la esperanza de vida era de 57 años en promedio, el grupo
poblacional más numeroso era el de los de menor edad y la distribución
territorial ya mostraba tendencias de concentración en grandes ciudades y
dispersión en zonas rurales.
Las proyecciones realizadas en aquellos
tiempos marcaron las bases de una política de Estado encaminada a
reducir la mortalidad y el ritmo de crecimiento, y a reorientar las
migraciones internas y externas. El éxito de esta política es la llamada
transición demográfica experimentada en los pasados decenios:
actualmente las mujeres tienen un promedio de 2.1 hijos/as, la
mortalidad infantil es de 13.1 por cada mil nacimientos y la esperanza
de vida es de 75.1 años, en promedio. En la distribución territorial las
tendencias siguieron, pero hoy cobra importancia el desplazamiento
interno forzado, salir del hogar originario por violencia, por
catástrofes, por precariedad, es un fenómeno que se está documentando y
plantea retos de movilidad.
La fecundidad de las adolescentes descendió a la mitad en 50 años,
hoy nacen 69 niños/as de madres menores de 19 años (mil cada día), pero
de los 90 para acá, se dobló la tasa de 1.15 a 2.28 nacimientos por cada
mil de niñas madres menores de 14 años (como 34 cada día). Pero el
corte de niñas de 12 a 14 años muestra una tasa de 3.77 nacimientos por
cada mil niñas. Es crucial fortalecer el ejercicio de los derechos
sexuales y reproductivos de la población, las brechas en su ejercicio
reproduce las desigualdades económicas, sociales y de género. Hoy la
vida coital arranca en la adolescencia, la mitad de las jóvenes adultas
la vivieron a los 17.5 años, 60.4 por ciento recurrió a un
anticonceptivo en esa primera vez, pero no se utilizan siempre.
Es de
llamar la atención que 16 por ciento de quienes no utilizaron un
anticonceptivo en esa ocasión, señalan sque querían embarazarse, se
trata de chicas que no tienen mayores aspiraciones escolares y que
asumen la maternidad temprana como una inercia familiar, sin mayores
cuestionamientos. Desde el año 2000 la educación sexual y los servicios
de salud reproductiva amigables para adolescentes no han recibido el
impulso necesario; en 2015 en que el Ejecutivo arrancó una Estrategia
Nacional para la Prevención del Embarazo de Adolescentes volvió a
visibilizar el tema, volvieron a presentarse spots televisivos
dirigidos a la población adolescente y, de hecho, se registra un
descenso de siete puntos porcentuales en la tasa de fecundidad
adolescente. Pero desafortunadamente no hubo mayores acciones en las
instituciones de educación pública ni un compromiso con los medios de
comunicación.
La estructura por edad es muy distinta actualmente. La población
infantil (de 26.4 millones) pasó de representar 28.4 por ciento del
total a 20.9, los jóvenes de 12 a 29 años (39 millones) pasaron de
representar 36.7 por ciento a 31, la población de adultos de 30 a 59
años (47 millones) representa 37.2 del total y las personas adultas
mayores (13.9 millones) se duplicó en treinta años, hoy representa 11
por ciento. El aumento de la esperanza de vida, la reducción de la
mortalidad y de la fecundidad, provocan la transición a sociedades más
envejecidas, dando pautas para anticipar los efectos económicos y
sociales del fenómeno, en México ya estamos frente al envejecimiento
demográfico: aumento paulatino y constante de personas mayores de 60
años, aumento sostenido de la esperanza de vida y decremento de la
fecundidad. Es necesario vigorizar políticas para mejorar las relaciones
intergeneracional en los ámbitos económico, social y cultural, reducir
las brechas generacionales y redistribuir las tareas de cuidados,
injustamente cargadas del lado de las mujeres, sin pago ni
reconocimiento alguno.
Hay además nuevas dinámicas de convivencia familiar, el crecimiento
de uniones libres y descenso de matrimonio en las nuevas generaciones,
crecimiento de la edad al matrimonio, incremento de separaciones y
divorcios, así como de hogares encabezados por mujeres, configuración de
hogares compuestos, visibilidad y crecimiento de violencia machista en
el interior de los hogares y espacios comunitarios.
En cuanto a la distribución poblacional, 15 ciudades actuales superan
el millón de habitantes en el país, y se estima que para 2030 la
cantidad de urbes que tendrán un millón de habitantes o más llegará a
23, contrastando con 188 mil 594 localidades con menos de 2 mil 500
habitantes. En la región centro se asienta la megalópolis más grande de
México, y una de las más pobladas del mundo.
La política de población demanda un replanteamiento de las acciones
del Conapo y una reforma de la Ley General de Población que de contexto a
los retos actuales, ya está lista una iniciativa construida hace un par
de años con el Consejo Consultivo Ciudadano del Conapo.
En la Cuarta Transformación del país hay voluntad política para
anticiparse los efectos de las transformaciones de la dinámica
demográfica, así como para diseñar estrategias coyunturales y de largo
plazo con los diferentes sectores de gobierno.
Twitter: @Gabrielarodr108
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