Editorial La Jornada
▲
Colectivos feministas marcharon ayer en varios puntos de la Ciudad de
México y protestaron frente a algunos medios de comunicación, en repudio
a la publicación de imágenes del asesinato de Ingrid Escamilla,
perpetrado por su pareja el domingo pasado, y en exigencia de que las
autoridades atiendan el problema. La fiscalía capitalina entregó al
Congreso local una iniciativa de reforma al Código Penal que sancionará
hasta con 16 años de cárcel a los servidores públicos que filtren
imágenes de escenas de crímenes de mujeres, niñas o adolescentes.
Durante las protestas, agentes accionaron extintores por lanzamiento de
gases (imagen).
Las mujeres de la
Ciudad de México realizaron ayer una jornada de protesta para exigir que
se ponga fin a la violencia de género. Con actos que iniciaron desde la
mañana y se extendieron por el centro capitalino bajo un chubasco por
la tarde, miles de mujeres hicieron patente su rabia ante todas las
formas de agresión y discriminación que padecen en sus vidas cotidianas,
en particular por el alarmante crecimiento del más extremo de estos
ataques: el feminicidio, así como por el manejo amarillista de ese
flagelo por algunos medios de comunicación.
Se trata de un reclamo plenamente fundado. Desde hace varias semanas,
en este espacio se ha reiterado que existe un deterioro inocultable en
la situación de inseguridad que enfrentan las mujeres de todo el país:
con 976 episodios, 2019 ha sido el año con más feminicidios desde que se
inició el registro de estos crímenes en 2015, cuando se tomó nota de
411. El incremento de 137 por ciento en apenas cuatro años maquilla
realidades incluso más atroces, como la de Ciudad Juárez, Chihuahua,
donde los feminicidios se quintuplicaron de 2017 a 2018.
Las cifras son apenas un elemento del contexto en el que se ha
gestado la rabia mostrada por las mujeres ayer y en anteriores
expresiones de protesta. Entre muchos otros factores que contribuyen a
la exasperación de los colectivos feministas y sus simpatizantes, deben
señalarse la indolencia de las autoridades de todos los ámbitos y todos
los niveles ante los casos de violencia suscitados en la esfera de sus
competencias, y la consecuente impunidad con que se salda la mayoría de
los actos de agresión machista, así como la insensibilidad y la falta de
empatía con que amplios sectores de la sociedad responden ante las
denuncias, una de cuyas manifestaciones más graves es la deficiente
cobertura por los medios de comunicación que hacen de la violencia un
espectáculo.
Ante tal escenario, se han cuestionado los métodos de lucha
desplegados durante las protestas. Hay quienes los consideran
inadecuados, cuando no abiertamente repudiables, porque generan
animadversión a una causa justa y alejan a posibles participantes. Tales
desacuerdos de ninguna forma deben poner en duda la exigencia de
justicia y la urgencia de sus reclamos.
Por último, es claro que dichos métodos son un enorme
¡ya basta!ante una realidad intolerable, y que la mejor manera de poner fin a formas de protesta consideradas poco deseables consiste en acabar con las agresiones que obligan a las mujeres a hacerse escuchar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario