Magdalena Gómez
La presencia del
Presidente de la República, en el contexto de la pandemia, en el
banderazo de los cuatro primeros tramos del llamado Tren Maya nos deja
evidencias que confirman que, en efecto y en tiempo real, llueve truene o
relampaguee el proyecto va. Sin embargo, con expresarse una línea de
continuidad podemos encontrar que se trató de otra ritualidad. No la que
desde el día de toma de posesión observamos en el Zócalo de la Ciudad
de México, que se reprodujo en las diversas visitas a regiones indígenas
como el caso de la península. Esta nueva ritualidad fue dirigida a las
empresas responsables de cada uno de los cuatro tramos. En estricto
sentido el mensaje presidencial a las empresas pudo ser motivo de una
reunión de trabajo en la Ciudad de México.
Pedirles que cumplan, que no habrá prórrogas ni modificaciones
presupuestales es propio del contrato que están firmando y la promesa de
que se colocará una placa donde se señale que la empresa respectiva
realizó la obra no parece ser un estímulo que los inversionistas estén
buscando. La nueva ritualidad tuvo otros factores de contraste, si bien
ligados a la pandemia, no parecen estar relacionados sólo con la sana
distancia. Resulta que no existió ninguna intervención de un indígena
maya de los que el año pasado supuestamente aprobaron el proyecto en la
consulta simulada, tampoco de los invitados del gabinete hubo presencia
de quienes le colocaron al gobierno el entramado, perdón, la simulación,
para afirmar que el pueblo maya les dio su consentimiento. Los pueblos y
sus comunidades no son esenciales, como lo son las actividades de
construcción que se inician, no fueron siquiera referidos en sus
discursos. Que en Quintana Roo asistieran los secretarios de
Comunicaciones y Transportes y el de Turismo resultaba obligado. Que el
titular de Defensa acudiera a las cuatro ceremonias de banderazo parece
una señal y que en Palenque se le sumaran sus pares de Marina y el de
Seguridad Pública ya perfila una lógica de seguridad nacional; y un
mensaje nada subliminal para las comunidades que se oponen al
megaproyecto y continúan organizándose y buscando amparo de la justicia
federal.
No parece suficiente la afirmación, sin pruebas, de que no se
afectará el ambiente y de que se crearán 80 mil empleos en estos cuatro
tramos. Por cierto, no se habló de protocolos sanitarios para la
ejecución de las obras, tampoco del respeto a los derechos laborales de
quienes por necesidad acepten trabajar en esos tramos. Digo trabajar,
pues todo indica que se trata de empleos temporales sin contrato ni
derechos.
El discurso presidencial puso énfasis en el tren, pero el director de
Fonatur reconoció que “no es sólo un tren, sino un proyecto integral.
Los ‘polos de desarrollo’ o ‘comunidades sustentables’ son un modelo de
planeación territorial distinta a Cancún. La mayor generación de
plusvalía está en las estaciones. Se privilegiará a las estaciones
cercanas a los aeropuertos y puertos marítimos. Estos proyectos serán
financiados por capitales privados”. ¿Así o más claro?
Como sabemos, las comunidades mayas no se oponen sólo a unas vías y a
un tren moderno. Justamente difundieron la semana pasada, de nueva
cuenta con apoyo de numerosas organizaciones, y de activistas y
académicos, los argumentos que han llevado a espacios judiciales y con
los cuales han logrado hasta ahora tres suspensiones, una en Calakmul,
otra en Palenque y una más en Campeche, así como la emisión de medidas
cautelares por parte de la CNDH. La Asamblea de Defensores del
Territorio Maya Múuch Xíinbal ha solicitado a la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH) medidas cautelares para proteger el acuífero
subterráneo de la Península de Yucatán. Justamente el discurso maya
difundido desde el confinamiento, es el polo opuesto al que se repite de
manera oficial.
Romel González, del Consejo Regional e Indígena de Xpujil, declaró que
Parece más una colonización moderna, siempre se utiliza el tema del desarrollo económico y el olvido. El tren no es las vías, es un proyecto en el que los enemigos antiguos del gobierno ahora resultan ser aliados, se vienen a avalar irregularidades ambientales y jurídicas( La Jornada, 5/6/20). Y en otro comunicado:
Los mayas no somos solamente campesinos o yucatecos, o pobres que necesitan empleos. Somos en primer lugar un pueblo originario, que tenemos derecho a tomar las decisiones en nuestro territorio, que queremos decidir nuestro propio futuro. Ha habido ya demasiado abuso contra nuestros pueblos y una gran devastación contra la Madre Tierra. (Chuun T’aan, Maya de Yucatán, 1/6/20). El pronunciamiento encabezado por el colectivo Indignación concluyó que
la actual administración dilapida una oportunidad histórica de hacer las cosas de manera distinta y generar condiciones adecuadas para llevar a cabo un diálogo intercultural. Los pueblos ya anunciaron el texto de su placa para el Tren Maya.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario