Si no tuviera bien colocadas las gafas violetas, a estas horas quizás
andaría muy perdida con lo que está ocurriendo socialmente. Y no me
refiero solo al permanente intento de criminalización de las
manifestaciones del 8 de marzo por parte de la derecha y de la
ultraderecha. No, no se trata solo de eso. Como tampoco se trata de ver
cómo estas fuerzas políticas pretenden, a voz en grito, embarrarlo todo.
Esta semana ha salido la sentencia de los agresores sexuales de
Pozoblanco. De nuevo se ha puesto en evidencia el sesgo masculino de
algunas leyes con respecto a las agresiones contra la libertad sexual de
las mujeres. No soy jurista y por tanto no voy a analizar la sentencia
que seguro que ya ha sido analizada por feministas que entienden mucho
más que yo.
Abusar y violar mujeres sigue saliendo muy a cuenta en el Estado
Español. Y se va dando a conocer gracias a sentencias “benévolas”, tal y
como la califica la Asociación de Mujeres Juristas Themis.
Siempre me queda el “consuelo” de pensar que al menos esta mujer ha
podido denunciar su agresión, porque son decenas de miles las que son
violadas por dinero cada día y que no pueden denunciar a sus agresores,
los mismos que pagan por violarlas.
Llevar bien colocadas las gafas violetas me ayuda a poder entender el
grado de injusticia social que se ejerce sobre las mujeres y las niñas y
a posicionarme claramente en la defensa de nuestros derechos y contra
las injusticias y desigualdades que seguimos padeciendo diariamente.
Y, por si faltaba poco, ahora hay quien quiere hacer desaparecer el
concepto de mujer como sujeto político en aras a una teoría un tanto
pseudocientífica que consagra el género por encima del sexo. Que la
inclusión y la diversidad están muy bien, pero esconden un patriarcado y
una misoginia feroz hacia las mujeres. Y hay un problema cuando esto no
se tiene claro. Y esto también se ve mucho más claro con unas gafas
moradas puestas.
Y a veces me pregunto: si todavía nos cuesta identificar el machismo
cotidianamente, ¿cómo no nos va a costar su identificación cuando se
camufla y justifica detrás de tradiciones, pseudo teorías,
micromachismos asentados y camuflados que sufrimos cotidianamente, un
sistema prostitucional basado en el beneficio de proxenetas que utilizan
el cuerpo de las mujeres como materia prima, u otro nicho de negocio
encubierto sobre los llamados asistentes sexuales, o el gran negocio que
ha saltado por los aires con la pandemia y que son los vientres de
alquiler?
Queda mucho trabajo por hacer, muchas denuncias públicas que
realizar, mucha pedagogía pendiente para cambiar las cosas y a veces el
desaliento nos inunda, porque comprobamos cómo el patriarcado se cuela
por rendijas que creíamos cerradas y hay que volver a luchar por esos
espacios ya conquistados.
Algunas de las propuestas de ley que se están haciendo desde el
Ministerio de Igualdad, me dan mucho miedo, porque significan involución
de derechos de las mujeres. Y es descorazonador para las que ya
llevamos unos años en esto ver cómo y de nuevo, el patriarcado y sus
lobbies de todo tipo se han encumbrado y están a punto de desmontar el
concepto tradicional de mujer para cambiarlo por algo que claramente les
interesa: mantener sus privilegios, aunque para eso hayan de borrar del
mapa el concepto MUJER.
Y eso me da miedo, a la par que me crea mucha desazón. Porque no todo
vale en nombre del consenso. Hay que legislar para abolir la
prostitución que nos envilece socialmente a todo el mundo, mientras se
destroza la vida de decenas de miles de mujeres, para que los proxenetas
sigan ganando dinero a su costa. Podemos perder una ocasión histórica
en ese sentido, pero mucho me temo que unos de los lobbies del
patriarcado, el de los proxenetas, se están infiltrando entre quienes
han de tomar decisiones y está ganando la partida.
Me pasa igual cuando leo lo de la Proposición de Ley sobre la
protección jurídica de las personas trans y el derecho a la libre
autodeterminación de la identidad sexual y expresión de género, que me
saltan todas las alarmas y me preocupa mucho el tema, porque en el fondo
subyace simplemente un “borrado” de las mujeres. Y las mujeres somos y
estamos aquí, no se nos puede borrar porque otro lobby patriarcal así lo
desee. Estamos y estaremos aquí.
Es posible que después de dos meses y medio de confinamiento total,
mi estado de ánimo no sea el óptimo. Pero también este tiempo de
silencio me ha permitido reflexionar sobre algunos temas y confirmar
que, afortunadamente llevo bien puestas las gafas violetas, de las
cuáles ya no creo queme pueda desprender en lo que me queda de vida.
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