Leonardo García Tsao
El renombrado cineasta Todd Haynes se ha salido un poco de sus intereses habituales, para describir en El precio de la verdad, una preocupación marcada del cine hollywoodense: la lucha del individuo contra un sistema corrupto . Con un guion escrito por otros, basado en un artículo del New York Times, Haynes se apega a los hechos para realizar otra versión del mito de David vs. Goliat.
Parecida en cierta manera a Erin Brockovich: una mujer audaz (Steven Soderbergh, 2000), El precio de la verdad narra
el largo proceso por el cual el abogado citadino Rob Billot (Mark
Ruffalo) atiende la petición del furioso granjero Wilbur Tennant (Bill
Camp), cuyo ganado sufre de trastornos debido al agua contaminada del
río cercano en West Virginia. Tras una exhaustiva investigación, Billot
descubre que, en efecto, la poderosa compañía DuPont ha envenenado a
incontables seres humanos y animales con los desechos tóxicos
resultantes de la fabricación de algo tan aparentemente inocuo como el
teflón.
Entonces el abogado entablará una demanda colectiva contra DuPont
–que, oh ironía, es uno de los clientes de la firma legal a la que
pertenece. El camino será arduo y fatigoso, porque la compañía se valdrá
de todo tipo de tretas para ocultar su culpabilidad y, sobre todo,
negarse a pagar la millonaria indemnización. Habrán transcurrido 17 años
entre la visita del granjero y la final resolución.
Digo que El precio de la verdad se aleja de lo habitual en
Haynes porque el director nos había acostumbrado a un cine más íntimo y
propio, que igual había cuestionado y deconstruido el melodrama de los
años 50 ( Lejos del cielo, 2002, y Carol, 2015) o la biografía ficticia de diversas figuras del rock ( Velvet Goldmine, 1998, y Mi historia sin mí,
2007). Podría pensarse que su nueva realización es meramente una
chamba; sin embargo, es evidente que Haynes se ha puesto al servicio de
su historia con un indudable compromiso personal.
Con las referencias acostumbradas del director al cine del pasado, El precio de la verdad evoca también a esos paranoicos thrillers
de los años 70 sobre conspiraciones siniestras de diferentes formas de
poder. La atmósfera de la película es oscura y ominosa, aun cuando la
vida del protagonista nunca es puesta en peligro.
Es mérito de Haynes y su fotógrafo Edward Lachman el comunicarnos una
especie de pesimismo subyacente en dicha atmósfera. Si bien Billot
resulta triunfal, hay en todo el proceso de la película una sensación de
que los grandes corporativos se saldrán casi siempre con la suya en
cuanto se refiere a crímenes contra el medio ambiente.
Una gran virtud de la película es la forma interesante como Haynes ha
resuelto las farragosas partes expositivas de la investigación de
Billot. Un ejemplo de ello es la secuencia en la que el protagonista le
explica a su sufrida esposa (Anne Hathaway), conversando sobre la mesa
del comedor, cómo DuPont ha contaminado al pueblo estadunidense desde
los años 50 con una sustancia llamada PFOA (o C8), fundamental en la
fabricación del teflón. A ello contribuye la urgente actuación de
Ruffalo, quien expresa su cansancio con el caso, al mismo tiempo que su
tenacidad para nunca darse por vencido.
El precio de la verdad (un título por demás olvidable) iba a
estrenarse en cartelera justo cuando sobrevino la pandemia. Por ello,
se ha decidido estrenarla en servicios de streaming. La película está, pues, a la renta en Apple TV y en Cinépolis Klic.
El precio de la verdad
( Dark Waters)
D: Todd Haynes/ G: Mario Correa, Matthew Michael Carnahan, basado en el artículo publicado en el New York Times, “ The lawyer who became DuPont’s worst nightmare”,
de Nathaniel Rich/ F. en C: Edward Lachman/ M: Marcelo Zarvos/ Ed:
Affonso Goncalves/ Con: Mark Ruffalo, Anne Hathaway, Tim Robbins, Bill
Pullman, Bill Camp/ P: Willi Hill, Killer Content, Amblin Partners. EU,
2019.
Twitter: @walyder
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