María Teresa Priego
"El Sembrador" es el documental de Melissa Moreno de las infancias entra las montañas y los ríos en su ópera prima.
"Yo tengo seis hijos, desde que usted llegó, tres ya saben leer". Un padre de la comunidad al profesor Bartolomé.
Entrañable documental de Melissa Elizondo Moreno. Los paisajes majestuosos y las caritas de las/los niñas/os. Sus gestos luminosos, serios, tristes. Las sonrisas inmensas con y sin dientitos.
La olla en el fogón. "Hacer mis frijoles". La niña de los ojos grandes
calienta sus manitas. Muelen el maíz. Los cabellos se desenredan con
peines grandes. La abuela y la niña bordan. Piecitos que no paran de
moverse en sus sandalias gastadas y sin atar. Nunca se escucha la voz de quien hace las preguntas. Una se olvida de quien entrevista y de quien porta la cámara. Es el reino de la infancia.
Las mujeres cargan grandes ollas rumbo al comedor comunitario. Las/los niñas/os corren hacia allá, cada una/o con su vaso y su plato. Fragmentos de la vida cotidiana en la comunidad Monte de los Olivos en los Altos de Chiapas. Bartolomé es el profesor trilingüe de la escuela multigrado. Tiene 40 alumnos.
Sabe sembrar hortalizas, dignidad, solidaridades y amor por las
palabras. Quizá es lo que más me conmovió: ese afecto del profesor por
las lenguas y por la capacidad de encontrar, ante las emociones y los anhelos, la palabra exacta. Su transmisión a las/los niñas/os es evidente: responden con un pasmoso manejo de su segunda lengua, el castellano.
El profesor Bartolomé
estudió en una escuela en castellano en la que el tzotzil -su lengua
materna- estaba prohibido: "aquí se habla en la única lengua que se
conoce, que es español", le dijo el profesor. Bartolomé
no entendía. Les prohibían ese apoyo básico entre personas: traducirle
las indicaciones del maestro a un compañero que lo intenta, pero no
tiene las herramientas para comprender. Degradaban el valor de una
lengua originaria, la riqueza del bilingüismo y el valor de la
solidaridad. No sólo Bartolomé no salió de allí mudo, sino más que dispuesto a conocer cuantas lenguas fueran necesarias. Porque las lenguas son mundos.
Cuando llegó al poblado Bartolomé
no hablaba tseltal. Lo ha ido aprendiendo para que sus alumnas/os
tengan el derecho a hablar en su lengua original o en castellano, según
cual idioma responda a sus necesidades de expresarse en el momento. Cada
quien, a su ritmo, según van avanzando. "Tengo un niño con problemas de
lenguaje y tratamos de ver, dentro de sus posibilidades, que el niño
adquiera seguridad, porque es lo más importante, que sabiendo que carece
de algo, se sienta seguro porque se comunica con los demás... Que ese
niño sepa que la vida tiene sentido cuando nos podemos defender en todos
los espacios".
El profesor Bartolomé cree en el respeto, en el conocimiento, en la generosidad.
En que no es lo mismo: "formar" que nada más "informar". Llegó a
mostrarle a sus alumnos que las nubes tienen orejas y colas, toman
formas de pájaros y de conejos. Tenemos derecho a imaginar. Llegó a enseñarles a leer y a escribir. Y que cada persona es responsable de los demás y de su entorno y que es ese vínculo -trabajado y estrecho- el que crea comunidad.
Sentido de pertenencia. Eso es lo que él llama "formar". Las clases en
las aulas y en el campo. Las matemáticas y todas/os a echar tortillas,
porque no hay razón para que sean solo las niñas quienes las hagan. ¿Quién dice que la repartición tradicional del trabajo es inmutable?
Las/los
alumnas/os mayores apoyan a los pequeños "cuando los temas son
fáciles", él interviene cuando "los temas son difíciles y hay
conocimientos nuevos". El único estudiante de sexto grado recibe la
enseñanza del maestro en la siembra y en la vida: la importancia y el
compromiso de transmitir los conocimientos. Cuarenta niñas/os son muchos para un solo maestro, pero no lo son si se siembra el principio de corresponsabilidad. "El mejor maestro de un niño, es otro niño, no es el maestro", dice el profesor Bartolomé.
"Es
como un padre", comenta una niña, cuyo padre, se mudó de casa y de
vida. "Las películas que a veces veo son las de la princesa Pocahontas,
la princesa Ariel, ella se murió, su mamá también y quedó solo su papá,
pero mi padre se buscó otra mujer y ya solo la quería a ella, a mi mamá
no la quería, a veces le decía: 'Ah, tonta, levántate', a veces decía:
'ya levántate, ve a hacer mi comida', a veces la regañaba muy duro, a mí
no me gustaba, me entristecía, porque le gritaba muy fuerte. Yo soy
como la segunda madre de mis hermanitos... si no estuviera mi abuelita
yo creo que yo no estaría en la primaria". Quiere seguir estudiando
hasta la universidad. "¿Con qué dinero?" pregunta la abuelita mientras
borda. Guarda silencio. Su carita se ensombrece.
En el Festival Internacional de Cine de Morelia "El sembrador", obtuvo el Premio Guerrero de la Prensa al Documental, Premio a Documental Realizado por una Mujer y Premio del Público a Largometraje Documental Mexicano. Melissa Moreno es egresada del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, el documental de las infancias entre las montañas y los ríos, es su Opera Prima. En estos días se exhibe de manera gratuita en FilminLatino. Los donativos para apoyar la continuidad en la educación de las/los niñas/os, son bienvenidos. Para información detallada: sembradordocumental@gmail.com.
"Es
difícil que un niño sobresalga en este contexto, porque muchos de los
aspectos los tiene en contra, es desfavorable. No es prioridad la
educación, incluso con los padres de familia, hay mucho qué hacer, pero
en el campo... es muy difícil comprender por qué en las comunidades
marginadas, rurales, vamos a ver tristemente que avanzan en su
educación, pero sin haber obtenido lo básico, que es leer... es
importantísimo saber leer, yo siento que hay mucho que hacer todavía,
contamos con muchas comunidades rurales, con muchas problemáticas, con
muchos atrasos, pero es un tanto quizá por las mismas condiciones de
pobreza y de marginación que desfavorecen el desarrollo", dice el
profesor Bartolomé. Con todos y los a pesares, nada
mengua sus certidumbres: se recuesta con sus criaturas en el campo para
inventarles formas a las nubes. Oh, sí: "La esperanza es un arma de
futuro". Gracias a Melissa y a su equipo por tanta belleza.
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