6/08/2020

La explosividad de la pandemia




Es verdad, no se ha repetido en muchos lugares, pero basta con la explosividad que se ha vivido en Estados Unidos (EU) para que podamos calificar a la pandemia como una causa, o a los efectos de esa causa (¿la cuarentena, la sensación de anormalidad que de todos modos se vive, el estrés ante la amenaza próxima de un severo contagio?) como factores decisivos de una irritación que está presente y que ha de encontrar alguna salida. En el caso de EU a los factores inevitablemente ligados a la pandemia se sumó la gran división social que siempre ha estado vinculada al racismo, con un hecho espeluznante que ha estado presente en la explosión social que se ha vivido: el espectáculo incalificable de un policía de Minneapolis asfixiando con la rodilla y con el peso de su cuerpo a un afroestadunidense que participaba en las protestas originales que habían ya sacado a las calles a miles de ciudadanos de esa nación, protestas por el encierro y por el malestar generalizado que vive ese país, a pesar de ser el más rico de la Tierra.
En unos minutos la atroz escena había llegado a todos los medios y la nación entera pudo apreciar de qué lado estaba la barbarie. Las protestas, ahora sí focalizadas en el cruel asesinato del afroestadunidense, convertido en espectáculo por los medios informativos, especialmente la Tv, encontraron una causa concreta del casi levantamiento social debido, como decíamos, a un espectáculo siniestro que se ofrecía al mundo entero y especialmente a los estadunidenses. Fue la chispa que incendió la pradera. En menos de una hora ya se percibía la movilización en un centenar de ciudades, de todos los calibres. Se repetía el levantamiento de los años 60, en la época de Martin Luther King , pero probablemente en una dimensión todavía mayor. Y es que en este tiempo hay en Estados Unidos un elemento que le echa más leña a la hoguera, o más gasolina al fuego, y que se llama Donald Trump.
De inmediato, el presidente de EU mostró sus cartas de índole fascista y su afán por defender el statu quo, sin importarle un ápice los modos de la policía que ayuda a mantener ese orden. Cuanto antes debía restablecerse el orden y la paz social. No tuvo freno para declarar que el orden debía restablecerse por medio de la Guardia Nacional o, si resultaba necesario, por medio del ejército. No se hicieron esperar las críticas: el secretario de la Defensa, la cabeza del Pentágono, declaró enfáticamente que de ninguna manera intervendría el ejército en problemas de orden social en el país. En este sentido, Trump ha tratado de extremar las oposiciones, para fortalecer a la derecha empresarial, situándose en las antípodas de Bernnie Sanders, que siempre abogó por una unidad realmente democrática de las bases sociales estadunidenses y que sería el fundamento indispensable para transformaciones de izquierda eventualmente más radicales.
Resulta una lástima que Sanders no esté ya en la carrera presidencial de EU de noviembre. Habría sido uno de sus mejores momentos, y tal vez para la historia de su país. La cuestión que se plantea ahora es si Trump, con todos estos antecedentes siniestros, es capaz todavía de ganar tales elecciones. La cuestión se pone en duda para muchos estadunidenses, después de que Trump ha mostrado con fuerza los aspectos fascistas de su temperamento y de su gobierno. El gran problema resulta ser ahora el candidato demócrata Joe Biden, que no parece tener, ni de lejos, las calidades intelectuales de Sanders. Por ello, a pesar del carácter fascistoide de Trump no es tan fácil desplazarlo en las elecciones, aunque sí se pone en alta duda el carácter automático de su relección.
Es verdad que EU es un país realmente federal, en que la dimensión local de la política es muy fértil y donde hay gran tradición también de autogestión en las movilizaciones sociales. Ese sistema de colectivos sociales es muy denso. Sobre esa base, la izquierda estadunidense vive un proceso de intensificación y de organización enorme, cuya amplitud seguramente no había tenido nunca. Han surgido miles de organizaciones, en una galaxia que va desde la organización de los barrios, la esfera de la producción cultural, la sindical, la política. Esto no ocurre, cuando menos, desde la crisis financiera de 2008, pero también dentro del universo político alrededor del sanderismo, que no puede perderse del todo.
Al ver las imágenes de este enorme levantamiento social, por supuesto llevados un poco por la imaginación, parecían repetirse ciertas imágenes del inicio de 1917, en Rusia, aun cuando de inmediato la realidad nos situaba en Nueva York, o en San Francisco o en Minneapolis, y frenaba nuestra distracción diciéndonos que esta era otra realidad y otro tiempo y otras circunstancias. La imaginación a veces explora realidades que no son posibles aquí y ahora. Pero que a veces son significativas y tienen que ver con adelantos del tiempo, imágenes que tienen un valor de presagio.

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