Víctor Flores Olea
Es verdad, no se ha
repetido en muchos lugares, pero basta con la explosividad que se ha
vivido en Estados Unidos (EU) para que podamos calificar a la pandemia
como una causa, o a los efectos de esa causa (¿la cuarentena, la
sensación de anormalidad que de todos modos se vive, el estrés ante la
amenaza próxima de un severo contagio?) como factores decisivos de una
irritación que está presente y que ha de encontrar alguna salida. En el
caso de EU a los factores inevitablemente ligados a la pandemia se sumó
la gran división social que siempre ha estado vinculada al racismo, con
un hecho espeluznante que ha estado presente en la explosión social que
se ha vivido: el espectáculo incalificable de un policía de Minneapolis
asfixiando con la rodilla y con el peso de su cuerpo a un
afroestadunidense que participaba en las protestas originales que habían
ya sacado a las calles a miles de ciudadanos de esa nación, protestas
por el encierro y por el malestar generalizado que vive ese país, a
pesar de ser el más rico de la Tierra.
En unos minutos la atroz escena había llegado a todos los medios y la
nación entera pudo apreciar de qué lado estaba la barbarie. Las
protestas, ahora sí focalizadas en el cruel asesinato del
afroestadunidense, convertido en espectáculo por los medios
informativos, especialmente la Tv, encontraron una causa concreta del
casi levantamiento social debido, como decíamos, a un espectáculo
siniestro que se ofrecía al mundo entero y especialmente a los
estadunidenses. Fue la chispa que incendió la pradera. En menos de una
hora ya se percibía la movilización en un centenar de ciudades, de todos
los calibres. Se repetía el levantamiento de los años 60, en la época
de Martin Luther King , pero probablemente en una dimensión todavía
mayor. Y es que en este tiempo hay en Estados Unidos un elemento que le
echa más leña a la hoguera, o más gasolina al fuego, y que se llama
Donald Trump.
De inmediato, el presidente de EU mostró sus cartas de índole fascista y su afán por defender el statu quo,
sin importarle un ápice los modos de la policía que ayuda a mantener
ese orden. Cuanto antes debía restablecerse el orden y la paz social. No
tuvo freno para declarar que el orden debía restablecerse por medio de
la Guardia Nacional o, si resultaba necesario, por medio del ejército.
No se hicieron esperar las críticas: el secretario de la Defensa, la
cabeza del Pentágono, declaró enfáticamente que de ninguna manera
intervendría el ejército en problemas de orden social en el país. En
este sentido, Trump ha tratado de extremar las oposiciones, para
fortalecer a la derecha empresarial, situándose en las antípodas de
Bernnie Sanders, que siempre abogó por una unidad realmente democrática
de las bases sociales estadunidenses y que sería el fundamento
indispensable para transformaciones de izquierda eventualmente más
radicales.
Resulta una lástima que Sanders no esté ya en la carrera presidencial
de EU de noviembre. Habría sido uno de sus mejores momentos, y tal vez
para la historia de su país. La cuestión que se plantea ahora es si
Trump, con todos estos antecedentes siniestros, es capaz todavía de
ganar tales elecciones. La cuestión se pone en duda para muchos
estadunidenses, después de que Trump ha mostrado con fuerza los aspectos
fascistas de su temperamento y de su gobierno. El gran problema resulta
ser ahora el candidato demócrata Joe Biden, que no parece tener, ni de
lejos, las calidades intelectuales de Sanders. Por ello, a pesar del
carácter fascistoide de Trump no es tan fácil desplazarlo en las
elecciones, aunque sí se pone en alta duda el carácter automático de su
relección.
Es verdad que EU es un país realmente federal, en que la dimensión
local de la política es muy fértil y donde hay gran tradición también de
autogestión en las movilizaciones sociales. Ese sistema de colectivos
sociales es muy denso. Sobre esa base, la izquierda estadunidense vive
un proceso de intensificación y de organización enorme, cuya amplitud
seguramente no había tenido nunca. Han surgido miles de organizaciones,
en una galaxia que va desde la organización de los barrios, la esfera de
la producción cultural, la sindical, la política. Esto no ocurre,
cuando menos, desde la crisis financiera de 2008, pero también dentro
del universo político alrededor del sanderismo, que no puede perderse
del todo.
Al ver las imágenes de este enorme levantamiento social, por supuesto
llevados un poco por la imaginación, parecían repetirse ciertas
imágenes del inicio de 1917, en Rusia, aun cuando de inmediato la
realidad nos situaba en Nueva York, o en San Francisco o en Minneapolis,
y frenaba nuestra distracción diciéndonos que esta era otra realidad y
otro tiempo y otras circunstancias. La imaginación a veces explora
realidadesque no son posibles aquí y ahora. Pero que a veces son significativas y tienen que ver con adelantos del tiempo, imágenes que tienen un valor de presagio.
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