Este artículo integra la cobertura de IPS sobre el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, que este año tiene el tema de Mujeres líderes: Por un futuro igualitario en el mundo de la covid-19.
- Las mujeres que viven en las zonas rurales de India y las que pertenecen a las comunidades más marginadas soportan una enorme carga adicional durante la pandemia de covid, como la violencia de género dentro del hogar, la pérdida de asistencia financiera y de ingresos.
Rehana Adeeb, una lideresa y activista que trabaja con mujeres en comunidades dalit y musulmanas, aseguró a IPS que la covid-19 ha tenido una segunda pandemia escondida para las mujeres marginadas de este país del sudeste asiático de más de 1300 millones de personas.
La directora de Astitva, una organización no gubernamental (ONG) del estado de Uttar Pradesh, el más poblado de los 28 del país y situado en la parte central del norte indio, habló con IPS sobre los diferentes tipos de violencia hacia las mujeres de esas comunidades, en especial en las zonas rurales, al establecer el gobierno el confinamiento y cierre de actividades para amortiguar los contagios de covid.
“Cuando la mayoría de los hombres retornaron a sus pueblos desde las ciudades a las que se habían trasladado para ganarse la vida, las mujeres se quedaron sin acceso a cualquier ayuda económica que antes utilizaban para costear la educación de sus hijos y los gastos del hogar», dijo Adeeb, ella misma una mujer de la minoría musulmana india y quien padeció la violencia doméstica por largos años.
Además, las mujeres que realizaban trabajos a domicilio, como la costura, para llegar a fin de mes, también se quedaron sin ese ingreso adicional, al cerrarse los comercios y los mercados.
“Los matrimonios forzados, los matrimonios infantiles y la violencia doméstica iban en aumento, y eran casos en los que teníamos que intervenir inmediatamente”, explicó Adeeb.
Ella y su equipo permanecieron en contacto permanente con grupos de mujeres, que les compartían sus preocupaciones sobre cómo los embarazos no deseados, la falta de médicos y de atención sanitaria ahondaban la crisis que para ellas trajo la covid y que se sumaba al impacto socioeconómico general de la pandemia en las aldeas y pueblos.
Las experiencias de estas mujeres reflejaban y siguen reflejando desde hace casi un año la situación en otras partes del mundo, porque mientras las sociedades se enfrentaban con peor o mayor fortuna a una pandemia, se producía a nivel planetario un incremento sin precedentes de diversas formas de violencia contra las mujeres y las niñas.
La Organización de las Naciones Unidas describió el aumento de la violencia contra las mujeres en India desde que estalló la crisis de la covid como una «pandemia en la sombra«, en especial contra las pertenecientes a los grupos étnicos, religiosos o socieconómicos más marginados, como los dalits, los parias socioeconómicos del país.
Se informó de que el número de denuncias de violencia doméstica que recibió la Comisión Nacional de la Mujer de India se duplicó entre el 23 de marzo y el 16 de abril de 2020, al pasar de 123 llamadas diarias en solicitud de auxilio a 239 denuncias de violencia doméstica.
Esas líneas ayudan a las mujeres víctimas de violencia de género de todo el país, pero algo llamativo fue que la inundación de denuncias de maltrato doméstico fue la de aquellas de los sectores más marginados de la sociedad, que necesitaban y siguen necesitando atención urgente.
“Los reportes demostraron que los incidentes de discriminación contra las mujeres y las niñas aumentaron durante la pandemia, en particular contra las mujeres pertenecientes a grupos minoritarios, especialmente las que se encuentran en la parte inferior de la escala económica», dijo a IPS en una entrevista la relatora especial de la ONU sobre la violencia contra la mujer, Dubravka Šimonović.
La relatora destacó que los hogares se han transformado lugares de peligro y temor para muchas mujeres y niñas en muchos países, que informan de un aumento dramático de la violencia doméstica, incluida la violencia de pareja y la agresión sexual, durante el confinamiento social para contener la propagación de la covid.
Con la restricción de movimientos, las caídas de la actividad económica y la incertidumbre, los agresores se envalentonaron, y la situación les proporcionó más poder y control, destacó.
En India, otro factor que se sumó a la difícil situación de las mujeres musulmanas fue el aumento de la islamofobia, que se manifestó de manera elocuente en la campaña en línea conocida como la “coronajihad”. En ella, los musulmanes fueron falsamente señalados de propagar el coronavirus con la “perversa” intención de contagiar a los no musulmanes.
Los tribunales indios rechazaron esta falsa información, pero para entonces esa peligrosa afirmación incrementó la discriminación secular en India contra los fieles de la segunda religión practicada en el país, solo detrás de la hindú, que engloba a 13,7 por ciento de la población total.
Informaciones en medios de comunicación mostraron cómo a las mujeres pertenecientes a las comunidades musulmanas se les negaban los servicios en los hospitales.
Los reportes periodísticos también daban detalles de las campañas y llamamientos, realizados incluso desde los poderes políticos, que exigían un boicot económico a las comunidades musulmanas, lo que tenía ramificaciones que afectaban especialmente a las mujeres.
Nishat Hussain, coordinadora en el estado de Rajastán, en el noroeste indio, del Movimiento de Mujeres Musulmanas de India y de la Sociedad Nacional de Bienestar de las Mujeres Musulmanas, dos organizaciones sin fines de lucro, dirigió las actividades de ayuda a esas mujeres durante las cuarentenas por la covid.
“Uno de los mayores problemas a los que se enfrentan las mujeres con las que trabajo es su identidad como mujeres musulmanas», afirmó Hussain a IPS.
Con los estereotipos y el discurso de odio contra su comunidad, las mujeres tuvieron que luchar a su manera, en ocasiones batallando incluso contra la administración, para conseguir apoyo.
La mayor parte del equipo de Hussain son mujeres musulmanas, que se ofrecieron como voluntarias durante este tiempo para llegar a las mujeres de las zonas donde las necesidades básicas más esenciales, como los alimentos, no llegaban a las familias.
“El acceso a la sanidad y a los medicamentos era también extremadamente difícil, por lo que intentamos intervenir y proporcionamos a las mujeres y a las jóvenes kits de higiene menstrual. Se distribuyeron camiones de comida, con la ayuda de amigos y simpatizantes, a todos los necesitados, independientemente de su religión o identidad», explicó.
Abordar la violencia dentro de las familias durante la pandemia se ha convertido en algo vital, y hay muchas intervenciones de organizaciones locales y nacionales que están motorizando este esfuerzo.
Breakthrough India (logros en India), por ejemplo, diseñó una campaña con la participación de adolescentes en las zonas rurales denominada «dakhalandazi zaroori hai» (La intervención es una necesidad, en indi), que más tarde dio lugar a una campaña más amplia llamada «Dakhal Do» o “Interviene”.
Los adolescentes elaboraron carteles contra la violencia doméstica y los expusieron junto con los números de teléfono a donde se podía llamar ante estos casos en sus pueblos.
“Breakthrough también organizó el entrenamiento en línea por personal de los servicios jurídicos públicos en los distritos (municipios), así como de los trabajadores de Aanganwadi (refugios), para dar una respuesta eficaz a las víctimas”, dijo a IPS la directora de programas de de Breakthrough India, Nayana Chowdhury.
La relatora Šimonović subrayó que la crisis puso evidenció y ahondó las lagunas y deficiencias a nivel nacional, regional y mundial del abordaje de la violencia de género contra las mujeres durante la lucha contra la pandemia.
Pero más allá de todo, esta jurista croata prefiere considerar la pandemia de covid como una oportunidad para provocar el cambio tan necesario para superar otra pandemia, la de la violencia hacia las mujeres, y en especial hacia las mujeres de grupos marginados y minoritarios.
El instrumento para lograrlo, dijo a IPS, es la «modificación de la legislación y la práctica que refuerza los estereotipos de género e impide a las víctimas acceder a la justicia; el cambio de las políticas que no ofrecen a las víctimas servicios adecuados y oportunos, como refugios, órdenes de protección y líneas de ayuda; y el tratamiento de las creencias sociales y culturales que perpetúan los mitos que culpan a las mujeres de la violencia que sufren».
Todo un reto, reconoció la relatora de la ONU.
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