7/12/2025

El territorio tensionado entre madres e hijas

 pikaramagazine.com

Diana Oliver

Algo hay en las relaciones entre madres e hijas que a veces escuece. Puede ser una molestia ligera, como si un poco de jugo de limón cayera por accidente sobre un padrastro en el dedo meñique. Pero también hay dolores que deben parecerse más a una cirugía a corazón abierto sin anestesia. Las hijas y las madres, las madres y las hijas, han sido el territorio literario de una buena cuadrilla de escritoras. Simone de Beauvoir, Annie Ernaux, Marguerite Duras, Delphine de Vigan, Vivian Gornik, Terry Tempest Williams, Rebecca Solnit, Cristina Rivera Garza, Nelly Campobello, María Malusardi, Isabel Allende, Almudena Grandes o María Negroni son algunas de las que han puesto palabras a los vericuetos que transitan las unas y las otras, abriendo una puerta necesaria para repensar cómo estas relaciones son narradas en la literatura.

Y eso importa, porque el vínculo entre madre e hija ha sido durante mucho tiempo trivializado, relegado o directamente borrado del mapa literario. La única diada que parecía merecer atención era la de la madre y el hijo. Así lo contaba Laura Freixas en el prólogo de la fantástica antología de relatos Madres e hijas (Anagrama).  Las autoras que han logrado romper ese molde han hecho posible que nos veamos reflejadas en la complejidad de sus experiencias, luminosas o atroces.

“Cuestionar los matices reales es siempre desafiante”

“Los vínculos familiares en general suelen ser complejos, pero acercarse a la figura materna más allá de su imagen romantizada sigue siento hasta cierto punto un tema tabú”, dice la escritora mexicana Ave Barrera. Considera que suele ser mucho más cómodo quedarnos con la imagen aplanada del mito, de lo que se supone que debe ser la figura de la madre o de la hija o como se supone que debe ser su relación. “Cuestionar los matices reales es siempre desafiante, nos pone a prueba, nos incomoda. Pero me parece que el trabajo de la literatura, al menos la literatura que a mí me interesa, es justamente eso”, explica.

Adrienne Rich dedicó un capítulo entero en Nacemos de mujer a explorar las complejidades que emergen de las relaciones entre madres e hijas. Entre otras agudas reflexiones, explicó que “la mujer que se siente huérfana de madre puede pasarse la vida buscando a la madre; hasta puede buscarla en otros hombres”. Escribir a la madre y sobre la madre es también una forma de búsqueda. Lo fue para Ave Barrera que en Notas desde el interior de la ballena (Lumen) narra el proceso de elaboración del duelo para entender quién fue su madre, pero también qué encuentra de su madre en ella misma. “La escritura es una búsqueda que puede llevarnos a explorar rincones oscuros, nos permite atravesarlos y llegar a espacios luminosos y reconfortantes. Claro que cuestionar una figura tan mitificada como la de la madre puede hacernos sentir que estamos infligiendo el deber ser, pero son esas pequeñas resistencias lo que nos permite pensar desde un lugar más honesto algo tan valioso como el vínculo materno filial”, cuenta.

En el caso de la argentina Paula Vázquez la escritura de Las estrellas (Tránsito) surgió también en el proceso de la pérdida de la madre, y lo que le ocurrió es que en el proceso –durante su enfermedad, con su muerte, en el duelo– fue cuando encontró a su madre, o al menos una parte que no se había iluminado hasta ese momento. “Comprendí su dolor y una luz de amor que no había sentido hasta entonces. Podría no haber ocurrido, podría haber sucedido que el dolor no transmutara, que se quedara solo en dolor y en el registro de una herida doble, la mía como hija, la suya como madre, pero quizás entonces no hubiese sido literatura”, dice.

Las expectativas del amor maternofilial

Lo que se espera: el amor mullido e incondicional de las madres; la lealtad y la gratitud de las hijas. La realidad, sin embargo, está tejida con muchos más matices: silencios, contradicciones, temas no resueltos y mochilas vitales que pesan sobre ambas partes. Para Blanca Lacasa, autora del ensayo Las hijas horribles (Libros del KO), estas tensiones no son individuales, sino que responden a un marco cultural más amplio: “Creo que hay un componente cultural que tiene mucho que ver con el marco en el que nos movemos, que es básicamente el patriarcado”. Según la escritora, muchas de las aristas del vínculo materno-filial están atravesadas por una generación de mujeres que llegó a la maternidad sin haber podido elegirla plenamente, viéndose obligadas a anular otras identidades posibles y a sostener, sin cuestionamiento, la idea de que los cuidados son cosa de mujeres. En este contexto, el amor materno no es solo un lazo natural, sino también una construcción cultural cargada de exigencias, renuncias y heridas que rara vez encuentran espacio para ser nombradas.

Por momentos las madres pueden ser nuestras amigas, otros, nuestras rivales

“Mientras crecemos, esos mensajes se imprimen en las expectativas y moldean nuestra forma de pensar y de sentir, aunque son distintas las exigencias que tensionan las relaciones entre madres e hijas según las generaciones”, señala Paula Vázquez. En su caso, como hija nacida en la recién estrenada democracia argentina, le exigía y demandaba y recriminaba a su madre no haberse forjado una vida propia, estar atada a los hijos, al marido, sometida al hogar, le reprochaba, en definitiva, la falta de libertad y la tristeza que traía aparejada. “Es difícil despojarnos o alejarnos de esa mirada construida desde hace siglos y que cristaliza de algún modo en el prototipo de ‘el ángel de la maternidad’, sobre todo ahora que recrudecen, incluso en entornos feministas, nuevas exigencias que recaen sobre la mujer devenida madre, y que nos imponen un nuevo estándar de parto, lactancia extendida, alimentación de los hijos, colecho y otras yerbas que además ahora tenemos que compaginar con la expectativa de no retrasar nuestras carreras”, explica. Sin embargo, o precisamente por eso, sigue pensando que es urgente que la maternidad sea un tema de primer orden entre los feminismos: para poder despejar deseo de cumplimiento de mandatos y para, en todo caso, poder elegir no ser madre o serlo en condiciones que no nos hagan esclavas de esos mandatos y representaciones.

Es fácil ser más exigentes con nuestras madres que con nuestros padres

Dice Ave Barrera que es importante pensar que existen múltiples maneras de ver la figura materna: “Por momentos pueden ser nuestras amigas, nuestras cómplices, nuestras rivales, pueden ser nuestro mayor respaldo o convertirse un peso, en una limitante de la libertad. El rol materno es muy diverso y va cambiando con las etapas de vida, lo inmutable es el hecho de que son origen, nuestra conexión con el mundo y con el linaje que nos precede”. Es fácil ser más exigentes con nuestras madres que con nuestros padres. Para Blanca Lacasa no hay duda de esto. Para el libro, entrevistó a muchas mujeres para que le hablaran sobre la relación con sus madres. Después de un buen rato cuestionando y revisando este vínculo, al preguntarles por sus padres todas (menos una) dijeron que todo está bien con ellos. “Las razones que me daban para ello eran cosas tipo ‘me llevaba al zoo de vez en cuando’ o ‘me recogía de clase de lo que fuera’. Me llamó profundamente la atención este sesgo. Y que solo en el momento en el que yo se lo señalaba se dieran cuenta de que, efectivamente, igual no eran o no habían sido del todo justas o igualitarias en su mirada hacia sus progenitores. Creo que esa exigencia que tenemos las mujeres hacia nosotras mismas también se extiende a la que tenemos con nuestras madres”, explica.

¿Es necesario construir un lenguaje nuevo para hablar de la maternidad? La autora de Las hijas horribles considera que colocarse en los extremos es, en general, peligroso. Porque se pasa de la deificación a la demonización: “En la gran mayoría de los casos, no es ni una cosa, ni la otra. Entender que tu madre no va a ser esa persona perfecta que soñaste ayuda a que luego, cuando lo haga regular, mal o simplemente no del todo bien, no te parezca algo imposible de asumir o de asimilar. Y también posibilita el escoger el tipo de vínculo que se quiere tener y permitirse decidir cuál es la distancia adecuada”. Quizás lo más urgente no sea buscar respuestas definitivas, sino permitirnos habitar las preguntas: ¿qué esperamos de nuestras madres? ¿Qué esperan ellas de nosotras? Mientras, la literatura funciona como artilugio catalizador de una experiencia universal.

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