Al
hilo del reciente anuncio de que Marvel convertirá a Thor en mujer,
recordamos a personajes como Wonder Woman, Promethea o Glory, que
rompieron con la tendencia del cómic mainstream de representar a las
mujeres como víctimas a la espera del rescate
Marvel convertirá a Thor en mujer. Imagen promocional.
Nunca un cambio de género en el mundo
superheroico trajo tanta cola. El pasado 15 de julio, Marvel Comics
anunciaba que Thor, el personaje masculino creado en 1962 para la
editorial por Stan Lee, Larry Lieber y Jack Kirby, pasaría a ser mujer.
Esta noticia ha tenido un gran impacto por dos razones: la primera está
ligada a la actual popularidad de los superhéroes; la segunda razón
tiene que ver con otra popularidad no libre de sospechas hoy por hoy:
la del feminismo.
La irrupción de una Thor recuerda a Batwoman: guerrera, judía y lesbiana, más que capaz de hacer sombra al propio Batman
Es probable que en esta decisión editorial tenga que ver el
oportunismo, el intento de revitalizar una cabecera sin demasiados
lectores, pese al éxito de las películas que la propia Marvel ha
dedicado al personaje. No es descabellado pensar que nos hallamos ante
un cambio que tiene en la estrategia de mercado y las sinergias entre
medios su principal motivación. En todo caso, aunque la diosa del
trueno, cuyas aventuras empezarán a publicarse en Estados Unidos en octubre,
tuviera fecha de caducidad, no podemos desdeñar el potencial simbólico
y la oportunidad de subvertir el arquetipo heroico que había encarnado
hasta la fecha el hijo de Odín, padre de todos los dioses de Asgard.
Porque la irrupción de una Thor en un panteón tan evidentemente
patriarcal, que Marvel trasladó sin cuestionamiento alguno desde la
mitología nórdica, encierra como propuesta un interés extremo, a poco
que los responsables del cómic sean conscientes del material
incendiario que tienen entre manos. Algo parecido a lo que, en la
editorial rival de Marvel, DC, les permitieron hacer a Greg Rucka y JH
Williams con Batwoman, derivado femenino del Hombre Murciélago que los
autores reivindicaron y transformaron en una guerrera, judía y
lesbiana, más que capaz de hacer sombra al propio Batman. No es
casualidad que esto ocurriera en el universo editorial contrario, pues,
aunque históricamente Marvel ha intentado que en sus cabeceras grupales
sus superheroínas pinten algo, ha sido DC la responsable de dar forma,
desde mediados del siglo pasado, a las mujeres con poderes en el mundo
del cómic.
Wonder Woman, arquetipo (super)heroico
Sin Wonder Woman sería imposible entender el
arquetipo de la superheroína. Ella ya fue diosa del trueno en los
noventa, aunque se tratara de una treta editorial vendida como “evento
del siglo”. También ha sido diosa de la verdad en su propia cabecera;
y, más recientemente, con el guionista Brian Azzarello y el dibujante
Cliff Chiang a los mandos, se ha erigido como diosa de la guerra. Esta
última encarnación liga con sus orígenes: nacida de un profundo
compromiso por revolucionar la percepción del género femenino en los
cómics de superhéroes, la amazona Diana de Themyscira, alias Wonder
Woman, inauguró su propia cabecera en plena II Guerra Mundial —tiempo
de despertar para muchas mujeres, sobre todo en los Estados Unidos—.
“Wonder Woman es propaganda psicológica del nuevo tipo de mujer que
debería guiar este nuevo mundo”, especificó en 1943 su creador, un
reputado psicólogo interesado en las conductas de género y en los
mecanismos psicológicos del poder, llamado William Moulton Marston.
Según el editor Sheldon Mayer, Wonder Woman es un
cómic feminista, pero no para mujeres; consideraba que su público
objetivo seguían siendo los chicos
Desde su perspectiva, los cómics de superhéroes del momento
asociaban fuerza, generosidad e inteligencia a personajes masculinos,
mientras que los personajes femeninos eran representados como débiles
víctimas a la espera del rescate. Elisabeth Holloway, psicóloga y
esposa de Marston, fue la responsable de la idea de la superheroína
como vehículo de identificación enfocado a las lectoras. Sin embargo,
Sheldon Mayer, editor, dejaría escrita una curiosa puntualización al
respecto: “Marston escribió un cómic feminista, pero no para mujeres”.
Mayer consideraba que el público objetivo de la única serie
protagonizada por una superheroína, tan fuerte como Superman y
defensora de lo que él calificaba de “amorosa sumisión”, eran los
chicos. Y, mientras estos celebraban que Wonder Woman luchase contra
villanos masculinos y los venciera, las lectoras exigían que la
superheroína hiciera también alguna que otra enemiga.
El arquetipo de la superheroína se ha ido construyendo poco a poco.
Conforme se fue desarrollando la mitología de Wonder Woman, el
guionista/psicólogo experimentó con su esencia, más humana que divina,
sobre todo en los primeros años, donde la voluntad era ley. La
heroicidad radicaba en trascender lo asignado al género; en llegar más
allá a golpe de voluntad, lo que no excluía ser ayudada por amigas. No
obstante, su fuerza, fruto del entrenamiento, fue eclipsada por unos
poderes que han terminado por definirla para la posteridad como “tan
bella como Afrodita, sabia como Atenea, más fuerte que Hércules y más
rápida que Mercurio”. Sin embargo, no está de más recordar que la
superheroína fue carne antes que diosa, pues pocos cómics mainstream
han podido alcanzar el grado de subversión de los primeros números de
la Wonder Woman de Marston. El devenir de la superheroína hacia
terrenos más fantásticos no excluía de la ecuación el invitar a las
lectoras a que se unieran en hermandad y se empoderaran física y
mentalmente, tal y como hacían las Holliday Girls en las páginas del
cómic de la superheroína.
Todas quieren el fin de este mundo
Con la muerte de William Moulton Marston, en 1947, la serie se fue
deshaciendo gradualmente de su revolucionario enfoque feminista. Esto
se traduciría en una pérdida de interés de la superheroína por el
bienestar de sus compañeras para enfocar sus energías en hacer feliz a
su novio por aquel entonces, Steve Trevor. El consumo de la utopía
romántica entraba en escena para desactivar todo el potencial de
cambio, tras el despertar de la Segunda Guerra Mundial. Pero quedémonos
con la oportunidad, con la inspiración que trajo la guerra. Como ha
apuntado la filósofa Beatriz Preciado, fue precisamente en esta época
que la ciencia revolucionó lo que entendemos por género al descubrir
que, genéticamente, no hay solo dos sexos. El recrudecimiento de la
propaganda del binarismo de género y su asignación de roles tuvo su
reflejo también en los cómics. De este hallazgo surge el correctivo
pero, a su vez, queda sembrada la semilla del hackeo, de la disolución
del género y la oportunidad de revolucionar la mitología; de usarla
contra el sistema, tal y como hizo el creador de Wonder Woman.
Ni hombre ni mujer, Glory es todo lo grotesca que fue Hulka antes de que la hiperfeminizaran
Esa semilla echó raíces y germinó en la cabeza de un inglés llamado
Alan Moore. Conocido popularmente por las adaptaciones cinematográficas
de sus cómics, como V de Vendetta o Watchmen, este autor osó dedicarle
una cabecera superheroica a un personaje femenino llamado Promethea:
una criatura, una bomba, que se le revela al lector genealogía de la
superheroína, pero también genealogía de la creadora, sea esta madre,
escritora o dibujante. Moore juega con la mitología (Ishtar, la Virgen
María, Babalon), con la herencia (Wonder Woman), y con la ficción
literaria, para invocar situaciones de empoderamiento; para restituir
el lugar de la creadora en el contexto de la cultura pop. En Promethea,
precisamente, el viaje de la heroína nos lleva de cabeza a la “voluntad
de sacrificio, voluntad de descender, de morir”, con la interesante
idea de “acercar a la materia el fuego de la imaginación”; de abrir el
código fuente del superhéroe y reventarlo desde dentro.
Una idea que Moore desarrolló a finales del siglo pasado en
Promethea, pero que, a su vez, dejó enunciada en Glory, cabecera
lanzada en 1999 bajo el sello Awesome Comics de la editorial Image, y
recientemente retomada —y transformada— por el guionista Joe Keatinge y
el dibujante Ross Campbell. Glory fue una relectura de Wonder Woman en
los noventa; en el siglo XXI, Gloriana Deméter ha pasado de ser un
hipersexualizado divertimento para adolescentes a una alienígena
heredera de la mítica del Averno y de las amazonas. Ni hombre, ni
mujer, esta superheroína es todo lo grotesca en la forma que, en un
principio, fue Hulka, personaje de Marvel, justo antes de que la
máscara de género, es decir, la hiperfeminización de sus formas,
anclaran a la prima de Hulk a las expectativas heteronormativas que
toda superheroína ha de satisfacer, tal y como manda la tradición. Sin
embargo, la nueva Glory ha logrado eludir esa estrategia. Como Wonder
Woman en los cuarenta y Promethea hace una década, la transgresión no
solo radica en su representación; la esencia del personaje ha de mutar
junto a su imagen. Desobediente, orgullosa y letal, el objetivo de este
superheroína es “hacer de este mundo un lugar mejor, a pesar de todo”;
en especial, del superhéroe hercúleo devenido en héroe corporativo.
Hulka
se encuentra con Iron Man y el Capitán América. Visión de Susanna
Martín, dibujante de cómic
(‘Sansamba’, ‘Enjambre’, ‘Alicia en un mundo
real’).
Wonder Woman. Promethea. Glory. Todas ellas se han pegado en las
páginas de sus cómics contra héroes y villanos, pero sobre todo han
tenido que luchar contra sí mismas: la codificación de género, la
ideología de mercado, lo romántico atravesando el guion de vida. No es
casual que la idea de ruptura, que la tentación del Apocalipsis
—entendido este como revolución desde la esencia, más allá del
maquillaje de género, de la pátina supuestamente feminista que es el
liderazgo de un grupo o el protagonismo en un arco argumental— hayan
guiado los pasos de estos personajes. Las superheroínas
hiperconscientes, mutantes, trans, son imprescindibles para cambiar el
aparato simbólico, para transformar la realidad.
Y de esta afirmación volvemos al principio de este artículo: ¿A qué aspirará Thor, la diosa del trueno? Teniendo en cuenta que el próximo arco argumental de Wonder Woman que prepara el matrimonio formado por la guionista Meredith Finch y su marido David amenaza con hacer a la amazona “más mainstream
(…) no queremos decir feminista, pero sí un personaje fuerte, bella
pero fuerte”, nos tememos lo peor, un nuevo vaciado de la esencia de la
superheroína con el mercado como excusa. El interrogante reside, como ha señalado la editora de Bitch Magazine, Andi Zeisler,
en si “la gente que compra marcas que han adoptado el feminismo como
estrategia de marketing, puede elevarse a un nivel más complejo del
feminismo; aquel en el que la verdadera igualdad nunca resulta fácil de
vender”.
Fuente : http://www.pikaramagazine.com/2014/07/ellas-pegan-mejor-superheroinas-en-el-comic/
Elisa G. McCausland es periodista,
activista e investigadora madrileña especializada en analizar la
cultura popular desde la perspectiva de género. Prepara su tesis sobre
la representación femenina en el cómic de superhéroes en la Universidad
Complutense de Madrid. Escribe sobre cultura en el periódico Diagonal y
habla de cómic y feminismo en el fanzine sonoro Sangre Fucsia. Es una
de las promotoras de la Asociación de Autoras de Cómic (AAC).
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