Ricardo Rocha
La desatada epidemia por las consultas populares evidencia, una vez más, la miseria ideológica y el oportunismo pragmático de los partidos políticos.
Por ello el PAN se apresuró a carrancearse la propuesta del jefe Mancera y pretende darse un baño de pueblo proponiendo una consulta previsible sobre el aumento a los salarios mínimos. Simultáneamente, es un hecho que el PRI tiene como prioridad contener y, si se puede, encapsular el interés que llegue a suscitar en la opinión pública la doble propuesta perredista–morenista de consulta sobre la recién aprobada reforma energética. Independientemente del resultado, al gobierno federal tricolor no le conviene el ruido que pueda causar hacia adentro, pero sobre todo hacia afuera, más aún cuando en medios estratégicos internacionales —en artículos firmados por el propio presidente Enrique Peña Nieto— la energética se está presentando como el gran instrumento de modernización que cambiará el rumbo de todo este país. Así que el PRI se ha apresurado a plantear una consulta cuya respuesta es tan anticipable como cachetona su pregunta: ¿Estás de acuerdo en que se modifique la Constitución para que se eliminen 100 de los 200 diputados federales plurinominales y 32 senadores por el principio de representación proporcional?
Y yo pregunto: ¿por qué nada más 100 y no los 200? Y ya encarrerado y contagiado de consultitis, plantearía mis propias propuestas de consulta popular: ¿Estás de acuerdo en que le dejemos de dar con nuestros impuestos más de cinco mil millones de pesos anuales a los diez partidos políticos, que estos recursos se destinen a erradicar la obesidad en México y que los partidos se financien con las cuotas de sus afiliados? ¿Estás de acuerdo en que se obligue al INE a reducir a la mitad su monstruoso presupuesto de más de 12 mil millones y crear al menos diez universidades para los ninis? ¿Estás de acuerdo en que se eliminen los ingresos extras de diputados y senadores, que se cancelen sus gastos de representación, sus boletos de avión en primera clase, se les obligue a atenderse en el IMSS y a que, si hacen fiestas, inviten?
Yo como usted, me imagino los resultados y coincido en que podría ser muy chistoso. Aunque este asunto de la democracia a la mexicana y sus partidos más bien resulta melodramático. Por supuesto que nadie podría negar el derecho que tienen a promover consultas. Son un instrumento constitucional aprobado en el 2012. Que no operarían en automático, porque se requiere de una implementación compleja y del aval final de la Suprema Corte. Que además supondrían una complicación monumental en el 2015: elecciones en 15 estados con millones de boletas para diputados federales, diputados locales, ayuntamientos; añádanse nueve estados con una cuarta boleta para gobernador; y, si van, cuatro boletas más de las consultas, dos con preguntas muy parecidas del PRD y Morena sobre la energética, la del PAN sobre salario mínimo y la del PRI sobre plurinominales.
Pero, aun con todas las dificultades, estaríamos ante un ejercicio múltiple y legítimo. Lo que no me parece justo ni ético es que ahora los partidos se quieran lavar la cara con jabones consultivos cuando, durante décadas, se han negado a reconocerse ante el espejo y admitir algunas verdades incontrovertibles: ninguno practica una ideología consistente sobre una propuesta de modelo de país; todos se han convertido en empresas de colocación de empleos; en ellos, no hay espacio para los ciudadanos; en cambio, año tras año transcurren feudos y dinastías con los mismos rostros de izquierda y derecha; no defienden ideas, negocian intereses.
Por cierto, Jesús Zambrano me dice en entrevista que claro que responde que sí, al exhorto ciudadano para que el PRD y Morena vayan juntos en la consulta. Y que sacrificaría cualquier cosa por sentarse con López Obrador. A ver si es cierto.
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